S.
Sobre psicoterapia
Conferencia pronunciada
en el Colegio de médicos,
de Viena, en 1904.Una invitaciôn de vuestro llorado presidente, el profe-
sor von Reder, me permitiô desarrollar ante vosotros,
hace ya ocho afios, algunas consideraciones sobre la his-
teria. Poco tiempo antes, en 1895, habia publicado en co-
laboración con el doctor José Breuer, los «Estudios sobre
la histeria», y basåndome en los descubrimientos realiza-
dos por mi colaborador, habia iniciado la tentativa de in-
troducir un nuevo tratamiento de la neurosis. La labor
concretada en aquellos «Estudios» no ha sido, felizmente,
vana. Las ideas en ellos mantenidas sobre la accién pat6-
gena de los traumas psiquicos a consecuencia de la reten-
ciôn del afecto, y la concepciôn de los sintomas histéricos
como resultados de una excitaciôn transferida desde lo
animico a lo somåtico, ideas para las cuales creamos los
términos de «descarga por reacciôn» y «conversiôn», son
hoy generalmente conocidas y comprendidas. Ninguna
descripción de la histeria—por lo menos ninguna de las
publicadas por autores de lengua alemana—, deja ya de
tener en cuenta tales ideas, y su aceptación, por lo menos
parcial, se ha generalizado entre nuestros colegas. Pero a
su aparición hubieron de provocar singular extrafieza.
No puede decirse lo mismo del método terapéutico
propuesto simultáneamente a la exposición de tales teo-
- rías. Este lucha aün por ser aceptado. La causa de seme-T =
S.
DB O: po IRA pus pan
jante desigualdad puede buscarse en razones especiales.
La técnica del nuevo método se hallaba ain muy poco
desarrollada al publicarse los «Estudios sobre la histeria»,
privándome así de dar en ellos, a los lectores médicos, las
indicaciones que hubiesen podido capacitarlos para llevar
a cabo, por sí mismos y hasta el final, un tal tratamiento.
Pero además de estos motivos particulares, han actuado
otros de carácter general. Muchos médicos ven todavía en
la psicoterapia un producto del misticismo moderno y la
consideran anticientífica e indigna del interés del investi-
gador, comparada con nuestros medios curativos físico-
químicos, cuyo empleo se basa en descubrimientos fisio-
lógicos. Vais a permitirme que me constituya en defensor
de la causa de la psicoterapia y sefiale a vuestros ojos lo
que semejante opinión tiene de injusta y de errónea.En primer lugar, haré constar que la psicoterapia no es
ningün método curativo moderno. Por lo contrario, es la
terapia más antigua de la Medicina. En la instructiva «Psi-
coterapia general», de Lówenfeld, podéis leer cuáles fue-
ron los métodos de la Medicina antigua y primitiva. En su
mayoría pertenecen a la psicoterapia. Para alcanzar la
curación de los enfermos se provocaba en ellos un estado
de «espera crédula», que todavía nos rinde actualmente
igual servicio. Tampoco después de haber descubierto los
médicos otros medios curativos han desaparecido nunca
por completo, del campo de la Medicina, las tendencias
psicoterápicas.En segundo lugar, he de advertiros, que nosotros, los
médicos, no podemos prescindir de la psicoterapia, por la
sencilla razón de que la otra parte interesada en el proce-
so curativo, o sea el enfermo, no tiene la menor intención
de renunciar a ella. Ya conocéis las luminosas explicacio-
nes que sobre esta cuestión debemos a la escuela de Nan-
cy (Liébault, Bernheim). Sin que el médico se lo propon-
ga, a todo tratamiento por él iniciado se agrega en el acto,le
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TECNICA DE LA PSICOANALISIS
favoreciéndolo casi siempre, pero también, a veces, con-
trariåndolo, un factor dependiente de la disposiciôn psiqui-
ca del enfermo. Hemos aprendido a aplicar a este hecho
el concepto de «sugestión» y Moebius nos ha mostrado
que la inseguridad que reprochamos a muchos de nuestros
métodos terapéuticos debe ser atribuída precisamente a la
acción perturbadora de este poderoso factor. Así, pues,
todos nosotros practicamos constantemente la psicotera-
pia, aun en aquellos casos en que no nos lo proponemos
ni nos damos cuenta de ello. Pero el abandonar así al ar-
bitrio del enfermo, en vuestra actuación sobre él, el factor
psíquico, tiene el grave inconveniente de que dicho factor
escapa a vuestra vigilancia, sin que podáis dosificarlo ni
incrementar su intensidad. ¿No será entonces una aspira-
ción justificada del médico la de apoderarse de este factor,
servirse de él intencionadamente, guiarlo e intensificarlo?
Pues esto y sólo esto es lo que os propone la psicoterapia
científica.En tercer lugar, habré de recordaros el hecho general-
mente conocido de que ciertas enfermedades, y muy es-
pecialmente las psiconeurosis, resultan mucho más ase-
quibles a las influencias psíquicas que a ninguna otra me-
dicación. Según un dicho muy antiguo, lo que cura estas
enfermedades no es la medicina, sino el médico, o sea la
personalidad del médico en cuanto el mismo ejerce, por
medio de ella, un influjo psíquico. Sé muy bien, que entre
vosotros goza de gran favor aquella teoría a la que Vis-
cher ha dado una expresión clásica en su parodia del
Fausto goethiano:«Sobre lo moral, lo psiquico
en toda ocasión influye.»Pero, ¿no habrá de ser mucho más adecuado y posible
influir sobre la moral de un hombre, con medios morales,
o sea psíquicos?ー 79 —
S.
PIA - の さ ま ま ら ベ BA pe ROSS USD
La psicoterapia nos ofrece procedimientos y caminos
muy diferentes. Cualquiera de ellos que nos conduzca al
fin propuesto, a la curación del enfermo, será bueno. Las
promesas de mejoría que prodigamos consoladoramente a
los enfermos, corresponden ya a uno de los métodos psi-
coterápicos. Pero al ahondar en la esencia de las neuro-
sis no hemos hallado nada que nos obligue a limitarnos a
semejante consuelo y hemos desarrollado las técnicas de
la sugestión hipnótica y las de la psicoterapia por deriva-
ción, por elaboración y por provocación de afectos favo-
rables. Todas ellas me parecen estimables y las emplearia
en circunstancias apropiadas. Si, en realidad, me he limi-
tado a un único método, al que Breuer denominó «catárti-
co» y yo prefiero llamar «analítico», ha sido tan sólo por
razones subjetivas. À consecuencia de mi participación en
la génesis de esta terapia, me siento personalmente obli-
gado a consagrarme a su investigación y al perfecciona-
miento de su técnica. Puedo afirmar que la psicoterapia
analítica es la más poderosa, la de más amplio alcance y
la que consigue una mayor transformación del enfermo.
Abandonando por un momento el punto de vista terapéu-
tico, puedo afirmar también que es la más interesante y la
única que nos instruye sobre la génesis y la conexión de
los fenómenos patológicos. Por la visión que nos procura
del mecanismo de la enfermedad anímica, es también la
única que puede conducirnos más allá de sus propios lími-
tes e indicarnos el camino de otras formas de influjo tera-
péutico. £Con relaciôn a este método psicoteräpico catärtico o
analitico, vais a permitirme que rectifique algunos errores
y exponga algunas aclaraciones:a) He observado que este método es confundido fre-
cuentemente con el tratamiento por sugestiôn hipnôtica,
pues, entre otras cosas, algunos colegas que no suelen
considerarme, en general, como su hombre de confianza,Ağ
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TECNICA DE LA PSICOANALISIS
me envian, a veces, enfermos—enfermos refractarios, na-
turalmente—con el encargo de que los hipnotice. Ahora
bien, hace casi ocho afios que no empleo ya el hipnotismo
para fines terapéuticos (salvo en algunos ensayos aisla-
dos) y, por lo tanto, suelo devolver tales envios con el
consejo de que quienes conffan en la terapia hipnôtica de-
ben practicarla por si mismos. En realidad, entre la técni-
ca sugestiva y la analítica existe una máxima oposición,
aquella misma oposición que respecto a las artes encerró
Leonardo de Vinci en las fórmulas «per via di porre» y
«per via di levare». La pintura, dice Leonardo, opera «per
via di porre», esto es, va poniendo colores donde antes
no los había, sobre el blanco lienzo. En cambio, la escul-
tura procede «per via di levare», quitando de la piedra la
masa que encubre la superficie de la estatua en ella conte-
nida. Idénticamente, la técnica sugestiva actúa <per via di
porre»; no se preocupa del origen, la fuerza y el sentido
de los síntomas patológicos, sino que les sobrepone algo
—la sugestión— que supone ha de ser lo bastante fuerte
para impedir la exteriorización de la idea patógena. En
cambio, la terapia analítica no quiere agregar nada, no
quiere introducir nada nuevo, sino, por lo contrario, quitar
y extraer algo, y con este fin, se preocupa de la génesis
de los síntomas patológicos y de las conexiones de la idea
patógena que se propone hacer desaparecer. Esta investi-
gación nos ha procurado importantes conocimientos. Por
mi parte, renuncié tempranamente a la técnica sugestiva
y, con ella, a la hipnosis, porque dudaba mucho que la
sugestión tuviera fuerza y persistencia suficientes para
garantizar una curación duradera. En todos los casos gra-
ves vi desvanecerse pronto la sugestión sobrepuesta y re-
aparecer la enfermedad o una substitución equivalente.
Además, esta técnica tiene el inconveniente de ocultarnos
el funcionamiento de las fuerzas psíquicas, no dejándonos
reconocer, por ejemplo, la resistencia, con la cualー ⑧ 一 6
S.
PROF. S n Ру ВОВА USD
se aferran los enfermos a su enfermedad y se rebelan con-
tra la curación, factor que es, precisamente, el ünico que
puede facilitarnos la comprensión de su conducta en la
vida.b) También me parece muy difundido entre mis co-
legas el error de creer que la técnica de la investigación de
los agentes patológicos y la supresión de los síntomas por
dicha investigación son cosas fáciles y naturales. Sólo así
puedo explicarme que ninguno de los muchos colegas a
quienes interesa mi terapia y opinan resueltamente sobre
ella, me haya pedido nunca información sobre la forma de
aplicarla. Alguna vez, he oído también, con asombro, que
en tal o cual sala del hospital, el médico director hábía en-
cargado a uno de sus jóvenes ayudantes la «psicoanálisis»
de un histérico. Tengo la seguridad de que si se tratase
del análisis de un tumor extirpado a un enfermo, el mismo
médico director no lo encargaría a un ayudante al que no
supiera perfectamente impuesto en la técnica histológica.
Por ültimo, llega también a mí, de cuando en cuando, la
noticia de que algún colega está sometiendo a uno de sus
pacientes a una cura psíquica, y como me consta que ig-
nora en absoluto la técnica de una tal cura, he de suponer
que confía en que el enfermo le revele espontáneamente
sus secretos o busca la salvación en una especie de con-
fesión o confidencia. No me extrafiaría nada que semejan-
te tratamiento dafiase al enfermo en lugar de beneficiarle.
El instrumento anímico no es nada fácil de tafier. En estos
casos, recuerdo siempre las palabras de un neurótico fa-
moso en todo el mundo, pero que nunca fué tratado por
ningån médico, pues sólo vivió en la imaginación de un
poeta. Me refiero al príncipe Hamlet de Dinamarca. El
rey ha enviado junto a él a dos cortesanos, para sondearle
y arrancarle el secreto de su melancolía. Hamlet los re-
chaza. En este punto, traen a escena unas flautas. Ham-
let toma una y se la tiende a uno de los importunos, invi-PER =
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TECNICA DE LA PSICOANALISIS
tändole a tafierla. El cortesano se excusa, alegando su
completa ignorancia de aquel arte y Hamlet exclama:
«Pues mira tå en qué opinión más baja me tienes. Tú me
quieres tocar, presumes conocer mis registros, pretendes
extraer lo más íntimo de mis secretos, quieres hacer que
suene desde el más grave al más agudo de mis tonos; y
ve aquí este pequeño órgano, capaz de excelentes voces
y de armonía, que tú no puedes hacer sonar. ¿Y juzgas
que se me tañe a mí con más facilidad que a una flauta?
No; dame el nombre del instrumento que quieras; por más
que lo manejes y te fatigues, jamás conseguirás hacerle
producir el menor sonido». (Acto III, escena 2.)c) Por algunas de mis observaciones habréis podido
ya adivinar que la cura analítica entraña ciertas particula-
ridades por las que dista mucho de ser una terapia ideal.
Тото, сто, IUCUNDE; la investigación y la rebusca en que
se basa no auguran ciertamente una rápida obtención del
fin curativo y la mención de la resistencia os habrá hecho
sospechar la emergencia de dificultades poco gratas en el
curso del tratamiento. Efectivamente, el tratamiento psi-
coanalítico plantea grandes exigencias tanto al enfermo
como al médico. Para el enfermo, se hace demasiado
largo y, en consecuencia, muy costoso, aparte del sacrifi-
cio que ha de suponerle comunicar con plena sinceridad,
cosas que preferiría silenciar. Para el médico, a más de la
prolongada labor que ha de dedicar a cada paciente, resul-
ta harto trabajoso, por la técnica especialísima que ha de
aprender y aplicar. Por mi parte, no tendría nada que opo-
ner al empleo de procedimientos terapéuticos más cómo-
dos, siempre que con ellos se obtuvieran también resulta-
dos positivos. Pero mientras que un tratamiento penoso y
largo cure mejor que otro sencillo y breve, habremos de
preferir siempre el primero, no obstante sus inconvenien-
tes. Así, la moderna terapia del lupus es, desde luego,
mucho más incómoda y costosa que los antiguos raspadosSI
S.
PPOP««I.FPE»D
y cauterios, y sin embargo significa un gran progreso,
pues obtiene la curacién radical. Sin que ello suponga ex-
tremar la comparacién, puede afirmarse que el método
psicoanalitico tiene también derecho a igual privilegio.
Hasta ahora, sölo he podido desarrollarlo y contrastarlo en
casos muy graves, en enfermos que habian pasado afios
enteros recluidos en un sanatorio y habian probado ya
todos los procedimientos terapéuticos, sin encontrar ali-
vio. No puedo, por lo tanto, precisar atin la acciön de mi
terapia en aquellas otras enfermedades menos graves, de
emergencia 601560108, que vemos desaparecer bajo los
más diversos influjos o incluso espontáneamente. La tera-
pia analítica ha sido creada para enfermos prolongada-
damente incapacitados para la vida, se ha ido perfeccio-
nando en su tratamiento, y su mayor triunfo ha sido devol-
ver a un número muy satisfactorio de estos enfermos su
plena capacidad. Ante estos resultados todo esfuerzo ha
de aparecer pequeño.d) Las numerosas dificultades prácticas con las que
ha tropezado mi actividad, me impiden daros ya una rela-
ción definitiva de las indicaciones y contraindicaciones del
tratamiento analítico. Convendra, sin embargo, aclarar al-
gunos puntos:1) No debemos atender tan sólo a la enfermedad,
sino también al valor individual del sujeto, y habremos de
rechazar a aquellos enfermos que no posean un cierto
nivel cultural y condiciones de carácter en las que poda-
mos confiar hasta cierto punto. No debe olvidarse que
también hay hombres sanos carentes de todo valor y que
siempre nos inclinamos demasiado a atribuir su inferiori-
dad a la enfermedad, en cuanto hallamos en ellos algún
signo de neurosis. A mi juicio, la neurosis no implica ne-
cesariamente la «degeneración», aunque no sea nada raro
encontrarla coexistiendo con fenómenos de degeneración
en el mismo individuo. Pero la psicoterapia analítica no es— —
S.
TECNICA DE LA PSICOANALISIS
un tratamiento de la degeneraciôn neurôtica, que, por el
contrario, pone un limite a su eficacia. Tampoco es apli-
cable a personas que, al someterse a tratamiento, no lo
hagan espontäneamente, sino por imposiciôn de sus fami-
liares. Más adelante nos ocuparemos de otra condiciôn ca-
pital para la aplicaciôn del tratamiento psicoanalitico: la
de que el sujeto sea aûn susceptible de educaciôn.2) Si queremos avanzar seguramente, habremos de
limitar nuestra elecciôn a personas capaces de un estado
normal, pues el procedimiento psicoanalitico tiene en él
su punto de partida para llegar a apoderarse de lo patol6-
gico. Las psicosis y los estados de confusiôn mental y de
melancolia profunda (pudiéramos decir: t⑥xica) contraindi-
can, asi, la aplicacion de la psicoanålisis, por lo menos tal
y como hoy se practica. De todos modos, no creo imposi-
ble que una vez adecuadamente modificado el método
analitico, quede superada esta contraindicaciôn y pueda
crear una psicoterapia de las psicosis.3) La edad de los enfermos desempefia también un
papel en su selecciôn para el tratamiento analitico, pues
en primer lugar, las personas préximas a los cincuenta
afıos suelen carecer de la plasticidad de los procesos ani-
micos, con la cual cuenta la terapia—los viejos no son ya
educables—, y en segundo, la acumulación de material
psíquico prolongaría excesivamente el análisis. El límite
opuesto, sólo individualmente puede determinarse; los in-
dividuos muy jóvenes, impúberes aún, son, a veces, muy
asequibles a la influencia analítica.4) No se acudirá tampoco a la psicoanálisis cuando
se trate de la rápida supresión de fenómenos amenazado-
res, por ejemplo, en una anorexia histérica.Ante esta serie de contraindicaciones, pensaréis quizá
que el campo de aplicación de la psicoanálisis es extraor-
dinariamente limitado. Quedan, no obstante, formas y
casos patológicos más que suficientes en los que contras-ー 8% =
S.
か “ な の - た ま I: 9 45 Fs な 、 つ S が な ま か
tar nuestra terapia: todas las formas crónicas de histeria,
el amplio sector de los estados obsesivos, las abulias y
otras perturbaciones análogas.Consignaremos, por último, con satisfacción, que la
eficacia y la rapidez de nuestra terapia crecen en razón
directa del valor individual del sujeto y de su nivel moral
e intelectual.e) Querréis, seguramente, preguntarme si la aplica-
ción de la psicoanálisis no puede causar algún daño a los
pacientes. Puedo afirmaros que una cura analítica desarro-
llada por un médico perito en la técnica del análisis no
supone peligro alguno para el enfermo y espero que otor-
guéis a nuestra terapia la misma benevolencia crítica que
en general estáis dispuestos a conceder a otros métodos
terapéuticos. Sólo pueden juzgarla de otro modo aquellos
profanos que acostumbran a imputar al tratamiento cuan-
tos fenómenos surgen en un caso patológico. No hace
mucho tiempo existía aún un prejuicio semejante contra
los balnearios. Algún enfermo a quien se aconsejaba visi-
tar un establecimiento de este orden, se resistía, alegando
que un conocido suyo había ido a un balneario en busca
de la curación đe un ligero padecimiento nervioso y se
había vuelto loco en el curso del tratamiento hidroterápico.
Como adivinaréis, se trataba de casos incipientes de pa-
rálisis general que en su estadio inicial podían ser envia-
dos a un balneario y que siguieron en él su curso fatal
hasta la demencia manifiesta. Mas, para los profanos, la
culpa de aquella agravación no podía ser sino del agua.
Tampoco los médicos se muestran libres de estos prejui-
cios cuando se trata de métodos nuevos. En una ocasión
emprendí la cura psicoterápica de una mujer que había
pasado gran parte de su vida en alternativas de manía y
melancolía, haciéndome cargo de la enferma al final de
una fase de melancolía. Durante dos semanas pareció me-
jorar, pero a la tercera, se inició una nueva fase de manía.EN C
S.
TECNICA DE LA PSICOANALISIS
Tratåbase, seguramente, de una modificacion espontånea
del cuadro patológico, pues quince dias son un plazo muy
corto para que la psicoanálisis comience a producir algún
efecto, pero el ilustre médico—ya fallecido—que asistía
conmigo a la enferma, no pudo retener su opinión de que
aquella «agravación» era imputable a la psicoterapia. Es-
toy seguro de que en otras circunstancias hubiera demos-
trado mejor sentido crítico.f) Para terminar, he de decirme que no es justo ve-
nir reteniendo ya tanto tiempo vuestra atención en favor
de la psicoterapia analítica, sin explicaros en qué consiste
semejante tratamiento y en qué se funda. Claro es que la
brevedad a que estoy forzado no me permitirá daros más
que ligeras indicaciones. Así, pues, os diré que nuestra
terapia se funda en el conocimiento de que las represen-
taciones inconscientes—o mejor dicho: la naturaleza in-
consciente de ciertos procesos anímicos—es la causa
primera de los síntomas patológicos. Compartimos esta
convicción con la escuela francesa (Janet), que refiere el
síntoma histérico a la «idea На» inconsciente. Pero no te-
máis que por este camino nos adentremos en el sector más
obscuro de la filosofía. Nuestro inconsciente no es el mis-
mo que el de los filósofos, y además, la mayoría de los filó-
sofos no quiere saber nada de «lo psíquico inconsciente».
Pero si os colocáis en nuestro punto de vista, advertiréis
en seguida que la traducción a lo consciente del material
inconsciente dado en la vida anímica del enfermo, tiene
que corregir su desviación de lo normal y destruir la coer-
ción que pesa sobre su vida psíquica. La voluntad cons-
ciente no alcanza más allá de los procesos psíquicos cons-
cientes, y toda coerción psíquica se funda en el psiquismo
inconsciente. Tampoco habréis de temer que la conmoción
producida por la entrada de lo inconsciente en la concien-
cia perjudique al sujeto, pues ya teóricamente puede de-
mostrarse que la acción somática y psíquica de los impul-a ⑧ な ー
S.
pporدغاsد尸gвдo
sos animicos hechos conscientes no puede ser nunca tan
fuerte como la de los inconscientes. Sabido es que el do-
minio de todos nuestros impulsos lo conseguimos hacien-
do actuar sobre ellos nuestras funciones psiquicas més
altas, dotadas de conciencia.Pero también podéis elegir otro punto de vista para la
comprensiôn del tratamiento psicoanalitico. El descubri-
miento y la traducción de lo inconsciente se llevan a cabo
contra una continua «resistencia» del enfermo. La emer-
gencia de lo inconsciente va enlazada a sensaciones de
displacer, a causa de las cuales es rechazado siempre de
nuevo. En este conflicto que se desarrolla en la vida ani-
mica del enfermo, interviene el médico. Si consigue llevar
al enfermo a aceptar algo que hasta entonces habia recha-
zado (reprimido) a consecuencia de la regulación automá-
tica determinada por el displacer, habrá logrado llevar a
buen término una parte importante de labor educativa. Ya
el hecho de mover a madrugar a un individuo que sólo a
disgusto abandonaba el lecho, es una labor educativa.
Pues bien, el tratamiento psicoanalítico puede ser conside-
rado como una tal segunda educación, encaminada al ven-
cimiento de las resistencias internas. En los nerviosos, la
necesidad de esta segunda educación, se hace sentir espe-
cialmente en cuanto al elemento anímico de su vida se-
xual. En ningún lado han producido la civilización y la
educación daños tan graves como en este sector, en el
cual hallamos las etiologías principales de la neurosis. El
otro elemento etiológico, la aportación constitucional, nos
es dado como algo inmutable y fatal. Surge aquí una con-
dición importantísima para el médico. Ha de poseer un
alto nivel moral y haber vencido en sí mismo aquella mez-
cla de salacidad y mojigatería con la cual acostumbran a
enfrontarse muchas personas con los problemas sexuales.Surge aquí una nueva observación. Sé que mi acen-
tuación del papel de la sexualidad en la génesis de las neu-EE ලය
S.
TECNICA DE LA PSICOANALISIS
rosis se ha difundido en circulos muy amplios. Pero tam-
bién sé que las restricciones y la minuciosidad sirven de
poco con el gran püblico. La multitud tiene poco sitio en
la memoria y no conserva, de las afirmaciones, más que
su nédulo, creåndose extremos fåcilmente visibles. Tam-
bien algunos médicos creen que mi teoria refiere en ültimo
término las neurosis a la privacion sexual. No falta cierta-
mente tal privaciôn en las condiciones de vida de nuestra
sociedad. Dada semejante premisa, lo inmediato 50118 elu-
dir el penoso rodeo a través de la cura psiquica y buscar
directamente la curaciôn, recomendando al enfermo, como
medicina, la actividad sexual. Si esta deducciôn fuera
exacta no veo nada que pudiera detenerme de hacer al pa-
ciente una tal recomendaciôn. Pero la cuestiôn es muy dis-
tinta. La privaciôn sexual es tan sôlo uno de los factores
que intervienen en el mecanismo de la neurosis. Si fuera el
único, la consecuencia no seria la enfermedad sino el des-
enfreno sexual. El otro factor iguaimente imprescindible y
que se suele olvidar demasiado fåcilmente, es la repug-
nancia sexual de los neurôticos, su incapacidad de amar,
aquel rasgo psiquico al que hemos dado el nombre de «re-
presiôn». Sélo del conflicto entre ambas tendencias surge
la enfermedad neurôtica, y por lo tanto, la libre actividad
sexual s6lo en muy contados casos puede ser recomenda-
ble en las psiconeurosis.Para terminar, habréis de permitidme unas palabras de
defensa. Queremos esperar que vuestro interés por la psi-
coanålisis, despojado de todo prejuicio hostil, nos apoyarå
en la labor de conseguir también resultados positivos en el
tratamiento de casos graves de psiconeurosis.= >
Conferencia pronunciada en el Colegio de médicos, de Vienna, en 1904
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