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El caråcter y el erotismo anal
1908.
Entre las personas a las que intentamos prestar ayuda
por medio de los métodos psicoanaliticos, hallamos con
bastante frecuencia, un tipo que se distingue por la coin-
cidencia de ciertas cualidades de caråcter, y en el que
atraen, ademas, nuestra atencion, determinadas singulari-
dades, que una de sus funciones somåticas y los Organos
en ella participantes, hubieron de presentar durante la in-
fancia. No puedo ya indicar con exactitud cuåles fueron
las ocasiones que me movieron a sospechar una relaciôn
orgånica entre aquellas cualidades del caråcter y estas sin-
gularidades de ciertos órganos, pero si puedo asegurar,
que en la emergencia de tal sospecha no participó prejui-
cio alguno teórico. Posteriormente, la acumulación de im-
presiones análogas ha robustecido en mí de tal modo la
creencia en dicha relación, que hoy me aventuro ya a co-
municarla.Las personas que me propongo describir atraen nues-
tra atencion por presentar regularmente asociadas tres
cualidades: Son cuidadosos, económicos y
tenaces. Cada una de estas palabras sintetiza, en
realidad, un pequeño grupo de rasgos característicos afi-
nes. La cualidad de «cuidadoso» comprende tanto la pul-
critud individual como la escrupulosidad en el cumplimiento
de deberes corrientes y la garantía personal; lo contrario
de «cuidadoso» seria, en este sentido, descuidado o desor-— ee
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ENZÄYOS.1906-1924
denado. La economia puede aparecer intensificada hasta
la avaricia y latenacidad convertirse en obstinacién, enla-
zåndose a ella, fåcilmente, una tendencia a la côlera 6 in-
clinaciones v2ngativas. Las dos últimas condiciones men-
cionadas, la economia y la tenacidad, aparecen más
estrechamente enlazadas entre si, que con la primera. Son
también la parte mas constante del complejo total. De
todos modos, me parece indudable que las tres se enla-
zan, de algün modo, entre si.Investigando la temprana infancia de estas personas,
averiguamos, fåcilmente, que necesitaron un plazo relati-
vamente amplio para llegar a dominar la «incontinentia
alvi> infantil, y que todavia en años posteriores de su in-
fancia, tuvieron que lamentar algunos fracasos aislados
de esta funciôn. Parecen haber pertenecido a aquellos
nifios de pecho que se niegan a defecar en el orinal por-
que el acto de la defecaciôn les produce, accesoriamente,
un placer (1), pues confiesan que en años algo posterio-
res les gustaba retener la deposiciôn y recuerdan, aunque
refiriéndolos, por lo general, a sus hermanos y no a si
propios, toda clase de manejos indecorosos con el pro-
ducto de la deposiciôn. De estos signos, deducimos una
franca acentuación erógena de la zona anal en la consti-
tuciôn sexual congénita de tales personas. Pero como una
vez pasada la infancia no se descubre ya en ellas resto
ninguno de tales debilidades y singularidades, hemos de
suponer, que la zona anal ha perdido su significaciôn егб-
tica en el curso de la evolución y sospechamos que la
constancia de aquella tríade de cualidades observable en
su carácter puede ser relacionada con la desaparición del
erotismo anal.Sé muy bien que nadie se aventura a aceptar la exis-
(1) Cf. los «Tres ensayos sobre una teoría xesual», tomo II de
esta edición castellana.ー 149 一
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PEOP.«S.FKE»D
tencia de un estado de cosas mientras el mismo le resulta
incomprensible y no ofrece acceso alguno a una explica-
ciôn. Pero algunas de las hipôtesis desarrolladas por mi,
en mis «Tres ensayos sobre una teorfa sexual», pueden
aproximarnos, por lo menos, a la comprensiôn de la parte
fundamental de nuestro tema. En el citado estudio, inten-
to mostrar que el instinto sexual humano es algo muy
compuesto, que nace de las aportaciones de numerosos
componentes e instintos parciales. Los estimulos perifé-
ricos de ciertas partes del cuerpo (los genitales, la boca,
el ano, el extremo del conducto uretral), a las que damos
el nombre de zonas erégenas, rinden aportaciones esen-
ciales a la «excitación sexual». Pero no todas las magni-
tudes de excitación procedentes de estas zonas reciben
el mismo destino, ni lo reciben tampoco igual en todos los
períodos de la vida del individuo. En general, sólo una
parte de ellas es aportada a la vida sexual. Otra parte es
desviada de los fines sexuales y orientada hacia otros
fines distintos, proceso al que damos el nombre de «su-
blimación». Hacia aquel período de la vida individual que
designamos con el nombre de «período de lactancia», o
sea desde los cinco años a las primeras manifestaciones
de la pubertad (hacia los once años) son creados en la vida
anímica, a costa precisamente de estas excitaciones apor-
tadas por las zonas erógenas, productos de reacción, o
por decirlo así, anticuerpos, tales como el pudor, la repug-
nancia y la moral, que se oponen en calidad de diques, a
la ulterior actividad de los instintos sexuales. Dado que el
erotismo anal pertenece a aquellos componentes del ins-
tinto, que en el curso de la evolución y en el sentido de
nuestra actual educación cultural resultan inutilizables
para fines sexuales, no parece muy aventurado reconocer
en las cualidades que tan frecuentemente muestran reuni-
dos los individuos cuya infancia presentó una especial in-
tensidad de este instinto parcial—el cuidado, la economíaー ⑮0 一
ERRATA IMPORTANTE
En la pagina 150, linea 21, donde dice
<periodo de lactancia», debe decir «periodode latencia».
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ENSAYOS.1906-1924
y la tenacidad 一 los resultados mås directos y constantes
de la sublimaciôn del erotismo anal.Tampoco a nosotros se nos ha hecho transparente la
necesidad interior de esta relaciôn, pero si podemos adu-
cir algo que puede aproximarnos a su comprensiôn. La
pulcritud, el orden y la escrupulosidad hacen la impresión
de ser productos de la reacción contra el interés hacia lo
sucio, perturbador y no perteneciente a nuestro cuerpo
(«Dirt is matter in the wrong place»). La labor de rela-
cionar la tenacidad con el interés por la defecación parece
harto difícil, pero podemos recordar, que ya el niño de
pecho puede conducirse según su voluntad propia en lo
que respecta a la defecación y que la educación se sirve,
en general, de la aplicación de dolorosos estímulos sobre
la región vecina a la zona erógena anal, para doblegar la
obstinación del niño e inspirarle docilidad. Como expre-
sión de terco desafío se emplea aún, entre nuestras cla-
ses populares, una frase en la que el sujeto invita a su in-
terlocutor a besarle el trasero, o sea, en realidad, a una
caricia de las que sucumbieron a la represión. El gesto de
volver la espalda al adversario y mostrarle el trasero des-
nudo es también un acto de desafío y desprecio, corres-
pondiente a aquella frase, En el Gótz von Berlichingen
goethiano aparecen exactamente empleados, como expre-
sión de desafío, el gesto y la frase descritos.Entre los complejos del amor al dinero y la defecacion,
aparentemente tan dispares, descubrimos, sin embargo,
múltiples relaciones. Todo médico que ha practicado la
psicoanálisis sabe que por medio de esta correlación se
logra la desaparición del más rebelde estreñimiento habi-
tual de los enfermos nerviosos. El asombro que esto pue-
da provocar quedará mitigado al recordar que dicha fun-
ción se demostró también análogamente dócil al influjo de
la sugestión hipnótica. Pero en la psicoanálisis, no alcan-
zamos este resultado más que tocando el complejo crema-Saba
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PPOP.F.FPE»D
tistico de los pacientes y atrayéndolo, con todas sus rela-
ciones, a la conciencia de los mismos. Realmente, en
todos aquellos casos en los que dominan o perduran las
formas arcaicas del pensamiento, en las civilizaciones an-
tiguas, los mitos, las fåbulas, la supersticiôn, el pensa-
miento inconsciente, el sueño y la neurosis, aparece el di-
nero estrechamente relacionado con la inmundicia. El oro
que el diablo regala a sus protegidos se transforma luego
en estiércol. Y el diablo no es, ciertamente, sino la perso-
nificación de la vida instintiva reprimida inconsciente (1).
La superstición que relaciona el descubrimiento de teso-
ros ocultos con la defecación, y la figura folk-lórica del
«cagaducedos» son generalmente conocidas. Ya en las
antiguas leyendas babilónicas es el oro el estiércol del in-
fierno: Mammon = ilu mamman (2). Así, pues, cuando la
neurosis sigue los usos del lenguaje, lo hace tomando las
palabras en su sentido primitivo, rico en significaciones, y
cuando parece representar plásticamente una palabra, res-
tablece regularmente sólo su antiguo sentido.Es muy posible que la antítesis entre lo más valioso
que el hombre ha conocido, y lo más despreciable, la es-
coria que arroja de sí, sea lo que haya conducido a esta
identificación del oro con la inmundicia.En el pensamiento de la neurosis coadyuva aún, quizá,
a tal identificación otra circunstancia. Como ya sabemos,
el interés primitivamente erótico dedicado a la defecación(1) Recuérdese la posesión histérica y las epidemias de sata-
nismo.(2) Jeremías: Das Alte Testament im Lichte des alten Orients,
2." ed. 1906, pág. 216, y Babylonisches im Neuen Testament, 1906,
pág. 96: «Mamon (Mammon) es, en babilonio, man-man, uno de los
nombres de Nergal, el dios de los infiernos. El oro es, según el mito
oriental acogido luego en las leyendas y las fábulas de los pue-
blos, el estiércol del infierno. Véase la obra «Monotheistische Stró-
mungen innerhalb der babylonischen Religion, pág. 16, nota 12.— 152 —
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se halla destinado a desaparecer en afios ulteriores. En
estos afios surge, como nuevo interés, inexistente en la
infancia, el inspirado por el dinero, y esta circunstancia fa-
cilita el que la tendencia anterior, a punto de perder su
fin, se transfiera al nuevo fin emergente.Si las relaciones aqui afirmadas entre el erotismo anal
y la indicada triade de condiciones de caråcter poseen al-
guna base real, no esperaremos hallar una especial acen-
tuacion del «caråcter anal» en aquellos adultos en los que
perdura el caråcter erôgeno de la zona anal, por ejemplo,
en determinados homosexuales. Sino me equivoco mucho,
las observaciones hasta ahora realizadas no contradicen
esta conclusión.Ante los resultados expuestos, habremos de reflexio-
nar si también otros complejos del caråcter dejaran trans-
parentar su derivacion de las excitaciones de determina-
das zonas erôgenas. Hasta el dia, 5610 he podido recono-
cer la «ardiente» ambición de los individuos que en su
infancia padecieron de enuresis. De todos modos, pode-
mos establecer, para la constituciôn definitiva del caråc-
ter, producto de los instintos constitutivos, la siguiente
formula: Los rasgos permanentes del caräcter son conti-
nuaciones invariadas de los instintos primitivos, sublima-
ciones de los mismos o reacciones contra ellos.
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