El final del complejo de Edipo 1924-003/1930.es
  • S.

    El final del complejo de Edipo
    1924

    EI complejo de Edipo va designändose cada vez clara-
    mente como el fenömeno central del temprano periodo se-
    zual infantil. Luego sucumbe a la represiön y es seguido
    del periodo de latencia. Pero no hemos visto alın clara-
    mente cuäles son las causas que provocan su fin. El anäli-
    sis parece atribuirlo a las decepciones dolorosas sufridas
    por el sujeto. La nifia, que se cree objeto preferente del
    amor de su padre, recibe un dia una dura correcciön por
    parte de 6ste, y se ve expulsada de su feliz Paraiso. El
    nifio, que considera a su madre como propiedad exclusiva
    suya, la ve orientar, de repente, su carifio y sus cuidados,
    hacia un nuevo hermanito. Pero tambien en aquellos casos
    en los que no acaecen sucesos especiales como los cita-
    dos en calidad de ejemplos, la ausencia-de la satisfacciön
    deseada acaba por apartar al infantil enamorado de su in-
    clinaciön sin esperanza. EI complejo de Edipo sucumbiria,
    asi, a’su propio fracaso, resultado de su imposibilidad in-
    terna.

    Otra hipötesis seria la de que el complejo de Edipo tie-
    ne que desaparecer porque Ilega el momento de su disolu-
    ciön, como los dientes de leche se caen cuando comienzan
    a formarse los definitivos. Aunque el complejo de Edipo
    es vivido tambien individualmente por la mayoria de los
    seres humanos, es, sin embargo, un fenömeno determina-
    do por la herencia y habrä de desaparecer, conforme a una

  • S.

    PROF. SS. FREUD

    trayectoria predeterminada, al iniciarse la fase siguiente
    del desarrollo. Resultarä, pues, indiferente, cuäles sean
    los motivos ocasionales de su desapariciön e incluso que
    no podamos hallarlos.

    Ambas hipötesis parecen justificadas. Pero, ademäs,
    resultan fäcilmente conciliables. Al lado de la hipötesis
    filog&nica mäs amplia, queda espacio suficiente para la on-
    togenica. Tambien el individuo entero estä destinado, des-
    de su nacimiento mismo, a morir, y tambi6n lleva ya indi-
    cada, quizä en la disposiciön de sus Örganos, la causa de su
    muerte. Pero siempre serä interesante perseguir cömo se
    desarrolla el programa predeterminado y en que forma
    es aprovechada la disposiciön por acciones nocivas ca-
    suales.

    Nuestra penetraciön ha sido aguzada recientemente
    por la observaciön de que el desarrollo sexual del ninio
    avanza hasta una fase en la que los genitales se han adju-
    dicado ya el papel directivo. Pero este genital es tan sölo
    el masculino, 0 mäs exactamente aün, el pene; el genital
    femenino permanece aün desconocido. Esta fase fälica,
    que es, al mismo tiempo, la del complejo de Edipo, no
    continüa desarrolländose hasta constituir una organizaciön
    genital definitiva, sino que desaparece y es sustitufda por
    el periodo de latencia. Pero su desapariciön se desarrolla
    de un modo tipico y apoyändose en sucesos regularmente
    emergentes.

    Cuando el sujeto infantil de sexo masculino ha concen-
    trado-su inter&s sobre sus genitales, lo revela con mane-
    jos manuales y no tarda en advertir que los mayores no
    estän conformes con aquella conducta. Mäs 0 menos pre-
    cisa, mäs o menos brutal, surge la amenaza de privarle de
    aquella parte tan estimada de su cuerpo. Esta amenaza de
    castraciön parte casi siempre de alguna de las mujeres que
    rodean habitualmente al nifio, las cuales intentan, muchas
    veces, robustecer su autoridad asegurando que el castigo

    - 4

  • S.

    E N Ss A y o Sg

    serä llevado a cabo por el medico o por el padre. En al-
    gunos casos, Ilevan a cabo, por si mismas, una atenua-
    ciön simbölica de su amenaza, anunciando, no ya la muti-
    laciön del örgano genital, pasivo en realidad, sino la de la
    mano, activamente pecadora. Con gran frecuencia, suce-
    de que el infantil sujeto no es amenazado con la castra-
    ciön por juguetear con el pene, sino por mojar todas las
    noches la cama. Sus guardadores se conducen entonces
    como si esta incontinencia nocturna fuese consecuencia
    y testimonio de los tocamientos del örgano genital y,
    probablemente, tienen razön. En todo caso, tal inconti-
    nencia duradera puede equipararse a la poluciön del adul-
    to, siendo una manifestaciön de la misma excitaciön ge-
    nital que por esta &poca ha impulsado al niio a mastur-
    barse.

    -Habremos de afirmar, ahora, que la organizaciön geni-
    tal fälica del niio sucumbe a esta amenaza de castraciön,
    aungue no inmediatamente y sin que a ella se agreguen
    otras influencias, pues el nifio no presta, al principio, a la
    amenaza, fe ni obediencia ningunas. La psicoanälisis ha
    concedido recientemente un gran valor a dos clases de ex-
    periencias que no son ahorradas a ningün nifio y por las
    cuales habria de estar preparado a la p&rdida de partes de
    su cuerpo altamente estimadas: la perdida, temporal pri-
    mero y luego definitiva, del pecho materno, y la expul-
    siön diariamente necesaria, del contenido intestinal. Pero
    no se advierte que estas experiencias entren en juego con
    motivo de la amenaza de castraciön. Sölo despues de
    haber hecho otra nueva comienza el nifio a contar con la
    posibilidad de una castraciön y aun entonces muy vacilan-
    temente, contra su voluntad y procurando aminorar el al-
    cance de su propia observaciön.

    Esta observaciön que rompe por fin la incredulidad del
    nifio es su descubrimiento de los genitales femeninos.
    Siempre se le presenta alguna ocasiön de contemplar la

  • S.

    PROF. SS. FR E .UD

    regiön genital de una nifia y convencerse de la falta de
    aquel Örgano, del que tan orgulloso estä, en un ser tan se-
    mejante a €l. De este modo, se le hace ya posible repre-
    sentarse la perdida de su propio pene, y la amenaza de la
    castraciön comienza entonces a surtir sus efectos.

    Por nuestra parte, no debemos ser tan cortos de vista
    como los familiares y guardadores del nifio, que le amena-
    zan con la castracibn y desconocer, como ellos, que la
    vida sexual del nifo no se reduce por esta &poca, exclusi-
    vamente, a la masturbaciön. Aparece tambien, visible-
    mente, en su actitud con respecto a sus padres, determi-
    nada por el complejo de Edipo. La masturbaciön no es
    mäs que la descarga genital de la excitaciön sexual co-
    rrespondiente al complejo y deberä a esta relaciön su sig-
    nificaciön para todas las &pocas ulteriores. EI complejo de
    Edipo ofrecia al niro dos posibilidades de satisfacciön,
    una activa y otra pasiva. Podfa situarse en actitud mascu-
    lina en el lugar del padre y tratar como &l a su madre, ac-
    titud que hacia ver pronto en el padre un estorbo, o que-
    rer sustituir a la madre y dejarse amar por ei padre, resul-
    tando entonces superflua la madre. EI nifio no tiene sino
    una idea muy vaga de aquello en lo que puede consistir la
    satisfacciön amorosa, pero sus sensaciones orgänicas le
    imponen la convicciön de que el pene desempefia en ella
    algün papel. No ha tenido ocasiön tampoco para dudar de
    que la mujer posea tambien un pene. La aceptaciön de la
    posibilidad de la castraciön y el descubrimiento de que la
    mujer aparece castrada, puso, pues, un fin a las dos posi-
    bilidades de satisfacciön relacionadas con el complejo de
    Edipo: Ambas trafan consigo la perdida del pene, la una,
    masculina, como castigo, la otra, femenina, como premisa.
    Si la satisfacciön amorosa basada en el complejo de Edipo
    ha de costar la perdida del pene, surgirä un conflicto entre
    el inter&s narcisista por esta parte del cuerpo y la carga

    . libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto,

    2166 —

  • S.

    E N Ss A v o 8

    vence normalmente el Primer poder, y el Yo del nifio se
    aparta del complejo de Edipo.

    Ya he indicado en otro lugar, de que forma se desarro-
    Ila este proceso. Las cargas de objeto quedan abandona-
    das y sustitufdas por identificaciones. La autoridad del
    Padre o de los Padres, introyectada en el Yo, constituye
    en el el nödulo del super-Yo, que toma del padre su rigor,
    Perpetüa su prohibiciön del incesto y garantiza asi al Yo

    salvado, por una parte, los genitales, apartando de ellos
    la amenaza de Castraciön, pero, por otra, los ha paraliza-
    do, despojändolos de su funciön. Con €l empieza el pe-
    riodo de latencia que interrumpe la evoluciön sexual del
    nino, - .

    No veo motivo alguno para no considerar el aparta-
    miento del Yo del complejo de Edipo, como una represiön,
    aunque la mayoria de las represiones ulteriores se pro-
    duzcan bajo la intervenciön del super-Yo, cuya formaciön
    se inicia Precisamente aquf. Pero el proceso descrito es
    mäs que una represiön y equivale, cuando se desarrolla
    perfectamente, @ una destrucciön y una desapariciön del
    complejo. Nos inclinarfamos a Suponer que hemos trope-
    zado aquf con el Iimite, nunca Precisamente determinable,
    entre lo normal y lo patolögico. Si el Yo no ha alcanzado
    realmente mäs que una represiön del complejo, &ste con-
    tinuarä subsistiendo, inconsciente, en el Ello, y manifesta-
    rä mäs tarde su acciön patögena.

    La observaciön analitica permite reconocer o adivinar
    estas relaciones entre la orgänizaciön fälica, el complejo
    de Edipo, la amenaza de castraciön, la formacion del super-

    — 12167 —_

  • S.

    PROF. Ss. FR E UD

    Yo y el periodo de latencia. Ellas justifican la afirmaciön
    de que el complejo de Edipo sucumbe a la amenaza de
    castraciön. Pero con ello no queda terminado el problema;
    queda aüın espacio para ına especulaciön teörica, que pue-
    Je destruir el resultado obtenido o arrojar nueva luz sobre
    €l. Ahora bien; antes de emprender este camino, habre-
    mos de examinar una interrogaciön que surgiö durante la
    discusiön que antecede y hemos dejado aparte hasta aho-
    ra. El proceso descrito se refiere, como hemos dicho ex-
    presamente, al sujeto infantil masculino. «Que trayectoria
    seguirä el desarrollo correspondiente en la nifia?

    Nuestro material se hace aqui—incomprensiblemente—
    mucho mäs oscuro e insuficiente. Tambien el sexo femeni-
    no desarrolla un complejo de Edipo, un super-Yo y un pe-
    riodo de latencia. @Pueden serle atribuidos asi mismo un
    complejo de castraciön y una organizaciön fälica? Desde
    luego, si, pero no los mismos que en el nifio. La diferen-
    cia morfolögica ha de manifestarse en variantes del des-
    arrollo psiquico. La anatomia es el destino, podriamos
    decir, glosando una frase de Napoleön. EI clitoris de la
    nifia se comporta, al principio, exactamente como un pene,
    pero cuando la sujeto tiene ocasiön de compararlo con el
    pene verdadero de un niio, encuentra pequefio el suyo y
    siente este hecho como una desventaja y un motivo de
    inferioridad. Durante algün tiempo, se consuela con la es-
    peranza de que crecerä con ella, iniciändose, en este pun-
    to, el complejo de masculinidad de la mujer. La nifia no
    considera su falta de pene como un caräcter sexüal, sino
    que la explica suponiendo que en un principio poseia un
    pene igual al que ha visto en el niio, pero que lo perdi6
    luego por castraciön. No parece extender esta conclusiön
    a las demäs mujeres, a las mayores, sino que las atribuye,
    de completo acuerdo con la fase fälica, un genital masculi-
    no completo. Resulta, pues, la diferencia importante de
    que la nifia acepta la castraciön como un hecho consuma-

    F 2168 —

  • S.

    E N Ss A v o Ss

    do, mientras que el nifio teme la posibilidad de su cumpli-
    miento.

    Con la exclusiön del miedo a la castraciön desaparece
    tambien un poderoso motivo de la formaciön del super-Yo
    y de la interrupciön de la organizaciön genital infantil. Es-
    tas formaciones parecen ser, mäs que en el nifio, conse-
    cuencias de la educaciön, de la intimidaciön exterior que
    amenaza con la perdida del carifio de los educadores. El
    complejo dr Edipo de la nifia es mucho mäs univoco que
    el del nifio y, segün mi experiencia, va muy pocas veces
    mäs allä de la sustituciön de la madre y la actitud femeni-
    na con respecto al padre. La renuncia al pene no es so-
    portada sin la tentativa de una compensaciön. La nifia
    pasa—podriamos decir que siguiendo una comparaciön
    simbölica—de la idea del pene a la idea del nino. Su com-
    plejo de Edipo culmina en el deseo, retenido durante mu-
    cho tiempo, de recibir del padre, como regalo, un nifio, te-
    ner de &] un hijo. Experimentamos la impresiön de que el
    complejo de Edipo es abandonado luego lentamente por-
    que este deseo no llega jamäs a cumplirse. Los dos de-
    seos, el de poseer un pene y eldetener un hijo, perduran
    en lo inconsciente, intensamente cargados, y ayudan a
    preparar a la criatura femenina para su ulterior papel se-
    xual. Pero, en general, hemos de confesar que nuestro
    conocimiento de estos procesos evolutivos de la nifia es
    harto insatisfactorio e incompleto.

    Es indudable que las relaciones temporales y causales
    aquf descritas ‘entre el complejo de Edipo, la intimidaciön
    sexual (amenaza de castraciön), la formaciön del super-
    Yo y la entrada en el periodo de latencia, son de naturale-
    za tipica, pero no quiero afirmar que este tipo sea el üni-
    co. Las variantes en la sucesiön temporal y en el encade-
    ‚namiento de estos procesos han de ser muy importantes
    para el desarrollo del individuo.

    Desde la publicaciön del interesante estudio de ©. Rank

    19 —

  • S.

    ala Cästraciön, Pero m,

    rematuro entrar por ah esta discusiön

    y quizä tambie, adecuado Comenzar en este punto la
    N de la teorja de Rank,