La psycoanálisis 1923-022/1934.es
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    La psicoanälisis y la teoria de la libido

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    La psicoanalisis

    Psicoanälisis eselnombre: 1.°de un me
    todo para la investigaciön de procesos animicos ape-
    nas accesibles de otro modo; 2.° de un metodo tera-
    peutico de perturbaciones neuröticas, basado en tal
    investigaciön; y 3.° de una serie de conocimientos
    psicolögicos, asi adquiridos, que van constituyendo
    paulatinamente una nueva disciplina cientifica.

    Historia. Como mejor puede llegarse a ia
    comprensiön de la psicoanälisis, es siguiendo la tra-
    yectoria de su genesis y su evoluciön. En los afios
    de 1880 y 1881, el doctor Jose Breuer, de Viena, co-
    nocido como medico internista y perito en fisiologia
    experimental, tuvo sometida a tratamiento a una mu-
    chacha que habia enfermado gravemente de histeria
    en ocasiön de hallarse prestando su asistencia a su
    padre durante una larga y penosa dolencia. El cuadro
    patolögico se componia de parälisis motoras, inhibi-
    ciones y trastornos de la conciencia. Siguiendo una
    indicaciön de la propia enferma, muy inteligente,
    empleö con ella el hipnotismo y comprob6 que una
    vez que la sujeto comunicaba, durante la hipnosis,
    los afectos y las ideas que la dominaban, volvia al es-

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    tado psiquico normal. Por medio de la repeticiön con-
    secuente del mismo trabajoso procedimiento, consi-
    guiö libertarla de todas sus inhibiciones y parälisis,
    hallando asi recompensado su trabajo por un gran
    exito terap&utico y por descubrimientos inesperados
    sobre la esencia de la enigmätica neurosis. Pero
    Breuer se abstuvo de llevar mäs allä su descubrimien-
    to e incluso lo silenciö durante casi diez anos, hasta
    que, a mi retorno a Viena (1886), despues de seguir
    un curso en la clinica de Charcot, consegui moverle
    a volver altema y a laborar conmigo sobre @l. Luego,
    en 1893, publicamos, en colaboraciön, una comuni-
    caciön provisional, titulada «Sobre el mecanismo psi-
    quico de los fenömenos histericos», y, en 1895, un
    libro, «Estudios sobre la histeria», en el que dimos
    a nuestra terapia el nombre de «metodo catärtico».
    "La catarsis. De las investigaciones que
    constituian la base de los estudios de Breuer y mios,
    se deducian, ante todo, dos resultados: Primero, que
    los sintomas histericos entrafian un sentido y una sig-
    nificaciön, siendo sustitutivos de actos psiquicos nor-
    males; y segundo, que el descubrimiento de tal sen-
    tido incögnito coincide con la supresiön de los sinto-
    mas, confundiöndose asi, en este sector, la investiga-
    ciön cientifica con la terapia. Las observaciones ha-
    bian sido hechas en una serie de enfermos tratades
    como la primera paciente de Breuer, o sea por medio
    del hipnotismo, y los resultados parecian excelentes
    hasta que, mäs adelante, se hizo patente su lad»
    debil. Las hipötesis teöricas que Breuer y yo edifica-
    mos por entonces estaban influfdas por las teorias de
    Charcot sobre la histeria traumätica y podfan apo-
    yarse en los desarrollos de su discipulo P. Janet, los
    cuales, aunque publicados antes que nuestros «Estu-

    - Be u

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    dios», eran cronolögicamente posteriores al caso pri-
    mero de Breuer. En aquellas nuestras hipötesis apa-
    reciö desde un principio, en primer termino; el factor
    afectivo; los sintomas histericos deberfan su genesis
    al hecho de que un proceso psiquico cargado de in-
    tenso afecto viera impedida en algin modo su des-
    carga por el camino normal conducente a la cotı-
    ciencia y hasta la motilidad, a consecuencia de lo
    cual el afecto asi represado tomaba caminos indebi-
    dos y hallaba una derivaciön en la inervaciön somä-
    tica (conversiön). A las ocasiones en las que nacian
    tales «representaciones» patögenas les dimos, Breuer
    y yo, elnombre de «traumas psiquicos», y como per-
    tenecian, muchas veces, a tiempos muy pret£ritos,
    pudimos decir que los histericos sufrian- predominan-
    temente de reminiscencias. La «catarsis» era entonces
    llevada a cabo en el tratamiento por medio de la
    apertura del camino conducente a la conciencia ya la
    descarga normal del afecto. La hipötesis de la exis-
    tencia de procesos psiquicos inconscientes
    era, como se ve, parte imprescindible de nuestra teo-
    ıfa. Tambien Janet habia laborado con actos psi-
    quicos inconscientes, pero, segün acentuö en pol&mi-
    cas ulteriores contra la psicoanälisis, ello no era para
    €] mäs que una expresiön auxiliar, une manie&-
    re de parler, con la que no pretendia indicar
    nuevos conocimientos.

    En una parte teörica de nuestros «Estudios»,
    Breuer comunicö algunas ideas especulativas sobre
    los procesos de excitaciön en lo psiquico, que han
    marcado una orientaciön a investigaciones futuras,
    atın no debidamente practicadas. Con ellas puso un
    fin a sus aportaciones a este sector cientifico, pues
    al poco tiempo abandonö nuestra colaboraciön.

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    El paso.a la psicoanälisis. Yaen
    los «Estudios» se iniciaban diferencias entre la ma-
    nera de ver de Breuer y la mfa. Breuer suponia que
    las representaciones patögenas ejercian acciön trau-
    mätica porque habfan nacido en «estados hip-
    noides», en los cuales la funciön animica sucum-
    be a ciertas restricciones. En cambio, yo rechazaba
    tal explicaciön y creia reconocer que una representa-
    ciön se hace patögena cuando su contenido repugna
    a las tendencias dominantes de la vida animica, pro-
    vocando asi la «defensa» del individuo (Janet habia
    atribuido a los hist6ricos una incapacidad constitucio-
    nal para la sintesis de sus contenidos psiquicos; en
    este Jugar se separaban de su camino el de Breuer y
    el mfo). Tambien las dos innovaciones, con las que
    yo abandone& a poco el terreno de la catarsis, consta-
    ban ya mencionadas en los «Estudios». Una vez ter-
    minada mi colaboraciön con Breuer, constituyeron
    el punto de partida de nuevos desarrollos.

    Renuncia ala hipnosis. Una de ta-
    les innovaciones se basaba en una experiencia präc-
    tica y conducia a una modificaciön de la t&cnica; la
    otra consistia en un adelanto en el conocimiento cli-
    nico de la neurosis. Se demoströ en seguida que las
    esperanzas terap&uticas fundadas en el tratamiento
    catärtico, con ayuda de la hipnosis, no llegaban, en
    cierto modo, a cumplirse. La desapariciön de los sin-
    tomas iba, desde luego, paralela a la catarsis, pero el
    resultado total se.mostraba, sin embargo, totalmen-
    te dependiente de la relaciön del paciente con el m&-
    dico, conduciendose asi como un resultado de la «su-
    gestiön» y cuando tal relaciön se rompia, emergian
    de nuevo todos los sintomas, como si no hubieran
    hallado soluciön ninguna. A ello se afiadia que el

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    corto nümero de personas susceptibles de ser sumidas
    en profunda hipnosis traia consigo una limitaciön,
    muy sensible desde el punto de vista medico, en la
    aplicaciön del m&todo catärtico. Por todas estas ra-
    zones, hube de decidirme a prescindir del hipnotis-
    mo, si bien ciertas impresiones experimentadas du-
    rante su aplicaciön me procuraron los medios de
    substituirlo.

    La asociaciön libre. El estado hipno-
    tico habfa producido en el paciente una tal amplia-
    ciön de la capacidad de asociaciön, que &l mismo
    sabia hallar en el acto el camino, inaccesible para su
    reflexiön consciente, desde el sintoma hasta las ideas
    y reminiscencias con @l enlazadas. La supresiön de !a
    bipnosis parecia crear una situaciön sin salida, pero
    yo record la demostraciön de Bernheim de que lo vi-
    vido en estado de sonambulismo sölo aparentemente
    se hallaba olvidado y podia ser siempre devuelto a !a
    memoria consciente del sujeto con sölo la afırmaciön
    imperiosa del medico de que no tenia mäs remedio
    que recordarlo. Intente, pues, llevar tambien a mis
    pacientes no hipnotizados a la comunicaciön de sus
    asociaciones, para encontrar, con ayuda de dicho
    material, el camino conducente a lo olvidado o re-
    chazado. Mäs adelante observ@ que no era preciso
    ejercer gran presiön sobre el sujeto y que en el pa-
    ciente emergian casi siempre numerosas asociaciones;
    lo que sucedia es que tales asociaciones eran desvia-
    das de la comunicaeiön, e incluso de la conciencia,
    por ciertas objeciones que el sujeto se hacia. De la
    esperanza, indemostrada aün por entonces y confir-
    mada luego por abundante experiencia, de que todo
    lo que el paciente asociara a un cierto punto de par-
    tida, tenia que hallarse tambien en conexiön interna

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    con el mismo, resultö la t6cnica consistente en mover
    al paciente a renunciar a toda actitud critica y utilizar
    el material de asociaciones, asi extraido a la luz para
    el descubrimiento de las conexiones buscadas. Una
    intensa conflanza en la determinaciön estricta de lo
    psiquico, contribuy6 tambien a la adopciön de esta
    tecnica que habia de sustituir al hipnotismo.

    Lacreglat&cnicafundamental».
    Este procedimiento de la «asociaciön libre» ha sido
    mantenido desde entonces, en la labor psicoanalitica,
    como regla t&cnica fundamental. Iniciamos el trata-
    miento invitando al paciente a ponerse en la situaciön
    de un auto-observador atento y desapasionado, limi-
    tändose a leer la superficie de su conciencia y obli-
    gändose, en primer lugar, a una absoluta sinceridad
    y, en segundo, a no excluir de la comunicaciön aso-
    ciaciön ninguna, aunque le sea desägradable comu-
    nicarla o la juzgue insensata, nimia o impertinente.
    Se demuestra regularmente que precisamente aque-
    las ocurrencias qüe provocan las objeciones mencio-
    nadas entrafan singular valor para el hallazgo de lo
    elvidado.

    La psicoanälisis como arte de
    interpretaciön. La nueva tecnica transfor-
    mö hasta tal punto la impresiön del tratamiento, crea-
    ba tan nuevas relaciones entre el enfermo y el m&-
    dico y procuraba tantos resultados sorprendentes,
    que pareci6 justificado diferenciar de la catarsis, con
    una distinta denominaciön, el nuevo mötodo asi cons-
    titufdo. En consecuencia, escogf para aquel procedi-

    - ‚miento terap£utico, que podia ya ser extendido a mu-
    chas otras formas de la neurosis, el nombre de psi-
    “ coanälisis. Esta psicoanälisis era, en primer termino,
    un arte de interpretaciön y se planteaba la labor de
    * 10 —

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    profundizar el primero de los grandes descubrimien-
    tos de Breuer, o sea el de que los sintomas neuröti-
    cos eran una sustituciön plena de sentido de otros
    actos psiquicos omitidos. Se trataba ahora de utilizar
    el material que procuraban las ocurrencias del pa-
    ciente como si apuntara a un sentido oculto y adivi-
    nar por €l tal sentido. La experiencia moströ en se-
    guida que lo mejor y mäs adecuado que el medico
    analizador podia hacer era abandonarse a su propia
    actividad mental inconsciente, conservändose en un
    estado de atenciön constante, evitar en lo posible
    toda reflexiön y toda producciön de hipötesis cons-
    cientes, no querer fijar especialmente en su memoria
    nada de lo oido y aprehender, de este modo, con su
    propio inconsciente, lo inconsciente del analizado.
    Mäs adelante, observamos, cuando las circunstancias
    no eran del todo desfavorables, que las ocurrencias
    del enfermo iban aproximändose, como alusiones y
    tanteos, a un tema determinado, de manera que nos
    bastaba arriesgar un solo paso para adivinar lo que
    a €] mismo se le ocultaba y comunicärselo. Este arte
    de interpretaciön no podfa, desde luego, concretarse
    en reglas fijas y dejaba amplio lugar al tacto y a ia
    habilidad del medico, pero uniendo la imparcialidad
    ala präctica, se llögaba regularmente a resultados ga-
    rantizables, esto es, a resultados que se confirmaban
    por su repeticiön en casos anälogos. En tiempos en
    los que sölo muy poco se sabia sobre lo inconsciente,
    sobre la estructura de las neurosis y sobre los procesos
    psiquicos correspondientes, tenia que ser ya sätisfac-
    torio poderse servir de una tal tecnica, aun cuando
    no poseyera fundamentos teöricos mäs firmes. Y aun
    hoy en dia la desarrollamos de igual manera en el

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    anälisis, sölo que con el sentimiento de mayor segu-
    ridad y mejor comprensiön de sus limites.
    La interpretaciön de los actos
    fallidos y casuales. Fueun triunfo para
    el arte de interpretaciön de la psicoanälisis conseguir
    la demostraciön de que ciertos actos psiquicos muy
    frecuentes de los hombres normales, actos para los
    cuales no se habia hallado aün explicaciön psiquica
    ninguna, debian equipararse a los sintomas de los
    neuröticos, entrafando, como ellos, un sentido, igno-
    rado por el sujeto mismo, pero que podia ser descu-
    bierto sin gran trabajo por la labor analitica. Los fe-
    nömenos de este orden: el olvido temporal de pala-
    bras y nombres perfectamente conocidos, cl olvido
    de propösitos, las equivocaciones, tan frecuentes, en
    el discurso, la lectura y la escritura, la perdida y el
    extravio temporal de objetos, ciertos errores, los
    accidentes aparentemente casuales y, por ültimo, cier-
    tos «tics» o movimientos habituales hechos como sin
    intenciön y por juego y las melodias que se tararean
    «sin pensar», etc.; todo esto era substraido a una
    explicaciön psicolögica si tal se intentabasiendo mos-
    trado como rigurosamente determinado y reconocido
    como manifestaciöon de intenciones retenidas de la
    persona 0 como consecuencia de la interferencia Je
    dos intenciones, una de las cuales era permanente o
    momentäneamente inconsciente. Esta aportaciön a la
    psicologia entrafiaba un mültiple valor. El perimetro
    de la determinaciön psiquica quedö asi insospechada-
    mente ampliado, y disminuido el abismo supuesto
    ‚entre el’suceder psiquico normal y el patolögico. En
    muchos casos, se logrö fäcil atisbo en el dinamismo
    “de las fuerzas psiquicas que habiamos de suponer
    deträs de tales fenömenos. Por ültimo, logramos asi
    » - — 72 —

    *

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    un material apropiado como ningün otro para acep-
    tar la existencia de actos psiquicos inconscientes, in-
    cluso a aquellos para quienes la hipötesis de un siste-
    ma psiquico inconsciente resultaba algo inaceptable
    y absurdo. EI estudio de los propios actos fallidos y
    casuales, para el cual se nos ofrece a todos ocasiön
    constante, es todavia actualmente la mejor prepara-
    ciön a una penetraciön en la psicoanälisis. La inter-
    pretaciön de los actos fallidos ocupa en el tratamiento
    analitico un puesto como medio para el descubrimien-
    to de lo inconsciente, al lado de la interpretaciön de
    las asociaciones libres, mucho mäs importante.

    La interpretaciön de los sue-
    hos. La aplicaciön de la tecnica de la asociaciön
    libre a los suefios—a los propios o a los de los pacien-
    tes sometidos al anälisis—abriö un nuevo acceso a
    :9s abismos de la vida psiquica. En realidad, lo mäs
    y mejor que de los procesos desarrollados en los es-
    tratos psiquicos inconscientes sabernos, nos ha sido
    descubierto por la interpretaciön de los sueüos. La
    psicoanälisis ha devuelto a los suefos la significaciön
    de que en la antigüedad gozaron, pero procede con
    cllos de otro modo. No se conffa al ingenio del oniro-
    critico, sino que transfiere la labor, en su mayor
    parte, al sujeto mismo del suefo, interrogändole
    sobre sus asociaciones a los distintos elementos del
    sueho. Persiguiendo estas asociaciones se llega al co-
    nocimiento de ideas que corresponden por completo
    alsuefo, pero que se dejan reconocer—hasta un cier-
    to punto—como fragmentos plenamente comprensi-
    bles de la actividad psiquica despierta. De este modo,
    al sueho recordado como contenido oniri-
    co manifiesto se enfrentan las ideas
    oniricas latentes, descubiertas por medio

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    de la interpretaciön. El proceso que ha transformado
    a estas üiltimas en el primero, o sea en el «sueüio»,
    puede ser calificado de elaboraciön del
    sueäüo. .

    A las ideas latentes del suefio las damos tambien,
    por su relaciön con la vida despierta, el nombre de
    restos diurnos. La elaboraciön onirica, a
    la que serfa equivocado atribuir un caräcter «crea-
    dor», las condensa de un modo singular, las
    deforma por medio del desplazamien-
    to.de intensidades psiquicas y las dispone para su
    representaciön en imägenes vi-
    suales. Pero ademäs, antes de quedar consti-
    tufdo el suefio manifiesto, las ideas latentes son some-
    tidas a una elaboraciön secundaria
    que intenta dar al nuevo producto algo como sentido
    y coherencia. Este ültimo proceso no pertenece ya
    propiamente a la elaboraciön del sueüo.

    Teorfa dinämica de la produc-
    ciön de los sueäos. Nonos ha sido muy
    dificil descubrir el dinamismo de los suefios. La fuer-
    za motriz de la producciön de los suefos no es sumi-
    nistrada por las ideas latentes o restos diurnos, sino
    por una tendencia inconsciente, reprimida durante
    el dia, con la que pudieron enlazarse los restos diur-
    nos y que se procura, con el material de las ideas la-
    tentes, el cumplimiento de un deseo.
    De este modo, todo suefio es, por un lado, un cumpli-
    miento de deseos de lo inconsciente, y por otro, en
    cuanto consigue preservar de perturbaciön el estado
    de reposo, un cumplimiento del deseo normal de dor-
    mir. Prescindiendo de la aportaciön inconsciente a !a
    .producciön del suefio y reduciendo el suefo a sus
    ideas latentes, puede representar todo lo que ha ocu-

    — 24

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    pado a la vida despierta: una reflexiön, una adver-
    tencia, un prop6sito, una preparaciön al futuro inme-
    diato, o tambien la satisfacciön de un deseo incum-
    plido. La singularidad y el absurdo del suefo mani-
    fiesto es, por un lado, la consecuencia de la conduc-
    ci6n de las ideas del suefio a una distinta forma ex-
    presiva que puede ser calificada de arcaica,
    pero tambien, por otro, el efecto de una instancia res-
    trietiva y critica, que actüa aun durante el reposo.
    No es muy aventurado suponer que esta «censura
    del sueio», a la que hacemos responsable, en primer
    lugar, de la deformaciön que convierte las ideas la-
    tentes en el suefio manifiesto, es una manifestaciön
    de las mismas fuerzas psiquicas que durante el dia
    habian reprimido el impulso optativo incons-
    ciente. ö
    Merecia la pena penetrar mäs en la explicaciön de
    los suefios, pues la labor analitica ha mostrado que el
    dinamismo de la producciön onirica es el mismo que
    actüa en la producciön de sintomas. Aquf como alli
    descubrimos una pugna entre dos tendencias, una in-
    consciente, reprimida por lo demäs, que tiende a lo-
    grar satisfacciön—cumplimiento de deseos—y otra
    repelente y represora, perteneciente probablemente al
    yo; y como resultado de este conflicto hallamos un
    producto transaccional—el suefo, el sintoma—en el
    cual han encontrado ambas tendencias una expre-
    siön incompleta. La importancia teörica de esta coin-
    cidencia es evidente. Como el sueio no es un fenö-
    meno patolögico, tal coincidencia nos prueba que los
    mecanismos psiquicos que generan los sintomas pato-
    lögicos estän ya dados en la vida psiquica normal,
    que la misma normatividad abarca lo normal y lo
    anormal y que los resultados de la investigaciön de

    — 25 -

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    PRO F. Ss. ER E U D

    los neuröticos y los dementes no pueden ser indife-
    rente para la comprensiön de la psique normal.

    Elsimbolismo. Enelestudio de la formı
    expresiva creada por la elaboraciön de los suehos,
    tropezamos con el hecho sorprendente de que ciertos
    objetos, actos y relaciones son representados indirec-
    tamente en el suefio por medio de «simbolos» que el
    sujeto emplea sin conocer su significaciön y con res-
    pecto a los cuales no procura, generalmente, asocia-
    ciön ninguna. Su traducciön tiene que ser llevada a
    cabo por el analitico, el cual, a su vez, sölo empirica-
    mente, por medio de inserciones experimentales en el
    contexto, puede hallarla. Mäs adelante, resultö que
    los usos del lenguaje, la mitologia y el folklore inte-
    graban abundantes analogias con los simbolos oni-
    ricos. Los simbolos, a los cuales se enlazan interesan-
    tisimos problemas, aün no resueltos, parecen ser un
    fragmento de una herencia psiquica antiquisima. La
    comunidad de los simbolos rebasa la comunidad de
    lenguaje.

    La significaciön etiolögica de
    la vida sexual. La segunda novedad surgi-
    da al substituir la tcnica hipnötica por la asociaciön
    libre, fu& de naturaleza clinica y se nos revelö al cou-
    tinuar la investigaciön de los sucesos traumäticos Je
    los que parecian derivarse los sintomas histericos.
    Cuanto mäs cuidadosamente lleväbamos a cabo esta
    investigaciön, mäs abundante se nos revelaba el en-
    cadenamiento de tales impresiones de significaciön
    etiolögica y mäs se remontaban a la pubertad o a la
    ninez del neurötico. Simultäneamente tomaron un ca-
    räcter unitario y, por ültimo, tuvimos que rendirnos
    a la evidencia y reconocer que en la raiz de toda pro-
    ducciön de sintomas existian impresiones traumäti-

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    cas procedentes de la vida sexual mäs temprana. El
    trauma sexual se substituy6 asi al trauma banal y
    este ültimo debia su significaciön etiolögica a su rela-
    eiön simbölica o asociativa con el primero y prece-
    dente. Dado que la investigaciön simultäneamente
    emprendida de casos de nerviosidad corriente, clasi-
    ficados como de neurastenia y neuro-
    sis de angustia‘, procurö la conclusiön de
    que tales perturbaciones podian ser referidas a abu-
    sos actuales en la vida sexual y curadas con sölo la
    evitaciön de los mismos, no era nada aventurado de-
    ducir que las neurosis eran, en general, manifestaciön
    de perturbaciones de la vida normal: las llamadas
    neurosis actuales’ la manifestaciön (qui-
    micamente facilitada)de dafios presentes, ylas psi-
    coneurosis la manifestaciösn (psiquicamente
    elaborada) de dafios muy pret6ritos, de tal funciön,
    tan importante biolögicamente y tan lamentablemen-
    te desatendida hasta entonces por la ciencia. Ninguna
    de las tesis de la psicoanälisis ha hallado tan obstina-
    da incredulidad ni tan tenaz resistencia como &sta
    de la magna importancia etiolögica de la vida sexual
    para las neurosis. Pero tambien hemos de hacer cons-
    tar que a trav&s de toda su evoluciön y hasta el dia,
    la psicoanälisis no ha encontrado motivo alguno de
    retirar tal afırmaciön.

    La sexualidad infantil. La investi-
    gaciön etiolögica llevö a la psicoanälisis a ocuparse
    de un tema cuya existencia apenas se sospechaba
    antes de ella. La ciencia se habia habituado a hacer
    comenzar la vida sexual con la pubertad y a juzgar
    como raros signos de precocidad y degeneraciön las
    manifestaciones de una sexualidad infantil. Pero la
    psicoanälisis descubriö una plenitud de fenömenos

    _ UT

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    Pr R o Fo. Ss. F R E U D

    tan singulares como regulares, que forzaban a hacer
    coincidir el comienzo de la funciön sexual en el niio
    casi con el principio de su vida extrauterina, y nos
    Preguntamos sorprendidos cömo habia sido posible
    no advertirlo. Los primeros atisbos de la sexualidai
    infantil nos fueron procurados, ciertamente, por la
    investigaciön analitica de sujetos adultos y entrafia-
    ban, por lo tanto, todas las dudas y todos los defec-
    tos inherentes a una revisiön tan tardia, pero cuando
    mäs tarde (a partir de 1908), comenzamos tambien
    el anälisis de sujetos infantiles, comprobamos direc-
    tamente en ellos nuestras tesis.

    La sexualidad infantil mostraba en algunos asper-
    tos un cuadro distinto al de la de los adultos y sor-
    prendia por integrar numerosos rasgos de aquello
    que en los adultos es calificado de «perver-
    siön». Hubo necesidad de ampliar el concepto de
    lo sexual hasta hacerle abarcar mäs que la tendencia
    a. la uniön de los dos sexos en el acto sexual o a la
    provocaciön de determinadas sensaciones de placer
    en los genitales. Pero esta ampliaciön quedaba re-
    compensada por la posibilidad de comprender unita-
    riamente la vida sexual infantil, la normal y la per-
    versa.

    Mi investigaciön analitica cay6 primero en el error
    de sobrestimar a seducci6ön o iniciaciön se-
    xual como fuente de las manifestaciones sexuales in-
    fantiles y germen de la producciön de sintomas neurö-
    ticos. La superaciön de este error qued6 lograda al
    descubrir el papel extraordinario que en la vida psi-
    quica de los neuröticos desempefaba la fanta-
    sia, francamente mäs decisiva para la neurosis que
    la realidad exterior. Deträs de estas fantasias emergiö

    — 18 —

  • S.

    E N Ss A Y o s

    luego el material que permite desarrollar la exposi-
    ciön siguiente de la evoluciön de la funciön sexual.
    La evoluciön de la libido. Elins-
    tinto sexual, cuya manifestaciön dinämica en la vida
    anfmica es lo. que denominamos «libido»,, se compo-
    nen de instintos parciales, en los cuales puede tam-
    bien descomponerse de nuevo, y que sölo paulatina-
    mente van uniendose para formar determinadas or-
    ganizaciones. Fuentes de estos instintos parciales son
    los örganos somäticos, especialmente ciertas zonas
    erögenas, pero todos los procesos funcionales
    importantes del soma procuran tambien aportaciones
    a la libido. Los diferentes instintos parciales tienden
    al principio independientemente unos de otros a la
    satisfaciön pero en el curso de la evoluciön quedan
    cada vez mäs sintetizados y centrados. EI primer es-
    tadio de la organizaciön (pregenital) de la libido es el
    oral, enelcual, correlativamente al inter&s capi-
    tal del nifio de pecho, esla zona bucal laque
    desempefia el papel principal. A continuaciön viene
    la organizaciöon sädico-anal, enla cual re-
    saltan especialmente el instinto parcial del sadis-
    mo yla zona anal; la diferencia de los sexos
    es representada en esta fase por la antitesis de activi-
    dad y pasividad. El ültimo y definitivo estadio de or-
    ganizaciön es la sintesis de la mayoria de los instin-
    tos parciales bajo la primacia de las zo-
    nas genitales. Esta evoluciön se desarrolla
    generalmente con gran rapidez y discreciön, pero
    partes aisladas de los instintos, permanecen detenidas
    en los estadios previos al desenlace final y producen
    asilas fijaciones de la libido, muy importan-
    tes como disposiciones a ulteriores transgresiones de
    las tendencias reprimidas y que integran una deter-

    — 19 —

  • S.

    PR OO F. Ss. FR E U D

    minada relaciön con el desarrollo de ulteriores neuro-
    sis y perversiones. (V£ase la teoria de la libido.)

    El hallazgo de ojeto y el com-
    plejo de Edipo. El instinto parcial oral en-
    cuentra al principio su satisfacciön con ocasiön del
    apaciguamiento de la necesidad de alimentaciön y su
    objeto en el pecho materno. Luego se hace indepen-
    diente y, al mismo tiempo, auto-erötico,
    esto es, encuentra su objeto en el propio cuerpo. Tam-
    bien otros instintos parciales se conducen al principio
    autoeröticamente y son orientados luego hacia un ob-
    jeto extrafio. Es un hecho muy importante el de qus
    los instintos parciales de la zona genital pasan regu-
    larmente por un periodo de intensa satisfacciön auto-
    erötica. No todos los instintos parciales son igualmen-
    te utilizables para la organizaciön genital; algunos de
    ellos (por ejemplo los anales), son dados de lado, re-
    primidos o sufren complicadas transformaciones.

    Ya en los primeros afios infantiles (aproximada-
    mente entre los dos afios y los cinco) se constituye una
    sintesis de las tendencias sexuales cuyo objeto es, en
    el nifio, la madre. Esta elecciön de objeto, junto con
    la correspondiente actitud de rivalidad y hostilidad
    contra el padre, es el contenido del llamado comple-
    io de Edipo, que, en todos los humanos, entrafia mä-
    xima importancia para la estructuraciön definitiva de
    la vida erötica. Se ha comprobado como hecho carac-
    teristico que el hombre normal aprende a vencer el
    complejo de Edipo, mientras que el neurötico perma-
    nece vinculado a £l.

    La doble iniciaciön de la evo-
    luci6n sexual. Este perfodo temprano de la
    vida sexual encuentra normalmente un fin hacia el
    quinto afio de la vida individual y es seguido por un

    0

  • S.

    E N s A Y o s

    periodo de latencia mäso menos completa, du-
    rante la cual, son establecidas las restricciones &ticas
    como dispositivos protectores contra los impulsos
    optativos del complejo de Edipo. En el periodo sı-
    guiente de la pubertad, el complejo de Edipo experi-
    menta une reviviscencia en lo inconsciente y avanza
    hacia sus ulteriores transformaciones. Sölo el periodo
    de la pubertad desarrolla los instintos sexuales hasta
    su plena intensidad. Pero tanto la direcciön de esta
    evoluciön como todas las disposiciones a ella inheren-
    tes, estän ya determinadas por la anterior floraciön
    temprana infantil de la sexualidad. Esta evolu-
    cıön en dos fases, interrumpida por el periodo de la-
    tencia, de la funciön sexual, parece ser una peculia-
    ridad biolögica de la especie humana y contener la
    condiciön de la genesis de las neurosis.

    La teoria de la represiön. La re-
    uniön de estos conocimientos teöricos con las impre-
    siones inmediatas de la labor analitica conduce a una
    concepciön de las neurosis que expuestas a grandes
    rasgos seria la siguiente: Las neurosis son la expre-
    siön de conflictos entre el yo y aquellas tendencias
    sexuales que el yo encuentra incompatibles con su in-
    tegridad 0 con sus exigencias &ticas. El yoha re-
    primido tales tendencias, esto es, las ha retirado
    su inter&s y las ha cerrado el acceso a la conciencia
    ya la descarga motora conducente a la satisfacciön.
    Cuando en la labor analitica intentamos hacer cons-
    cientes estos impulsos inconscientes se nos hacen sen-
    tir las fuerzas represoras encalidadde re-
    sistencia. Pero la funciön de la represiön falla
    con singular facilidad en cuanto a los instintos sexua-
    les. Cuya libido represada se crea, partiendo de lo in-
    consciente, otros exutorios, retrocediendo

    2

  • S.

    PR OF. Ss. FR E U D

    a fases evolutivas y objetos anteriores y aprovechan-
    do las fijaciones infantiles o sea los puntos debiles de
    la evoluciön de la libido para lograr acceso a la con-
    ciencia y conseguir derivaciön. Lo que asi nace es un
    sintoma, yporlo tanto, en el fondo, una satis-
    facciön sustitutiva sexual, pero tampoco el sintoma
    Fuede substraerse por completo a la influencia de las
    fuerzas represoras del yo y, en consecuencia, tiene
    que someterse—lo mismo que el sueno—a modifica-
    ciones y desplazamientos que hacen irreconocibles zu
    caräcter de satisfacciön sexual. EI sintoma recibe asi
    el caräcter de un producto transaccio-
    nal entre los instintos sexuales reprimidos y los ins-
    tintos del yo represores, de un cumplimiento de
    deseos simultäneo para ambas partes, pero tambien
    para ambas igualmente incompleto. Tal sucede estric-
    tamente con los sintomas de la histeria mientras que
    en los de la neurosis obsesiva la parte de la instancia
    represora logra mäs intensa expresiön por medio de
    la formaciön de productos de reacciön (garantias
    contra la satisfacciön sexual).

    La transferencia. Sila tesis de que las
    fuerzas motrices de la producciön de sintomas neurö-
    cos son de naturaleza sexual, necesitarä alın de mäs
    ampla prueba, la encontraria en el hecho de que en
    el curso del tratamiento analitico se establece una re-
    laciön afectiva especial del paciente con el medico,
    la cual traspasa toda medida racional, varfa desde el
    mäs cariioso abandono a la hostilidad mäs tenaz v
    toma todas sus peculiaridades de actitudes eröticas
    anteriores, tornadas inconscientes, del paciente. Esta
    transferencia, que tanto en su forma posi-
    tiva como en su forma negativa entra al servicio de !a
    resistencia, se convierte, en manos del me-

    — 182 —

  • S.

    E N Ss A Y o Ss

    dico, en el medio auxiliar mäs poderoso del trata-
    miento y desempefia en el dinamismo del proceso de
    curaciön un papel de extrema importancia.

    Los pilares maestros de la teo-
    ria psicoanalfitica. La hipötesis de la
    existencia de procesos psiquicos inconscientes, el re-
    conocimiento de la teoria de la resistencia y de la re-
    presiön, la valoraciön de la sexualidad y del comple-
    jo de Edipo son los contenidos capitales de la pstcoa-
    nälisis y los fundamentos de su teoria, y quien no los
    acepta todos, no debfa contarse entre los psicoanaliti-
    cos.

    Destinos ulteriores de la psi-
    coanälisis. Hasta el punto que alcanza lo pre-
    cedente avanzö la psicoanälisis por la labor personal
    mia, desarrollada a trav&s de un decenio durante el
    cual fuf yo el ünico psicoanalitico. En el afio 1906 co-
    menzaron los psiquiatras suizos E. Bleuler y C. G.
    ‚Jung, a tomar viva parte en el anälisis. En 1907 se
    celebrö en Salzburgo una primera reuniön de sus
    adeptos y poco despu6s lleg6 ya nuestra joven cien-
    cia a constituir un centro de atenciön tanto de los
    psiquiatras como de los profanos. La acogida que
    hallö en Alemania, ansiosa siempre de autoridad, no
    fue ciertamente nada gloriosa para la ciencia alemana
    e incluso moviö a un partidario tan frio como Bleuler
    a tomar energicamente su defensa. Pero todas las
    condenaciones oficiales no fueron bastante para dete-
    ner el crecimiento interno y la difusiön externa de !a
    psicoanälisis, la cual, en el curso de los diez afos si-
    guientes, traspasö las fronteras de Europa y se hizo
    especialmente popular en los Estados Unidos, a lo
    cual contribuyö, en gran medida, la colaboraciön
    de J. Putnam (Boston), Ernest Jones (Toronto y

    288 —

  • S.

    PR O F. Ss. FR E U D

    luego Londres), Flournoy (Ginebra), Ferenczi (Bu-
    dapest), Abraham (Berlin) y muchos otros. El ana-
    tema declarado sobre la psicoanälisis movi6 a sus
    adeptos a reunirse en una organizaciön internacional
    - que en el afio actual (1922) ha celebrado en Berlin su
    octavo Congreso privado y comprende hoy los gru-
    pos locales de Viena, Budapest, Berlin, Holanda,
    Zurich, Londres, Nueva York, Calcuta y Moscü.
    Tampoco la guerra interrumpiö esta evoluciön. En
    1918-1919 el doctor Anton von Freund (Budapest)
    fund6 la editorial «Internationaler Psychoanalytis-
    cher Verlag» que publica los libros y revistas consa-
    grados a la psicoanälisis. En 1920 fue creada por vl
    doctor Max Eitingon la primera «Policlinica psicoana-
    Iftica», consagrada al tratamiento de los enfermos
    nerviosos pobres. Las traducciones de mis obras prin-
    cipales al frances, al italiano y al espafiol atestiguan
    el despertar del inter&s hacia la psicoanälisis tambien
    en el mundo romänico. De IgII a 1913 se desviaron
    de la psicoanälisis dos ramificaciones, manifiestamen-
    te tendientes a mitigar lo que en ella constitufa piedra
    de escändalo. Una de ellas, iniciada por C. G. Jung,
    intentaba dar satisfacciön a aspiraciones &ticas, des-
    poj6 al complejo de Edipo de su valor real por medio
    de una trasmutaciön simbölica y desatendiö en ia
    präctica el descubrimiento del perfodo infantil olvi-
    dado, que pudieramos lamar «prehistöricos. La
    otra, cuyo iniciador fu& Alfred Adler, de Viena, pre-
    sentaba varios factores de la psicoanälisis bajo nom-
    bres distintos, por ejemplo, la represiön, sexualizada,
    como «protesta masculina», pero en lo demäs pres-
    cindia de lo inconsciente y de los instintos sexuales
    eintentaba referir tanto el caräcter como la evoluciön
    de las neurosis, a la voluntad de poderio, la cual ten-

    2A —

  • S.

    E N Ss A Y o Ss

    deria a detener por medio de una sobrecompensa-
    ciön los peligros nacidos de inferioridades orgänicas.
    Ninguna de estas ramificaciones, construfdas a modo
    de sistemas, ha influido duraderamente sobre la evo-
    luciön de la psicoanälisis; de la de Adler se ha visto
    pronto claramente que no tenia nada que ver con la
    psicoanälisis a la que querfa sustituir.

    Nuevos progresos de la psico-
    anälisis. Desde que la psicoanälisis ha llegado
    a ser el tema de la labor de un tan amplio nümero
    de observadores, ha ganado en riqueza y profundi-
    dad con aportaciones a las que sentimos no poder de-
    dicar aqui sino muy breve menciön.

    El narcisismo. Su progreso teörico mäs
    importante ha sido la aplicaciön de la teoria de la
    libido al yo represor. Se llegö a representarse el
    mismo yo como un depösito de libido—denominada
    narcisista—del cual parten las cargas de libido de los
    objetos y al cual pueden las mismas retornar. Con
    ayuda de esta representaciön se hizo posible llegarse
    al anälisis del yo y llevar a cabo la diferenciaciön
    clinica de las psiconeurosis en neurosis de
    transferencia y afecciones narcisis-
    tas. En las primeras (histeria y neurosis obsesiva)
    hay disponible una medida de libido tendiente a su
    transferencia a otros objetos, la cual libido es utiliza-
    da para la präctica del tratamiento analftico. Las per-
    turbaciones narcisistas (dementia praecox, paranoia
    y melancolia) se caracterizan, en cambio, por la re-
    tracciön de la libido de los objetos y son, por lo tanto,
    apenas accesibles a la terapia analitica. Esta insufi-
    ciencia terap&utica no ha inmpedido, sin embargo, al
    anälisis, actuar en la mäs honda comprensiön de las
    dolencias atribufdas a estas psicosis.

    285 —

  • S.

    PR O FF. Ss. FR E U D

    Modificaciön de la t&cnica. Una
    vez que el desarrollo del arte de interpretaciön hubo
    satisfecho, por decirlo asi, el ansia de saber del ana-
    Ktico, se hizo objeto de su inter&s el problema de por
    qu& caminos podia alcanzarse el infiujo mäs adecua-
    do sobre el paciente. No tardö en demostrarse que !a
    primera tarea del medico debia ser la de ayudar al
    paciente a descubrir y dominar luego las resis-
    tencias emergentes en € durante el tratamiento,

    ‚de las cuales no tiene, al principio, conciencia. Tam-
    bien se descubriö6 simultäneamente que la parte capi-
    tal de la labor terap£utica estaba en la superaciön de
    estas resistencias y que sin ella se hacia imposible
    conseguir una modificaciön psiquica duradera del pa-
    ciente. Desde que la labor del analitico se orienta asf
    hacia la resistencia del paciente, la t&cnica analitica
    ha adquirido una sutileza y una concreciön compa-
    rables a las de la cirugfa. No es, pues, licito empren-
    der tratamientos psicoanaliticos sin una preparaciön
    analitica fundamental, y el medico que a ello se aven-
    tura sin mäs bagaje que su titulo profesional expedi-
    do por el Estado, no es mäs que un profano.

    La psicoanälisis como m&todo
    terap&utico. La psicoanälisis no ha pretendi-
    do jamäs ser una panacea, ni hacer milagros. Dentro
    de uno de los sectores mäs arduos de la actividad
    medica es, para algunas dolencias, el ünico me&todo
    posible y, para otras, el que mejores y mäs duraderos
    resultados procura, aunque jamäs sin un gasto pro-
    porcional de trabajo y de tiempo. EI medico que no
    limita su interes a la terapia, ve tambien recompen-
    sado su trabajo por insospechados atisbos en la trama
    de la vida animica y en las relaciones entre lo psi-
    quico y lo somätico. Alli donde, por ahora, no puede

    8

  • S.

    E N s A Yv o s

    ofrecer mäs que comprensiön teörica, inicia quiz& el
    camino de un ulterior influjo directo sobre las pertur-
    baciones neuröticas. Su campo de acciön estä cons-
    tituido, sobre todo, por las dos neurosis de transfe-
    rencia, la histeria y la neurosis obsesiva, cuya estruc-
    tura interna y cuyos mecanismos ha contribuido a
    descubrir, pero, ademäs, por toda clase de fobias,
    inhibiciones, trastornos del caräcter, perversiones se-
    xuales y perturbaciones de la vida erötica. Segün al-
    gunos analiticos tampoco carece de posibilidades fa-
    vorables el tratamiento analitico de enfermedades
    manifiestamente orgänicas (Jelliffe, Groddeck, Felix
    Deutsch), pues no es raro que un factor psiquico par-
    ticipe en la g@nesis y la persistencia de tales afeccio-
    nes. Como la psicoanälisis exige de sus pacientes una
    cierta medida de plasticidad, tiene que atenerse, en
    su selecciön, a determinados limites de edad; y como
    exige una larga e intensa ocupaciön con cada enfer-
    mo, serfa antieconömico derrochar tal esfuerzo con
    individuos carentes de todo valor, y ademäs neurö-
    ticos. La experiencia extraida del material policlinico
    ensefiarä qu& modificaciones son necesarias para
    hacer accesible la terapia psicoanalitica a sectores po-
    pulares mäs amplios y adaptarla a inteligencias mäs
    debiles.
    Sucomparaciönconlosmetodos
    hipnöticos y sugestivos. EI metodo
    psicoanalitico se diferencia de todos los sugestivos,
    persuasivos, etc., en que no intenta sojuzgar autori-
    tariamente ningün fenömeno psiquico del sujeto. Pro-
    cura descubrir la causaciön del fenömeno y suprimir-
    lo por medio de una modificaciön duradera de sus
    condiciones geneticas. La inevitable influencia suges-
    tiva del me&dico es orientada, en psicoanälisis, hacia

    287 —

  • S.

    PRO F. Ss. FR E UD

    la superaciön de las resistencias, tarea encomendada
    al paciente mismo. Contra el peligro de falsear, por
    sugestiön, los datos mn&micos del sujeto, nos protege-
    mos por medio de un prudente manejo de la tecnica.
    Pero en general, precisamente la emergencia de las
    resistencias nos protege contra una posible acciön in-
    deseable de la influencia sugestiva. La finalidad del
    tratamiento puede concretarse en procurar al sujeto,
    por medio de la supresiön de las resistencias y el exa-
    men de sus represiones, la mäs completa unificaciön
    y el mäximo robustecimiento posibles de su yo, aho-
    rrarle el gasto psiquico exigido por los conflictos in-
    ternos, hacer de € lo mejor que ser pueda con arreglo
    a sus disposiciones y capacidades y hacerle asi capaz
    de rendimiento y de goce. La supresiön de los sinto-
    mas no es considerada como un fin especial pero se
    logra siempre, a condiciön de practicar debidamente
    el anälisis, como un resultado accesorio. El analitico
    respeta la peculiaridad del paciente, no procura mo-
    dificarla conforme a sus propios ideales y le es muy
    grato ahorrarse consejos y despertar en cambio la ini-
    ciativa del analizado.

    Su relaciön con la psiquiatria.
    La psiquiatria es actualmente una ciencia esencial-
    mente descriptiva y clasificadora, de orientaciön atın
    mäs somätica que psicolögica y carente de posi-
    bilidades de explicaciöon de los fenömenos observa-
    dos. Pero la psicoanälisis no se contrapone a ella,
    como pudiera creerse, por la actitud casi general de
    los psiquiatras. Como psicologia abisal,
    como psicologia de los procesos animicos substraidos
    a la conciencia, estä lamada a procurar a la psiquia-
    tria una subestructura imprescindible y a ayudarla
    a superar sus limitaciones actuales. El porvenir crea-

    1.

  • S.

    E N Ss A Y o Ss

    T4, seguramente, una psiquiatria cientifica a la cual
    habrä servido de introducciön la psicoanälisis.
    Criticas einterpretacioneserra-
    das de la psicoanälisis. La mayor
    parte de lo que, incluso en obras cientificas, se ha
    opuesto a la psicoanälisis, reposa en una informaciön
    insuficiente, la cual parece, a su vez, fundada en re-
    sistencias afectivas. Asf, es erröneo acusar a la psico-
    anälisis de «pansexualismo» y pretender que deriva
    de la sexualidad todo el suceder animico y lo refiere
    a ella. La psicoanälisis ha diferenciado mäs bien
    desde un principio los instintos sexuales de otros a
    los que provisionalmente ha denominado «instintos
    del yo». Jamäs se le ha ocurrido querer explicarlo
    «todo» y ni siquiera ha derivado las neurosis exelu-
    sivamente de la sexualidad sino del conflicto entre las
    tendencias sexualcs y el yo. El termino «libido» no
    significa en psicoanälisis (salvo en los escritos de
    C. G. Jung), simplemente energia psiquica, sino la
    fuerza motriz de los instintos sexuales. Ciertas afır-
    maciones, como la de que todo suefio es un cumpli-
    miento de deseos sexuales, no han sido jamäs senta- .
    das. El reproche de unilateralidad que se opone a la
    psicoanälisis, la cual, como ciencia de lo
    inconsciente psiquico, tienesu domi-
    nio determinado y limitado, es tan inadecuado como
    si se dirigiera a la quimica. Otro lamentable error de
    interpretaciön, s6lo a ignorancia atribufble, es el de
    suponer que la psicoanälisis espera la curaciön de las
    afecciones neuröticas de una «libre expansiön» de la
    sexualidad. La aportaciön de los deseos sexuales a la
    conciencia, conseguida por el anälisis, hace mäs bien
    posible el dominio de los mismos, inalcanzable antes
    a causa de la represiön. Puede mäs bien decirse que

    189 — I

  • S.

    P R 0 F\ Ss. F R E U D

    el anälisis liberta al neurötico de las ligaduras de su
    sexualidad. Ademäs, es absolutamente anticientifico
    preguntarse si la psicoanälisis puede llegar a echar
    por tierra la religiön, la autoridad y la moral, puesto
    que, como toda ciencia, no tiene nada de tendencio-
    sa y su ünico propösito es aprehender exactamente
    un trozo de la realidad. Por ültimo, no puede pare-
    cernos mäs que una simpleza el temor de que los
    pretendidos bienes supremos de la Humanidad: la
    investigaciön, el arte, el amor y los sentimientos mo-
    rales y sociales puedan perder su valor o su dignidad
    porque la psicoanälisis este en situaciön de mostrar
    su procedencia de impulsos instintivos elementales
    animales.

    Aplicaciones y relaciones no m&-
    dicas de la psicoanälisis. Nuestra ex-
    posiciön de la psicoanälisis serfa incompleta si omi-
    ti&ramos manifestar que es la ünica disciplina medica
    que entrafia amplisimas relaciones con las ciencias
    del espiritu y estä en vfas de lograr, en cuanto a la
    historia de la religiön y de la cultura, la mitologia y
    ‚la literatura, la misma significaciön que en cuanto a
    la psiquiatria. Lo cual podria maravillar si se tiene en
    cuenta que originariamente no tenia otro fin que la
    comprensiön y la influenciaciön de los sintomas neu-
    röticos. Pero no es nada dificil indicar en que punto
    de su evoluciön hubo de tenderse el puente que la
    uniö a las ciencias del espiritu. Cuando el anälisis de
    los suefios procurö un atisbo de los procesos animicos
    inconscientes y moströ que los mecanismos que crean
    los sintomas patolögicos actüan tambien en la vida
    gsiquica normal, la psicoanälisis se convirtiö en
    psicologfia abisal, y capaz como tal de
    aplicaciön a las ciencias del espiritu, pudo resolver

    — 20 —

  • S.

    2 N Ss A y o 5

    una multitud de problemas ante los cuales la psico-
    logfa oficial de los procesos conscientes tenia que de-
    tenerse perpleja. Muy pronto ya se establecieron las
    relaciones con la filogenesis humana. Se descubriö
    cuän frecuentemente la funciön patolögica no es mäs
    que una regresiön a una fase evolutiva ante-
    rior de la normal. C. G. Jung fue el primero en seha-
    lar expresamente la sorprendente coircidencia entre
    las fantasias de los enfermos de dementia praecox y
    los mitos de los pueblos primitivos. Por mi parte, he
    Hamado la atenciön sobre el hecho de que los dos im-
    pulsos optativos que componen el complejo de Edipo
    coinciden intrinsecamente con las dos prohibiciones
    capitales dd totemismo (la de matar al pa-
    triarca y la de matrimoniar con mujer de la misma
    casta) y deduje de €] amplias conclusiones. La signi-
    ficaciön del complejo de Edipo comenzö a crecer de
    un modo gigantesco. Surgiö la sospecha que el orden
    estatal, la moral, el derecho y la religiön habian sur-
    gido conjuntamente en la &poca primordial de la Hu-
    manidad como productos de la reacciön al complejo
    de Edipo. Otto Rank arrojö viva luz sobre la mitolo-
    gia y la historia de la literatura con la aplicaciön
    de los descubrimientos psicoanaliticos, y lo mismo
    Th. Reik sobre la historia de las religiones y las cos-
    tumbres. El sacerdote O. Pfister, de Zurich, despertä
    el inter6s de los pastores de almas y los pedagogos
    e hizo comprender el valor de los puntos de vista
    psicoanaliticos para la pedagogia. No es este lugar
    propicio para extendernos sobre estas aplicaciones
    de la psicoanälisis; basta la observaciön de que su
    cxtensiön no ve todavia un limite.

    Caräcter de la psicoanälisis co-
    mo ciencia empfrica. La psicoanälisis no

    1 —

  • S.

    PR O F. 5. FR E U D

    es un sistema como los filosöficos, que parta de unos
    cuantos conceptos fundamentales precisamente defi-
    nidos, intente aprehender con ellos la totalidad del
    universo, y una vez concluso y cerrado no ofrezca
    espacio a nuevos hallazgos y mejores conocimientos.
    Se adhiere mäs bien a los hechos de su campo de
    acciön, intenta resolver los problemas mäs inmediatos
    de la observaciön, tantea sin dejar el apoyo de la
    experiencia, se considera siempre inacabada y estä
    siempre dispuesta a rectificar o substituir sus teorias.
    Tolera tan bien como la Fisica o lo Quimica que sus
    conceptos superiores sean obscuros y sus hipötesis
    provisionales y espera de una futura labor una mäs
    precisa determinaciön de los mismos.

    u
    La teoria de la libido

    Libido es un termino de la teoria de los instin-
    tos, destinado a la designaciön de la manifestaciön
    dinämica de la sexualidad, utilizado ya por A. Moll
    en este sentido (Investigaciones sobre la libido sexua-
    lis, 1898) e introducido por mi en la psicoanälisis. En
    lo que sigue nos limitaremos a seguir qu& desarro-
    lios, aün no determinados, ha experimentado la teo-
    ria de los instintos en la psicoanälisis.

    Antitesis de instintos sexuales
    e instintos del yo. La psicoanälisis, que
    no tard6 en descubrir que habia de fundar todo el su-
    ceder animico en el dinamismo de los instintos ele-
    mentales, se viö en pesima situaciön, pues no habia,

    29 —