Un caso de curación hipnótica 1893-005/1925.es
  • S.

    Un caso de curaciön hipnöfica

    y algunas observaciones sobre la genesis de sintomas
    histericos por «<voluntad contraria».

    Me decido a publicar aqui la historia de una cura-
    ciön obtenida mediante la sugestiön hipnötica, por tra-
    tarse de un caso al que una serie de circunstancias
    accesorias da mayor transparencia y fuerza probatoria
    de las que suele entraliar la mayoria de nuestros re-
    sultados ferap&uticos de este orden.

    La mujer a la cual me fu& dado auxiliar, asi, en un
    momento muy importante de su existencia, me era
    conocida desde muchos afios aträs y permaneciö lue-
    go, varios otros, sometida a mi observaciön. La per-
    turbaciön de la cual la libertö la sugestiön hipnöfica,
    habfa ya surgido una vez, con anterioridad, siendo
    ineficazmente combatida e imponiendo a la sujeto una
    penosa renuncia, que la segunda vez logr& evitarla
    con mis auxilios. Todavia, un afio despues, volvi6 a
    presentarse, por vez tercera, la dicha perturbaciön,
    para ser, de nuevo, suprimida, con iguales medios,
    pero ahora ya de un modo definitivo, no volviendo a
    atormentar a la sujeto en todo el fiempo que hubo de
    ejercer la funciön sobre la cual recaia. Ademäs, creo
    haber conseguido en este caso, descubrir el sencillo
    mecanismo de la perturbaciön y relacionarlo con pro-
    cesos anälogos del campo de la neuropatologia.

    Trätase, para no continuar hablando en adivinan-

    19 —

  • S.

    PROF. 5. FR EUD

    zas, de un caso en el que una madre se vi6 imposibi-
    litada de amamantar a su hijo recien nacido, hasta la
    intervenciön de la sugestiön hipnötica, y en el cual lo
    sucedido despues de un parto anterior y otro poste-
    rior, permitiö una comprobaciön sölo raras veces po-
    sible, del resultado terap&utico. .

    EI sujeto del historial clfnico que sigue es una mujer
    joven, entre los veinte y los treinta afios, a la que ca-
    sualmente trataba yo desde sus afios infantiles y que
    por sus excelentes cualidades, su serena reflexiön y
    su naturalidad, no habia dado jamäs, ni tampoco a su
    medico de cabecera, una impresiön de nerviosismo.
    Teniendo en cuenta los sucesos que a continuaciön
    me propongo relatar, hemos de considerarla, siguien-
    do la feliz expresiön de Charcot, como una «histeri-
    que d’occasion», categoria perfectamente compatible
    con las mejores cualidades y una intacta salud nervio-
    sa en todo otro punto. De su familia, conozco a su
    madre, mujer nada nerviosa, y a una hermana menor,
    muy semejante a ella y perfectamente sana. En cam-
    bio, un hermano suyo, padeci6 una neurastenia juve-
    nil, que ech6 por lierra todos sus planes para lo futu-
    ro. La etiologfa y el curso de esta enfermedad, cuyo
    desarrollo, muy parecido siempre, tengo todos los
    afios repelidas ocasiones de observar, me son bien
    conocidas. La buena constituciön primitiva del sujeto
    pereciö a los embates sucesivos de la corriente abe-
    rraciön sexual de la pubertad, el trabajo excesivo de
    los afios de estudios y su intensiflcaciön al llegar el
    examen final, una gonorrea y enlazada a ella la sübita
    explosiön de una dispepsia, acompafiada de un tenaz
    estrefiimiento,.de intensidad casi increible, que meses
    despu&s desapareci6, siendo sustituido por pesadez
    de cabeza, malhumor e incapacidad para el trabajo.

    216 —

  • S.

    ENSAYyOoS. 1892-1899

    A partir de este momento, se desarrollö una alteraciön
    del caräcter del sujeto, que lo comvirtiö en constante
    tormento de su familia. No me es posible decidir, de
    momento, si esta forma de la neurastenia puede o no
    adquirirse en su tofalidad. Asi, pues, y teniendo, ade-
    mäs, en cuenfa, que no conozco a los restanies pa-
    rientes de mi enferma, dejar& indeeisa la cuestiön de
    si hemos de suponer en su familia, una disposiciön
    hereditaria a las neurosis.

    Al nacimiento de su primer hijo, habria tenido la
    paciente, intenciön de criarle sin auxilio ninguno ajeno.
    El parto no fu& mäs dificil de lo habitual en las prime-
    rizas, ferminando con una leve aplicaciön de forceps.
    Pero la madre no consigui6, a pesar de su excelente
    constituciön fisica, su ilusiön de ser una buena nodri-
    za. Tenia poca leche y sentia intensos dolores al dar
    el pecho al nifio. Perdiö el apetito, tomö repugnancia
    ala comida y pasaba las noches insomne y excitada.
    De este modo y para no poner en grave peligro la sa-
    lud del niio y la suya propia, hubo necesidad de de-
    clarar fracasada la tentativa, a los catorce dias, y
    buscar un ama, desapareciendo en seguida, todas las
    molestias de la madre, Hare constar, que de esta pri-
    mera tentativa de lactancia, no puedo informar como
    medico ni como festigo.

    Tres afios despues, tuvo la sujeto su segundo hijo,
    y tambien por circunstancias exteriores, resultaba de-
    seable evitar la lactancia mercenaria. Pero los esfuer-
    zos de la madre en este sentido, parecieron tener aün,
    menos exito y provocar fenömenos mäs penosos que
    la vez primera, La joven madre vomitaba todo alimen-
    to, no dormia y se manifestaba tan deprimida por su
    incapacidad, que los dos medicos de la familia, los

    acreditados doctores Breuer y Lott, se opusieron a

    — 297 —

  • S.

    PROF. SS. FR E UD

    toda continuaciön de la tentativa, aconsejando como
    ültimo medio experimentable, la sugestiön hipnötica.
    De este modo, el cuarto dia, por la tarde, fui llamado
    a la cabecera de la enferma.

    A mi llegada, la encontr& en la cama, con las meji-
    las muy arrebatadas, y furiosa por su incapacidad
    para criar al nifio, incapacidad que crecia a cada
    nueva tentativa, no obstante poner ella todo su es-
    fuerzo en dominarla. Para evitar los vömitos, no habfa
    tomado alimento en todo aquel dia. El epigastrio
    aparecia zbultado, y colocando la mano sobre el es-
    t6mago se advertian continuas contracciones. La en-
    ferma se quejaba, ademäs, de un constante mal sa-
    bor de boca. Ni ella ni sus familiares me recibieron
    como a persona de quien se espera auxilio, sino s6lo
    en obediencia a lo indicado por los otros medicos. No
    podia, pues, contar con gran conflanza de su parte.

    En el acto, intent€ producir la hipnosis, haciendo
    fijar a la paciente sus 0jos en los mios, y sugiriendola
    los sintomas del suefio. A los tres minutos, yacfa la en-
    ferma en su lecho, con la tranquila expresiön de un
    profundo reposo, sirviendome, entonces, de la suges-
    tiön, para contradecir todos sus temores y todas las
    sensaciones en las que dichos femores se fundaban:
    «No tenga usted miedo; serä usted una excelente no-
    driza y el nifio se criarä divinamente. Su estömago
    marcha muy bien; fiene usted un gran apetito y estä
    deseando comer, etc.» La enferma continuö durmien-
    do cuando la abandon& por breves instantes, y al des-
    pertarla, moströ una total amnesia con respecto a lo
    sucedido duranfe la hipnosis. Antes de marcharme,
    hube aüin de rechazar una observaciön del marido so-
    bre el peligro de que la hipnosis perturbase para siem-
    pre los nervios de su mujer.

  • S.

    ENSAYyOoS. 1892-1899

    Los hechos que aldia siguienfe me comunicaron los
    familiares de la enferma, a los cuales no parecian ha-
    ber causado impresiön ninguna, constituyeron para
    mi una garantia de &xito. La sujeto habfa cenado sin
    la menor molestia, habfa dormido bien y habfa des-
    ayunado, a la mafiana, con gran apetito. En todo este
    tiempo, habia amamantado a su hijo sin la menor di-
    fieultad. Pero a la vista del almuerzo, demasiado co-
    pioso, despertö de nuevo su repugnancia, y antes de
    haber probado nada, reaparecieron los vömitos. Des-
    de este momento, le fu& imposible volver a dar el pe-
    cho al nifio, y a mi llegada, mostraba los mismos sin-
    tomas que el dia anterior. Mi argumento de que no te-
    nia por que preocuparse, una vez comprobado que su
    malestar podia desaparecer y habfa, en realidad, des-
    aparecido por casi medio dfa, no le hizo efecto ningu-
    no. Recurriendo, pues, de nuevo, a la hipnosis, des-
    arroll€ una mayor energia que el dia anterior, sugi-
    riendola que cinco minutos despues de mi partida
    habria de encararse, un tanto violenfamente, con los
    suyos, y preguntarles cömo es que no le daban de ce-
    nar, si es que se habian propuesto matarla de hambre,
    si crefan que de este modo iba a poder criar a su hijo,
    etc&tera. A mi tercera visita, no precisaba ya la sujeto
    de tratamiento alguno. Nada le faltaba ya; gozaba de
    buen apetito, tenia leche bastante para el nilo, no le
    causaba dolor ninguno darle el pecho, etc. A su marido
    le habfa inquietado, que despu&s de mi partida hubiera
    dirigido a su madre, äsperos reproches, contra su ge-
    neral costumbre. Pero desde entonces, todo iba bien.

    Mi intervenciön terminö aqui, por esta &poca. La
    sujeto amamantö a su hijo durante ocho meses, te-
    niendo yo ocasiön de comprobar varias veces en este
    periodo, el buen estado de salud de ambos. Unica-

    29 —

  • S.

    PROF. SS. FF RE U D

    mente hube de encontrar incomprensible e irritante,
    que nadie de la familia volviera a hablarme del buen
    resultado obtenido con mi intervenciön.

    Pero un afio despu&s obtuve mi desquite. Un tercer
    hijo planteö de nuevo el problema, presentändose otra
    vez la imposibilidad de criarlo. Encontr& a la sujeto en
    el mismo estado que la vez anterior, indignada contra
    si misma al ver que toda su fuerza de voluntad no lle-
    gaba a vencer la repugnancia a alimentarse y los de-
    mäs sintomas. La primera sesiön de hipnosis no pro-
    dujo otro resultado que el de desesperanzar mäs a la
    enferma. Pero despu6&s de la segunda, quedö de nuevo
    tan completamente anulado el complejo de sintomas,
    que no hubo necesidad de mäs. La sujeto criö tambien
    a este nifio, que hoy tiene ya afio y medio, sin moles-
    tia alguna y goza de buena salud.

    Ante esta repeticiön del &xito terap&utico, modific6
    el matrimonio su actitud para conmigo y me confesa-
    ron el motivo a que obedecfa.—Me daba vergüenza—
    dijo la mujer—reconocer que el hipnotismo conseguia
    lo que toda mi fuerza de voluntad no era suficiente a
    lograr—. De todos modos, no creo que ni ella ni su
    marido hayan dominado la aversiön que les inspiraba
    la hipnosis.

    “r*

    Pasamos ahora a explicar cuäl fu& el mecanismo
    psiquico de la perturbaciön de nuestra pacienfe, supri-
    mida por sugestiön. No tuve, como en ofros casos,
    de los que mäs adelante tratare, noticia directa de di-
    cho mecanismo, sino que hube de adivinarlo.

    Existen representaciones con las cuales se halla en-
    lazado un afecto expectante, y son de dos Ördenes:

  • S.

    ENSAYyOS. 11892-717899

    representaciones de que haremos esto o aquello, o
    sea propösitos, y representaciones de que nos suce-
    derä algo determinado, o sea expectaciones.
    Elafecto a ellas enlazado depende de dos factores; en
    primer lugar, de la importancia que el suceso pueda
    tener para nosofros, y en segundo, del grado de inse-
    guridad que entrafia la expectaciön del mismo. La in-
    seguridad subjetiva, la «contraexpectaciön», aparece
    representada por una serie de representaciones a las
    que damos elnombre de «representaciones
    contrastantes pemosas». Cuando se trata
    de un propösito, dichas representaciones contrastan-
    tes son las de que noconseguiremos llevarlo a cabo por
    oponerse aello tales o cuales diflcultades, faltarnos
    las cualidades necesarias para alcanzar el exito y sa-
    ber que otras personas determinadas han fracasado en
    anälogas circunstancias. El ofro caso, o sea el de la
    expectaciön, no precisa de esclarecimiento alguno. La
    contraexpectaciön reposa en la reflexiön de todas las
    posibilidades con que podemos tropezar en lugar de
    la deseada. Continuando la discusiön de este caso,
    llegariamos a las fobias, que tan amplio papel
    desempefian en la sintomatologia de las neurosis. Por
    ahora, permaneceremos en la primera categoria, o sea
    en los propösitos. Habremos de preguntarnos, en pri-
    mer lugar, cuäl es el destino de las representaciones
    contrastantes en la vida mental normal. A nuestro jui-
    cio, quedan inhibidas, coartadas y excluidas de la
    asociaciön, a veces hasta tal extremo, que su existen-
    cia no se hace evidente, casi nunca, frente al propö-
    sito, siendo ünicamente el estudio de las neurosis el
    que nos la descubre. En cambio, en las neurosis—y
    no me refiero solamente a la histeria, sino al «status
    nervosus» en general—exisfe, primariamen-

    _ 501 —

  • S.

    PROF. SS. FRE .UD

    te, una tendencia a la depresiön animica y a la dis-
    minuciön de la conciencia del propio Yo, taly como
    la encontramos, a titulo de sintoma aislado y altamen-
    te desarrollado, en la melancolia. En la neurosis, pre-
    sentan, asimismo, gran importancia, las representa-
    ciones contrastantes con el propösito, por adaptarse
    muy bien su contenido al estado de änimo propio de
    esta afecciön o quizä porque la neurosis hace surgir
    representaciones de este orden, que sin ella no se hu-
    bieran constitufdo.

    Esta intensificaciön de las representaciones con-
    trastantes se nos muestra, en el simple «status nervo-
    sus» y referida a la expectaciön, como una general
    tendencia pesimista, y en la neurastenia, da ocasiön,
    por asociaciön con las sensaciones mäs casuales, a
    las mültiples fobias de los neurastenicos. Transferido
    a los propösitos, crea este factor aquellas perturba-
    ciones que pueden ser reunidas bajo el nombre de
    «folie de doute» y cuyo contenido es la desconflanza
    del sujeto con respecto al propio rendimiento. Preci-
    samente en esfe punto, se conducen las dos grandes
    neurosis—la neurastenia y la histeria—de un modo
    por completo distinto y caracteristico para cada una.
    En la neurastenia, la representaciön contrastante pa-
    tolögicamente intensificada, se une a la representaciön
    de la voluntad positiva, para formar un solo acto de
    conciencia, y sustray&ndose de ella, da origen a aque-
    lla falta de voluntad de los neurastenicos, de la cual
    se dan perfecta cuenta estos enfermos. En la his-
    teria, el proceso se diferencia de &ste en dos puntos,
    o quizä en uno solo. Como corresponde a la tenden-
    cia de la histeria a la disociaciön de la
    eonciencia, la representaciön contrastante pe-
    nosa, aparenftemente coartada, es disociada del pro-

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    pösito y perdura, inconsciente para el enfermo, en ca-
    lidad de representaciön aislada. Es caracteristico de
    la histeria el hecho de que esta representaciön coarta-
    da se objetiviza luego, por inervaciön somätica, cuan-
    do liega el momento de realizar el propösito, con
    igual facilidad y en la misma forma, que en estado
    normal, la representaciön de la aboliciön positiva. La
    representaciön contrastante se constituye, por decirlo
    asf, en una «volunfad contraria» y el enfermo se per-
    cata, con asombro, de que toda su voluntad positiva
    permanece impotente. Tales dos factores se funden,
    quizä, en uno solo, como ya antes indicamos, suce-
    diendo, muy probablemente, que si la representaciön
    contrastante encuentra un medio de objetivizarse, es
    porque no se halla coartada por su enlace con el pro-
    pösito en la misma forma que ella lo coarta (1).

    En nuestro caso, de una madre, a la cual una per-
    turbaciön nerviosa impide amamantar a su hijo, una
    neurastenica se hubieran conducido en la forma si-
    guiente: Hubiera sentido graves temores ante la labor
    maternal que se le planteaba y dado infinitas vueltas
    en su pensamiento a todos los accidentes y peligros
    posibles, acabando, sin embargo, por criar a su hijo
    perfectamente, aunque atormentada por constantes
    dudas y temores, a menos que la representaciön con-
    trastante resultara victoriosa, en cuyo caso habria
    abandonado la sujeto su propösito, considerändose
    incapaz de llevarlo a cabo. La histerica se conduce
    en forma muy distinta. No tiene, quizä, conciencia de
    sus temores, abriga la firme intenciön de llevar a cabo
    su propösito, y emprende, sin vacilaciön alguna, et

    (1) Halländome dedicado a corregir las pruebas de este tra-
    bajo, lleg6 a mis manos otro de H. Kaan, que contiene andlogas
    hipötesis.

    — 505 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    camino para lograrlo. Pero a partir de este momento,
    se comporta como si abrigase la firme voluntad de no
    amamantar al: nifio y esta voluntad provoca en ella
    todos aquellos sintomas subjetivos que una simulado-
    ra pretenderfa experimentar para eludir el cumplimiento
    de sus obligaciones maternas, o sea la falta de apeti-
    to, la repugnancia a todo alimento y la imposibilidad
    de dar el pecho al nifio, a causa de los terribles dolo-
    res que ello la originaba. Pero, ademäs, como la vo-
    luntad contraria es superior a la simulaciön conscien-
    te, en lo que respecta al dominio del cuerpo, presen-
    tarä la histerica toda una serie de sintomas objetivos
    que la simulaciön no consigue hacer surgir. En con-
    traposiciön a la falta de voluntad de la neu-
    rastenia, existe aquf una perversiön de la
    voluntad yenvez de la resignada indecisiön de
    la neurastönica, muestra la histerica asombro e indig-
    naciön ante la dualidad para ella incomprensible.
    Creo, pues, justificado considerar a mi paciente
    como una «hysterique d’occasion>, dado que bajo la
    influencia de un motivo ocasional, le fu& posible pro-
    ducir un complejo de sintomas, de mecanismo tan ex-
    quisitamente histerico. Como causa ocasional, pode-
    mos considerar aqui, la excitaciön anterior al primer
    parto o el agotamiento consecufivo, puesto que el pri-
    mer parto constituye la mayor conmociön que el orga-
    nismo femenino puede experimentar, conmociön des-
    pues de la cual suele producir la mujer todos aquellos
    sintomas neuröticos a los que se halla predispuesta.
    El caso de mi enferma, es probablemente tipico para
    una amplia serie de ofros, en los que la lactancia u
    otra anäloga funciön, quedan perturbadas por influen-
    cias nerviosas, y nos aclara su nafuraleza. Pero como
    en €| no se me revelö directamente el correspondiente

  • S.

    ENSAYOS. 18983-18959

    mecanismo psiquico, sino que llegu& a €] por induc-
    ciön especulativa, me apresurar& a asegurar que la in-
    vestigaciön de los enfermos en la hipnosis, me ha
    revelado muchas veces la existencia de un mecanismo
    psiquico semejante de los fenömenos histericos (1).
    Expondr& aqui uno de los mäs singulares ejemplos
    de este orden: Hace afios, tenia sometida a tratamien-
    to, a una sefiora hist6rica, de voluntad muy energica
    para todo lo que no se relacionaba con su enfermedad,
    pero gravemente afecta, por otro lado, de numerosas
    y tiränicas incapacidades y prohibiciones histericas.
    Entre otros sintomas presentaba el de producir de
    cuando en cuando, a manera de un «tic», un sonido
    inarticulado, un singular chasquido o castafieteo que
    se abria paso entre sus labios contraidos. Al cabo de
    varias semanas, la pregunte en qu& ocasiön habia sur-
    gido por vez primera aquel sintoma. La respuesta fue:
    «No lo se. Hace ya mucho tiempo». De este modo, me
    inclinaba ya a considerarlo como un «tic» autentico,
    cuando un dia, se me ocurriö interrogar de nuevo ala
    paciente, halländose Esta en un profundo suefio hipnö-
    tico. En la hipnosis, disponfa esta enferma—sin nece-
    sidad de sugestiön ninguna—de todo su acervo de
    recuerdos, o como estey muy inclinado a afirmar, de
    toda la amplitud de su conciencia, restringida durante
    el estado de vigilia. A mi pregunta de cuändo habia
    producido por primera vez aquel sintoma, respondi6
    en el acto: «Lo tengo desde que una vez me hallaba
    velando a mi hija menor, enferma de gravedad, y me
    propuse guardar el mäs absoluto silencio, para no per-
    turbar el suefio que por fin habia conciliado, despues
    de un dia de continuas convulsiones. Luego, desapa-

    (1) Vease «La histeria>, cap. I.
    — 505 — £)

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    reciö y no volviö a molestarme hasta muchos afios
    despues, consecutivamente al suceso que voy a rela-
    tarle. Yendo en coche, con mis hijas, a trav&s de un
    bosque, nos sorprendi6 una tormenta, y los caballos
    se espantaron al caer un rayo en un ärbol cercano,
    Entonces pens& que debia evitar todo ruido, para no
    asustar mäs a los caballos, pero contra toda mi volun-
    tad, produje el chasquido que desde entonces me es
    imposible reprimir». LIna vez referido en esta forma, el
    singular chasquido, a su fuente de origen, desapare-
    ciö por completo y para muchos afios, conveneiendo-
    me asf, que no se trataba de un «tic» autentico. Fue
    esta la primera ocasiön que se me ofreciö de compro-
    bar la genesis de un sintoma hist&rico por objetivaciön
    de la representaciön contrastante penosa, o sea por
    «voluntad contraria». La madre, agotada por el temor
    y los desvelos que la ocasiona la enfermedad de su
    hija, se propone guardar el mäs absoluto silencio,
    para no perturbar el anhelado reposo de la enferma.
    Pero halländose en un estado de gran agotamiento, la
    represenfaciön contrastante de que acabaria por pro-
    dueir algün ruido, demuestra ser la mäs fuerte, consi-
    gue dar origen a una inervaciön de la lengua, inerva-
    ciön que el propösito de permanecer en silencio habia,
    quizä, olvidado de impedir, rompe la contracciön de
    los labios y produce un ruido, el cual adquiere un ca-
    räcter fijo a partir de este momento, especialmente
    despues de la repeticiön del mismo suceso.

    Para llegar a una completa comprensiön de este
    proceso hemos de afender alin a una deferminada ob-
    jeciön. Podrä, en efecto, preguntärsenos, cömo dado
    un agotamiento general—que establece desde luego,
    la disposiciön a un tal proceso—vence, precisamente,
    la representaciön contrastante. Nuestra respuesta se-

    — 306 —

  • S.

    Cadena de sociaciones—ge] Yo normal—no se hallan
    agotadas, y Predominan, äsi, en e] Mmomento de la dis-

    tambien Ja clave de la Peculiaridad l delirios que

    Acompaii, I ues histericos, S un hecho

    Casual e] que los delirios histericog del Monjas en
    Me

  • S.

    FROF. 5S. FR.EUD

    presente trabajo, ala explicaciön de por que—dado
    previamente tal estado de disposiciön histerica—apa-
    recen los sintomas en la forma que los observamos.

    La histeria debe a esta emergencia de la voluntad
    coniraria, aquel caräcter demonfaco que tantas veces
    presenta, y que se manifiesta en que los enfermos se
    ven imposibilitados en ciertas ocasiones, de realizar
    aquello que mäs ardientemente desean, hacen precisa-
    mente lo eontrario de lo que se les ha pedido, y ca-
    lumnian aquello que les es mäs querido, o desconfian
    de ello.

    La perversiön del caräcter, propia del histerico, el
    impulso a hacer el mal o a enfermar cuando mäs desea
    la salud, constituye una coerciön, a la que sucumben
    los mäs intachables caracteres, cuando quedan aban-
    donados por algün tiempo a la acciön de las represen-
    taciones contrastantes.

    La interrogaciön referente al destino de los propösi-
    tos inhibidos, parece carecer de senfido por lo que se
    refiere a la vida intelectual normal. Podria contestarse
    diciendo que no llegan a existir. Pero el estudio de la
    histeria muestra que, por lo contrario, toman vida, esto
    es, que la modificaciön material a ellas correspondien-
    te, queda conservada, sobreviviendo tales propösitos,
    como fantasmas de un tenebroso reino, hasta el mo-
    mento en que logran emerger y apoderarse del cuerpo,
    que hasta entonces habria servido fielmente a la con-
    ciencia del Yo.

    He dicho antes, que este mecanismo es tipico de la
    histeria, y he de afiadir ahora que no es exclusivo de
    esta afecciön. Lo volvemos a encontrar en el «fic con-
    vulsivo», neurosis de tan grande analogfa sintomäti-
    ca con la histeria, que todo su cuadro sintomätico
    puede aparecer como fenömeno parcial de la misma,

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    resultando asi, que Charcot, despu&s de un detenido
    estudio, sölo pudo establecer, como diferencia, la de
    que el «tic» histerico llega a desaparecer, perdurando,
    en cambio, el «fic» autentico. EI cuadro de un grave
    «tic» convulsivo se compone de movimientos involun-
    tarios, que presenfan con frecuencia (siempre segün
    Charcot y Guinon) el caräcter de gestos o movimien-
    tos adecuados en alguna ocasiön anterior, coprolalia,
    ecolalia y representaciones obsesivas, de las corres-
    pondientes a la «folie de doute». Ahora bien; sorpren-
    de leer en Guinon, autor que no peneirö en el meca-
    nismo psiquico de estos sintomas, la afirmaciön de
    que algunos de sus enfermos habian llegado a sus
    gestos y contracciones por medio de la objefivaciön
    de la representaciön contrastante. Tales enfermos in-
    dican haber visto en una determinada ocasiön, un anä-
    logo «tic» o a un cömico que contraia intencionada-
    mente su rosiro en dicha forma, habiendo sentido en-
    ‘ tonces el temor de verse forzosamente impulsados a
    imitar tan feas y ridiculas contraceiones. Y, en efecto,
    a partir de aquel momento, habian comenzado a imi-
    tarlas. Realmente, sölo una pequefifsima parte de los
    movimientos involuntarios surge de este modo en los
    «tiqueurs». En cambio, nos inclinamos a adscribir este
    mecanismo a la coprolalia, nombre que damos al in-
    coereible impulso que obliga a los «tiqueurs», contra
    toda su voluntad, a pronunciar las palabras mäs gro-
    seras. La raiz de la coprolalia seria la percepciön del
    enfermo de que le es imposible dejar de emitir cier-
    "tos sonidos. A esta percepciön se enlazaria Iuego el
    temor a perder el dominio sobre otros sonidos, espe-
    cialmente sobre aquellas palabras que los: hombres
    bien educados evitan pronunciar, y este temor les lle-
    varia a la realizaciön de lo temido. No encuentro en

    — 509 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    Guinon ninguna anamnesis que confirme esta hipöte-
    sis, y por mi parte no he tenido ocasiön de interrogar
    a ningün enfermo de coprolalia. En cambio, encuen-
    tro en el mismo autor, la exposiciön de otro caso de
    «tic», en el que las palabras involuntariamente pro-
    nunciadas no pertenecian a la terminologia de la co-
    prolalia. Era el sujeto de este caso, un hombre adulto
    que se vela obligado a pronunciar constantemente el
    nombre de «Maria». Siendo estudiante, se habia ena-
    morado de una muchacha que llevaba este nombre,
    enamoramiento que le absorbiö durante mucho tiempo
    y le predispuso a la neurosis. Por entonces, comenzö
    ya a pronunciar en alta voz, durante las horas de cla-
    se, elnombre de su adorada, y este nombre se consti-
    tuy6 en un «tic», que perduraba ain, mäs de veinte
    afios despu&s de cesar el enamoramiento del sujeto.
    A mi juicio, lo que sucediö en este caso, fue que el fir-
    me deseo del sujeto, de mantener oculto el nombre de
    su amada, se transformö, al llegar un momento de es-
    pecial exeitaciön, en la voluntad contraria, perduran-
    do desde entonces el «tic», como en el caso de mi se-
    gunda enferma.

    Si la explicaciön de este ejemplo es exacta, habre-
    mos de atribuir igual mecanismo al «tic» propiamente
    coprolälico, pues las palabras groseras son secretos
    que todos conocemos, y cuyo conocimiento procura-
    mos siempre oculfarnos unos a otros (1).

    (1) Indicamos, asf, que merecerfa la pena de investigar la
    objetivaciön de la voluntad contraria, tambien fuera de la histeria
    y del «tie», donde aparece con gran freduencia, dentro de los
    Ifmites de lo normal,

    50 —