S.
Un caso de curaciön hipnöfica
y algunas observaciones sobre la genesis de sintomas
histericos por «<voluntad contraria».Me decido a publicar aqui la historia de una cura-
ciön obtenida mediante la sugestiön hipnötica, por tra-
tarse de un caso al que una serie de circunstancias
accesorias da mayor transparencia y fuerza probatoria
de las que suele entraliar la mayoria de nuestros re-
sultados ferap&uticos de este orden.La mujer a la cual me fu& dado auxiliar, asi, en un
momento muy importante de su existencia, me era
conocida desde muchos afios aträs y permaneciö lue-
go, varios otros, sometida a mi observaciön. La per-
turbaciön de la cual la libertö la sugestiön hipnöfica,
habfa ya surgido una vez, con anterioridad, siendo
ineficazmente combatida e imponiendo a la sujeto una
penosa renuncia, que la segunda vez logr& evitarla
con mis auxilios. Todavia, un afio despues, volvi6 a
presentarse, por vez tercera, la dicha perturbaciön,
para ser, de nuevo, suprimida, con iguales medios,
pero ahora ya de un modo definitivo, no volviendo a
atormentar a la sujeto en todo el fiempo que hubo de
ejercer la funciön sobre la cual recaia. Ademäs, creo
haber conseguido en este caso, descubrir el sencillo
mecanismo de la perturbaciön y relacionarlo con pro-
cesos anälogos del campo de la neuropatologia.Trätase, para no continuar hablando en adivinan-
19 —
S.
PROF. 5. FR EUD
zas, de un caso en el que una madre se vi6 imposibi-
litada de amamantar a su hijo recien nacido, hasta la
intervenciön de la sugestiön hipnötica, y en el cual lo
sucedido despues de un parto anterior y otro poste-
rior, permitiö una comprobaciön sölo raras veces po-
sible, del resultado terap&utico. .EI sujeto del historial clfnico que sigue es una mujer
joven, entre los veinte y los treinta afios, a la que ca-
sualmente trataba yo desde sus afios infantiles y que
por sus excelentes cualidades, su serena reflexiön y
su naturalidad, no habia dado jamäs, ni tampoco a su
medico de cabecera, una impresiön de nerviosismo.
Teniendo en cuenta los sucesos que a continuaciön
me propongo relatar, hemos de considerarla, siguien-
do la feliz expresiön de Charcot, como una «histeri-
que d’occasion», categoria perfectamente compatible
con las mejores cualidades y una intacta salud nervio-
sa en todo otro punto. De su familia, conozco a su
madre, mujer nada nerviosa, y a una hermana menor,
muy semejante a ella y perfectamente sana. En cam-
bio, un hermano suyo, padeci6 una neurastenia juve-
nil, que ech6 por lierra todos sus planes para lo futu-
ro. La etiologfa y el curso de esta enfermedad, cuyo
desarrollo, muy parecido siempre, tengo todos los
afios repelidas ocasiones de observar, me son bien
conocidas. La buena constituciön primitiva del sujeto
pereciö a los embates sucesivos de la corriente abe-
rraciön sexual de la pubertad, el trabajo excesivo de
los afios de estudios y su intensiflcaciön al llegar el
examen final, una gonorrea y enlazada a ella la sübita
explosiön de una dispepsia, acompafiada de un tenaz
estrefiimiento,.de intensidad casi increible, que meses
despu&s desapareci6, siendo sustituido por pesadez
de cabeza, malhumor e incapacidad para el trabajo.216 —
S.
ENSAYyOoS. 1892-1899
A partir de este momento, se desarrollö una alteraciön
del caräcter del sujeto, que lo comvirtiö en constante
tormento de su familia. No me es posible decidir, de
momento, si esta forma de la neurastenia puede o no
adquirirse en su tofalidad. Asi, pues, y teniendo, ade-
mäs, en cuenfa, que no conozco a los restanies pa-
rientes de mi enferma, dejar& indeeisa la cuestiön de
si hemos de suponer en su familia, una disposiciön
hereditaria a las neurosis.Al nacimiento de su primer hijo, habria tenido la
paciente, intenciön de criarle sin auxilio ninguno ajeno.
El parto no fu& mäs dificil de lo habitual en las prime-
rizas, ferminando con una leve aplicaciön de forceps.
Pero la madre no consigui6, a pesar de su excelente
constituciön fisica, su ilusiön de ser una buena nodri-
za. Tenia poca leche y sentia intensos dolores al dar
el pecho al nifio. Perdiö el apetito, tomö repugnancia
ala comida y pasaba las noches insomne y excitada.
De este modo y para no poner en grave peligro la sa-
lud del niio y la suya propia, hubo necesidad de de-
clarar fracasada la tentativa, a los catorce dias, y
buscar un ama, desapareciendo en seguida, todas las
molestias de la madre, Hare constar, que de esta pri-
mera tentativa de lactancia, no puedo informar como
medico ni como festigo.Tres afios despues, tuvo la sujeto su segundo hijo,
y tambien por circunstancias exteriores, resultaba de-
seable evitar la lactancia mercenaria. Pero los esfuer-
zos de la madre en este sentido, parecieron tener aün,
menos exito y provocar fenömenos mäs penosos que
la vez primera, La joven madre vomitaba todo alimen-
to, no dormia y se manifestaba tan deprimida por su
incapacidad, que los dos medicos de la familia, losacreditados doctores Breuer y Lott, se opusieron a
— 297 —
S.
PROF. SS. FR E UD
toda continuaciön de la tentativa, aconsejando como
ültimo medio experimentable, la sugestiön hipnötica.
De este modo, el cuarto dia, por la tarde, fui llamado
a la cabecera de la enferma.A mi llegada, la encontr& en la cama, con las meji-
las muy arrebatadas, y furiosa por su incapacidad
para criar al nifio, incapacidad que crecia a cada
nueva tentativa, no obstante poner ella todo su es-
fuerzo en dominarla. Para evitar los vömitos, no habfa
tomado alimento en todo aquel dia. El epigastrio
aparecia zbultado, y colocando la mano sobre el es-
t6mago se advertian continuas contracciones. La en-
ferma se quejaba, ademäs, de un constante mal sa-
bor de boca. Ni ella ni sus familiares me recibieron
como a persona de quien se espera auxilio, sino s6lo
en obediencia a lo indicado por los otros medicos. No
podia, pues, contar con gran conflanza de su parte.En el acto, intent€ producir la hipnosis, haciendo
fijar a la paciente sus 0jos en los mios, y sugiriendola
los sintomas del suefio. A los tres minutos, yacfa la en-
ferma en su lecho, con la tranquila expresiön de un
profundo reposo, sirviendome, entonces, de la suges-
tiön, para contradecir todos sus temores y todas las
sensaciones en las que dichos femores se fundaban:
«No tenga usted miedo; serä usted una excelente no-
driza y el nifio se criarä divinamente. Su estömago
marcha muy bien; fiene usted un gran apetito y estä
deseando comer, etc.» La enferma continuö durmien-
do cuando la abandon& por breves instantes, y al des-
pertarla, moströ una total amnesia con respecto a lo
sucedido duranfe la hipnosis. Antes de marcharme,
hube aüin de rechazar una observaciön del marido so-
bre el peligro de que la hipnosis perturbase para siem-
pre los nervios de su mujer.S.
ENSAYyOoS. 1892-1899
Los hechos que aldia siguienfe me comunicaron los
familiares de la enferma, a los cuales no parecian ha-
ber causado impresiön ninguna, constituyeron para
mi una garantia de &xito. La sujeto habfa cenado sin
la menor molestia, habfa dormido bien y habfa des-
ayunado, a la mafiana, con gran apetito. En todo este
tiempo, habia amamantado a su hijo sin la menor di-
fieultad. Pero a la vista del almuerzo, demasiado co-
pioso, despertö de nuevo su repugnancia, y antes de
haber probado nada, reaparecieron los vömitos. Des-
de este momento, le fu& imposible volver a dar el pe-
cho al nifio, y a mi llegada, mostraba los mismos sin-
tomas que el dia anterior. Mi argumento de que no te-
nia por que preocuparse, una vez comprobado que su
malestar podia desaparecer y habfa, en realidad, des-
aparecido por casi medio dfa, no le hizo efecto ningu-
no. Recurriendo, pues, de nuevo, a la hipnosis, des-
arroll€ una mayor energia que el dia anterior, sugi-
riendola que cinco minutos despues de mi partida
habria de encararse, un tanto violenfamente, con los
suyos, y preguntarles cömo es que no le daban de ce-
nar, si es que se habian propuesto matarla de hambre,
si crefan que de este modo iba a poder criar a su hijo,
etc&tera. A mi tercera visita, no precisaba ya la sujeto
de tratamiento alguno. Nada le faltaba ya; gozaba de
buen apetito, tenia leche bastante para el nilo, no le
causaba dolor ninguno darle el pecho, etc. A su marido
le habfa inquietado, que despu&s de mi partida hubiera
dirigido a su madre, äsperos reproches, contra su ge-
neral costumbre. Pero desde entonces, todo iba bien.Mi intervenciön terminö aqui, por esta &poca. La
sujeto amamantö a su hijo durante ocho meses, te-
niendo yo ocasiön de comprobar varias veces en este
periodo, el buen estado de salud de ambos. Unica-29 —
S.
PROF. SS. FF RE U D
mente hube de encontrar incomprensible e irritante,
que nadie de la familia volviera a hablarme del buen
resultado obtenido con mi intervenciön.Pero un afio despu&s obtuve mi desquite. Un tercer
hijo planteö de nuevo el problema, presentändose otra
vez la imposibilidad de criarlo. Encontr& a la sujeto en
el mismo estado que la vez anterior, indignada contra
si misma al ver que toda su fuerza de voluntad no lle-
gaba a vencer la repugnancia a alimentarse y los de-
mäs sintomas. La primera sesiön de hipnosis no pro-
dujo otro resultado que el de desesperanzar mäs a la
enferma. Pero despu6&s de la segunda, quedö de nuevo
tan completamente anulado el complejo de sintomas,
que no hubo necesidad de mäs. La sujeto criö tambien
a este nifio, que hoy tiene ya afio y medio, sin moles-
tia alguna y goza de buena salud.Ante esta repeticiön del &xito terap&utico, modific6
el matrimonio su actitud para conmigo y me confesa-
ron el motivo a que obedecfa.—Me daba vergüenza—
dijo la mujer—reconocer que el hipnotismo conseguia
lo que toda mi fuerza de voluntad no era suficiente a
lograr—. De todos modos, no creo que ni ella ni su
marido hayan dominado la aversiön que les inspiraba
la hipnosis.“r*
Pasamos ahora a explicar cuäl fu& el mecanismo
psiquico de la perturbaciön de nuestra pacienfe, supri-
mida por sugestiön. No tuve, como en ofros casos,
de los que mäs adelante tratare, noticia directa de di-
cho mecanismo, sino que hube de adivinarlo.Existen representaciones con las cuales se halla en-
lazado un afecto expectante, y son de dos Ördenes:S.
ENSAYyOS. 11892-717899
representaciones de que haremos esto o aquello, o
sea propösitos, y representaciones de que nos suce-
derä algo determinado, o sea expectaciones.
Elafecto a ellas enlazado depende de dos factores; en
primer lugar, de la importancia que el suceso pueda
tener para nosofros, y en segundo, del grado de inse-
guridad que entrafia la expectaciön del mismo. La in-
seguridad subjetiva, la «contraexpectaciön», aparece
representada por una serie de representaciones a las
que damos elnombre de «representaciones
contrastantes pemosas». Cuando se trata
de un propösito, dichas representaciones contrastan-
tes son las de que noconseguiremos llevarlo a cabo por
oponerse aello tales o cuales diflcultades, faltarnos
las cualidades necesarias para alcanzar el exito y sa-
ber que otras personas determinadas han fracasado en
anälogas circunstancias. El ofro caso, o sea el de la
expectaciön, no precisa de esclarecimiento alguno. La
contraexpectaciön reposa en la reflexiön de todas las
posibilidades con que podemos tropezar en lugar de
la deseada. Continuando la discusiön de este caso,
llegariamos a las fobias, que tan amplio papel
desempefian en la sintomatologia de las neurosis. Por
ahora, permaneceremos en la primera categoria, o sea
en los propösitos. Habremos de preguntarnos, en pri-
mer lugar, cuäl es el destino de las representaciones
contrastantes en la vida mental normal. A nuestro jui-
cio, quedan inhibidas, coartadas y excluidas de la
asociaciön, a veces hasta tal extremo, que su existen-
cia no se hace evidente, casi nunca, frente al propö-
sito, siendo ünicamente el estudio de las neurosis el
que nos la descubre. En cambio, en las neurosis—y
no me refiero solamente a la histeria, sino al «status
nervosus» en general—exisfe, primariamen-_ 501 —
S.
PROF. SS. FRE .UD
te, una tendencia a la depresiön animica y a la dis-
minuciön de la conciencia del propio Yo, taly como
la encontramos, a titulo de sintoma aislado y altamen-
te desarrollado, en la melancolia. En la neurosis, pre-
sentan, asimismo, gran importancia, las representa-
ciones contrastantes con el propösito, por adaptarse
muy bien su contenido al estado de änimo propio de
esta afecciön o quizä porque la neurosis hace surgir
representaciones de este orden, que sin ella no se hu-
bieran constitufdo.Esta intensificaciön de las representaciones con-
trastantes se nos muestra, en el simple «status nervo-
sus» y referida a la expectaciön, como una general
tendencia pesimista, y en la neurastenia, da ocasiön,
por asociaciön con las sensaciones mäs casuales, a
las mültiples fobias de los neurastenicos. Transferido
a los propösitos, crea este factor aquellas perturba-
ciones que pueden ser reunidas bajo el nombre de
«folie de doute» y cuyo contenido es la desconflanza
del sujeto con respecto al propio rendimiento. Preci-
samente en esfe punto, se conducen las dos grandes
neurosis—la neurastenia y la histeria—de un modo
por completo distinto y caracteristico para cada una.
En la neurastenia, la representaciön contrastante pa-
tolögicamente intensificada, se une a la representaciön
de la voluntad positiva, para formar un solo acto de
conciencia, y sustray&ndose de ella, da origen a aque-
lla falta de voluntad de los neurastenicos, de la cual
se dan perfecta cuenta estos enfermos. En la his-
teria, el proceso se diferencia de &ste en dos puntos,
o quizä en uno solo. Como corresponde a la tenden-
cia de la histeria a la disociaciön de la
eonciencia, la representaciön contrastante pe-
nosa, aparenftemente coartada, es disociada del pro-S.
ENSAYOS. 1892-1899
pösito y perdura, inconsciente para el enfermo, en ca-
lidad de representaciön aislada. Es caracteristico de
la histeria el hecho de que esta representaciön coarta-
da se objetiviza luego, por inervaciön somätica, cuan-
do liega el momento de realizar el propösito, con
igual facilidad y en la misma forma, que en estado
normal, la representaciön de la aboliciön positiva. La
representaciön contrastante se constituye, por decirlo
asf, en una «volunfad contraria» y el enfermo se per-
cata, con asombro, de que toda su voluntad positiva
permanece impotente. Tales dos factores se funden,
quizä, en uno solo, como ya antes indicamos, suce-
diendo, muy probablemente, que si la representaciön
contrastante encuentra un medio de objetivizarse, es
porque no se halla coartada por su enlace con el pro-
pösito en la misma forma que ella lo coarta (1).En nuestro caso, de una madre, a la cual una per-
turbaciön nerviosa impide amamantar a su hijo, una
neurastenica se hubieran conducido en la forma si-
guiente: Hubiera sentido graves temores ante la labor
maternal que se le planteaba y dado infinitas vueltas
en su pensamiento a todos los accidentes y peligros
posibles, acabando, sin embargo, por criar a su hijo
perfectamente, aunque atormentada por constantes
dudas y temores, a menos que la representaciön con-
trastante resultara victoriosa, en cuyo caso habria
abandonado la sujeto su propösito, considerändose
incapaz de llevarlo a cabo. La histerica se conduce
en forma muy distinta. No tiene, quizä, conciencia de
sus temores, abriga la firme intenciön de llevar a cabo
su propösito, y emprende, sin vacilaciön alguna, et(1) Halländome dedicado a corregir las pruebas de este tra-
bajo, lleg6 a mis manos otro de H. Kaan, que contiene andlogas
hipötesis.— 505 —
S.
PROF. SS. FRE UD
camino para lograrlo. Pero a partir de este momento,
se comporta como si abrigase la firme voluntad de no
amamantar al: nifio y esta voluntad provoca en ella
todos aquellos sintomas subjetivos que una simulado-
ra pretenderfa experimentar para eludir el cumplimiento
de sus obligaciones maternas, o sea la falta de apeti-
to, la repugnancia a todo alimento y la imposibilidad
de dar el pecho al nifio, a causa de los terribles dolo-
res que ello la originaba. Pero, ademäs, como la vo-
luntad contraria es superior a la simulaciön conscien-
te, en lo que respecta al dominio del cuerpo, presen-
tarä la histerica toda una serie de sintomas objetivos
que la simulaciön no consigue hacer surgir. En con-
traposiciön a la falta de voluntad de la neu-
rastenia, existe aquf una perversiön de la
voluntad yenvez de la resignada indecisiön de
la neurastönica, muestra la histerica asombro e indig-
naciön ante la dualidad para ella incomprensible.
Creo, pues, justificado considerar a mi paciente
como una «hysterique d’occasion>, dado que bajo la
influencia de un motivo ocasional, le fu& posible pro-
ducir un complejo de sintomas, de mecanismo tan ex-
quisitamente histerico. Como causa ocasional, pode-
mos considerar aqui, la excitaciön anterior al primer
parto o el agotamiento consecufivo, puesto que el pri-
mer parto constituye la mayor conmociön que el orga-
nismo femenino puede experimentar, conmociön des-
pues de la cual suele producir la mujer todos aquellos
sintomas neuröticos a los que se halla predispuesta.
El caso de mi enferma, es probablemente tipico para
una amplia serie de ofros, en los que la lactancia u
otra anäloga funciön, quedan perturbadas por influen-
cias nerviosas, y nos aclara su nafuraleza. Pero como
en €| no se me revelö directamente el correspondienteS.
ENSAYOS. 18983-18959
mecanismo psiquico, sino que llegu& a €] por induc-
ciön especulativa, me apresurar& a asegurar que la in-
vestigaciön de los enfermos en la hipnosis, me ha
revelado muchas veces la existencia de un mecanismo
psiquico semejante de los fenömenos histericos (1).
Expondr& aqui uno de los mäs singulares ejemplos
de este orden: Hace afios, tenia sometida a tratamien-
to, a una sefiora hist6rica, de voluntad muy energica
para todo lo que no se relacionaba con su enfermedad,
pero gravemente afecta, por otro lado, de numerosas
y tiränicas incapacidades y prohibiciones histericas.
Entre otros sintomas presentaba el de producir de
cuando en cuando, a manera de un «tic», un sonido
inarticulado, un singular chasquido o castafieteo que
se abria paso entre sus labios contraidos. Al cabo de
varias semanas, la pregunte en qu& ocasiön habia sur-
gido por vez primera aquel sintoma. La respuesta fue:
«No lo se. Hace ya mucho tiempo». De este modo, me
inclinaba ya a considerarlo como un «tic» autentico,
cuando un dia, se me ocurriö interrogar de nuevo ala
paciente, halländose Esta en un profundo suefio hipnö-
tico. En la hipnosis, disponfa esta enferma—sin nece-
sidad de sugestiön ninguna—de todo su acervo de
recuerdos, o como estey muy inclinado a afirmar, de
toda la amplitud de su conciencia, restringida durante
el estado de vigilia. A mi pregunta de cuändo habia
producido por primera vez aquel sintoma, respondi6
en el acto: «Lo tengo desde que una vez me hallaba
velando a mi hija menor, enferma de gravedad, y me
propuse guardar el mäs absoluto silencio, para no per-
turbar el suefio que por fin habia conciliado, despues
de un dia de continuas convulsiones. Luego, desapa-(1) Vease «La histeria>, cap. I.
— 505 — £)S.
PROF. SS. FRE UD
reciö y no volviö a molestarme hasta muchos afios
despues, consecutivamente al suceso que voy a rela-
tarle. Yendo en coche, con mis hijas, a trav&s de un
bosque, nos sorprendi6 una tormenta, y los caballos
se espantaron al caer un rayo en un ärbol cercano,
Entonces pens& que debia evitar todo ruido, para no
asustar mäs a los caballos, pero contra toda mi volun-
tad, produje el chasquido que desde entonces me es
imposible reprimir». LIna vez referido en esta forma, el
singular chasquido, a su fuente de origen, desapare-
ciö por completo y para muchos afios, conveneiendo-
me asf, que no se trataba de un «tic» autentico. Fue
esta la primera ocasiön que se me ofreciö de compro-
bar la genesis de un sintoma hist&rico por objetivaciön
de la representaciön contrastante penosa, o sea por
«voluntad contraria». La madre, agotada por el temor
y los desvelos que la ocasiona la enfermedad de su
hija, se propone guardar el mäs absoluto silencio,
para no perturbar el anhelado reposo de la enferma.
Pero halländose en un estado de gran agotamiento, la
represenfaciön contrastante de que acabaria por pro-
dueir algün ruido, demuestra ser la mäs fuerte, consi-
gue dar origen a una inervaciön de la lengua, inerva-
ciön que el propösito de permanecer en silencio habia,
quizä, olvidado de impedir, rompe la contracciön de
los labios y produce un ruido, el cual adquiere un ca-
räcter fijo a partir de este momento, especialmente
despues de la repeticiön del mismo suceso.Para llegar a una completa comprensiön de este
proceso hemos de afender alin a una deferminada ob-
jeciön. Podrä, en efecto, preguntärsenos, cömo dado
un agotamiento general—que establece desde luego,
la disposiciön a un tal proceso—vence, precisamente,
la representaciön contrastante. Nuestra respuesta se-— 306 —
S.
S.
FROF. 5S. FR.EUD
presente trabajo, ala explicaciön de por que—dado
previamente tal estado de disposiciön histerica—apa-
recen los sintomas en la forma que los observamos.La histeria debe a esta emergencia de la voluntad
coniraria, aquel caräcter demonfaco que tantas veces
presenta, y que se manifiesta en que los enfermos se
ven imposibilitados en ciertas ocasiones, de realizar
aquello que mäs ardientemente desean, hacen precisa-
mente lo eontrario de lo que se les ha pedido, y ca-
lumnian aquello que les es mäs querido, o desconfian
de ello.La perversiön del caräcter, propia del histerico, el
impulso a hacer el mal o a enfermar cuando mäs desea
la salud, constituye una coerciön, a la que sucumben
los mäs intachables caracteres, cuando quedan aban-
donados por algün tiempo a la acciön de las represen-
taciones contrastantes.La interrogaciön referente al destino de los propösi-
tos inhibidos, parece carecer de senfido por lo que se
refiere a la vida intelectual normal. Podria contestarse
diciendo que no llegan a existir. Pero el estudio de la
histeria muestra que, por lo contrario, toman vida, esto
es, que la modificaciön material a ellas correspondien-
te, queda conservada, sobreviviendo tales propösitos,
como fantasmas de un tenebroso reino, hasta el mo-
mento en que logran emerger y apoderarse del cuerpo,
que hasta entonces habria servido fielmente a la con-
ciencia del Yo.He dicho antes, que este mecanismo es tipico de la
histeria, y he de afiadir ahora que no es exclusivo de
esta afecciön. Lo volvemos a encontrar en el «fic con-
vulsivo», neurosis de tan grande analogfa sintomäti-
ca con la histeria, que todo su cuadro sintomätico
puede aparecer como fenömeno parcial de la misma,S.
ENSAYyOS. 1892-1899
resultando asi, que Charcot, despu&s de un detenido
estudio, sölo pudo establecer, como diferencia, la de
que el «tic» histerico llega a desaparecer, perdurando,
en cambio, el «fic» autentico. EI cuadro de un grave
«tic» convulsivo se compone de movimientos involun-
tarios, que presenfan con frecuencia (siempre segün
Charcot y Guinon) el caräcter de gestos o movimien-
tos adecuados en alguna ocasiön anterior, coprolalia,
ecolalia y representaciones obsesivas, de las corres-
pondientes a la «folie de doute». Ahora bien; sorpren-
de leer en Guinon, autor que no peneirö en el meca-
nismo psiquico de estos sintomas, la afirmaciön de
que algunos de sus enfermos habian llegado a sus
gestos y contracciones por medio de la objefivaciön
de la representaciön contrastante. Tales enfermos in-
dican haber visto en una determinada ocasiön, un anä-
logo «tic» o a un cömico que contraia intencionada-
mente su rosiro en dicha forma, habiendo sentido en-
‘ tonces el temor de verse forzosamente impulsados a
imitar tan feas y ridiculas contraceiones. Y, en efecto,
a partir de aquel momento, habian comenzado a imi-
tarlas. Realmente, sölo una pequefifsima parte de los
movimientos involuntarios surge de este modo en los
«tiqueurs». En cambio, nos inclinamos a adscribir este
mecanismo a la coprolalia, nombre que damos al in-
coereible impulso que obliga a los «tiqueurs», contra
toda su voluntad, a pronunciar las palabras mäs gro-
seras. La raiz de la coprolalia seria la percepciön del
enfermo de que le es imposible dejar de emitir cier-
"tos sonidos. A esta percepciön se enlazaria Iuego el
temor a perder el dominio sobre otros sonidos, espe-
cialmente sobre aquellas palabras que los: hombres
bien educados evitan pronunciar, y este temor les lle-
varia a la realizaciön de lo temido. No encuentro en— 509 —
S.
PROF. SS. FRE UD
Guinon ninguna anamnesis que confirme esta hipöte-
sis, y por mi parte no he tenido ocasiön de interrogar
a ningün enfermo de coprolalia. En cambio, encuen-
tro en el mismo autor, la exposiciön de otro caso de
«tic», en el que las palabras involuntariamente pro-
nunciadas no pertenecian a la terminologia de la co-
prolalia. Era el sujeto de este caso, un hombre adulto
que se vela obligado a pronunciar constantemente el
nombre de «Maria». Siendo estudiante, se habia ena-
morado de una muchacha que llevaba este nombre,
enamoramiento que le absorbiö durante mucho tiempo
y le predispuso a la neurosis. Por entonces, comenzö
ya a pronunciar en alta voz, durante las horas de cla-
se, elnombre de su adorada, y este nombre se consti-
tuy6 en un «tic», que perduraba ain, mäs de veinte
afios despu&s de cesar el enamoramiento del sujeto.
A mi juicio, lo que sucediö en este caso, fue que el fir-
me deseo del sujeto, de mantener oculto el nombre de
su amada, se transformö, al llegar un momento de es-
pecial exeitaciön, en la voluntad contraria, perduran-
do desde entonces el «tic», como en el caso de mi se-
gunda enferma.Si la explicaciön de este ejemplo es exacta, habre-
mos de atribuir igual mecanismo al «tic» propiamente
coprolälico, pues las palabras groseras son secretos
que todos conocemos, y cuyo conocimiento procura-
mos siempre oculfarnos unos a otros (1).(1) Indicamos, asf, que merecerfa la pena de investigar la
objetivaciön de la voluntad contraria, tambien fuera de la histeria
y del «tie», donde aparece con gran freduencia, dentro de los
Ifmites de lo normal,50 —
y algunas observaciones sobre la génesis de síntomas histéricos por »voluntad contraria«
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