Crítica de la neurosis de angustia 1895-006/1927.es
  • S.

    Critica de la neurosis de angustia

    En el nümero 2 de la «Neurologisches Zentralbtalt»,
    de Mendel, correspondiente al afio 1895, publique un
    breve estudio en el que intente separar de la neuraste-
    nia toda una serie de estados nerviosos, reuniendolos
    en un grupo independiente, bajo'el nombre de «neuro-
    sis de angustia» (1). Me movi6 a ello, una constante
    coincidencia de caracteres clinicos y etiolögicos, sufi-
    ciente para justificar una diferenciaciön. Habia descu-
    bierto, en efecto, que los sintomas de referencia per-
    tenecian todos a la expresiön de la angustia, descubri-
    miento en el cual vi luego, que me habia precedido
    Hecker, y mis investigaciones sobre la etiologia de
    las neurosis me permitieron agregar, que tales ele-
    mentos del complejo «neurosis de angustia», posefan
    condiciones etiolögicas particulares casi opuestas a la
    etiologia de la neurastenia. Mis experiencias me ha-
    bfan ensefiado que en la etiologfa de las neurosis (por
    lo menos en los casos adquiridos yen las for-
    mas susceptibles de adquisiciön) desempefian
    un importantisimo papel, poco o nada estudiado hasta
    ahora, faciores sexuales, de manera que la afırmaciön
    de que «la etiologia de las neurosis reposa en la se-

    (1) Vease el estudio «Justificaciön de separar de la neuras-
    tenia, etc.», inclufdo en el presente volumen.

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    ENSAYVYOS. 1892-1399

    xualidad», se hallaba, pese a toda su inevitable in-
    exactitud «per excessum et defectum», mäs cerca de la
    verdad que las demäs teorias actualmente aceptadas.
    Otra aserciön a la que me obligaban tambien mis ob-
    servaciones, fu la de que las diferentes präcticas se-
    xuales viciosas no actuaban indistintamente en la elio-
    logia de todas las neurosis, sino que existian relacio-
    nes especiales entre sus diferentes ördenes y determi-
    nadas neurosis. Hube, asf, de suponer, que habia
    descubierto las causas especificas de las distintas neu-
    rosis. A continuaciön, intente encerrar en una breve
    förmula, la caracteristica de las faltas sexuales que
    constituyen la etiologia de la neurosis de angustia, y
    apoyändome en mi concepciön del proceso sexual
    (v&ase el estudio citado), obtuve la conclusiön de que
    la neurosis de angustia tenia por causa todo aquello
    que desviaba de lo psiquico la tensiön sexual somäti-
    ca, perturbando su elaboraciön psiquica. Pasando a
    las circunstancias concrefas en las cuales se realiza
    este principio, resultö, entonces, que los factores etio-
    lögicos especificos de los estados denominados por
    mi «neurosis de angustia», eran la abstinencia volun-
    taria o involuntaria, el comercio sexual sin satisfac-
    ciön completa, el coito interrumpido, la desviaciön del
    interes psiquico de la sexualidad, etc.

    Al publicar el estudio al que vengo refiriendome, no
    me hacia ilusiön alguna sobre su poder de convenci-
    miento. En primer lugar, sabia no haber realizado en
    €l, sino una exposiciön sintetica, incompleta y a trozos
    dificilmente comprensible, de la materia, suficiente
    sölo, quizä, para preparar la atenciön del lector. Ade-
    mäs, apenas si citaba algunos ejemplos; no daba cifra
    alguna; no describia la fecnica de la anamnesis; no
    tomaba en consideraciön, para evitar errores de juicio,

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    PROF, SS. FR E UD

    mäs que las objeciones mäs pröximas, y sölo acen-
    tuaba, de la teorfa, el principio fundamental, sin hacer
    resaltar, de igual manera, sus restricciones. Quedaba,
    asi, el lector, en libertad completa para enjuiciar adver-
    samente la coherencia de toda la construcciön teörica
    que se le ofrecia. Pero no era öste el ünico de los fac-
    tores que me hacian contar con una mala acogida de
    mi teoria. SE muy bien, que con la «etiologia sexual»
    de las neurosis, no he descubierto nada nuevo, sino
    algo conocido incluso por la Medicina oficial escoläs-
    tica. Pero esta ültima, ha hecho como si lo ignorase,
    evitando deducir de ello conclusiön alguna. Esta con-
    ducta ha de tener algüin profundo fundamento, consis-
    tente, quizä, en una especie de horror a lo sexual o en
    una reacciön contra antiguas fentafivas de aclaraciön,
    que se consideran ya superadas. De todos modos, al
    emprender la tentativa de hacer verosfmil a otros, algo
    que ellos hubieran podido descubrir por si mismos sin
    gran trabajo, era de esperar tropezarse con una vigo-
    rosa resistencia.

    En tal situaciön, hubiera sido, quizä, mäs adecuado,
    no responder a objeciön critica ninguna, hasta despues
    de haber expuesto con todo detalle el complicado tema
    y haberlo hecho claramente comprensible. Pero no
    me es dado resistir a los motivos que me mueven a
    contestar, sin mäs dilaciön, a una critica de mi teoria
    de la neurosis de angustia publicada en estos ültimos
    dias. Lo hago asi, en primer lugar, por lapersona del
    critico, L. Loewenteld, de Munich, autor de la «Patolo-
    gfa y terapia de la neurastenia» y hombre cuya opi-
    niön ha de pesar mucho en el püblico medico; en se-
    gundo, por la necesidad de rechazar una errönea con-
    cepciön que se me atribuye en dicha critica, y en ter-
    cero, porque quiero combatir, desde un principio, la

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    ENSAYOS. 1892-1899

    impresiön de que mi feoria puede rebatirse sin trabajo
    alguno, con las primeras objeciones halladas a mano..

    Con segura intuiciön, ve Loewenfeld lo esencial de
    mi trabajo en mi afirmaciön de que los sintomas de la
    angustia fienen una etiologia unitaria y especifica, de
    naturaleza sexual. No siendo esto un hecho, desapa-
    recerä la razön principal para separar de la neuraste-
    nia una neurosis de angustia independiente. Ahora
    bien; como los sintomas de la angustia presentan
    tambien innegables relaciones con la histeria, resulta-
    rä que acepfando la opiniön de Loewenfeld, queda
    igualmente dificultada la diferenciaciön de lä histeria y
    la neurastenia. Para Loewenfeld, desaparece esta di-
    fieultad acudiendo a la herencia como causa comün de
    todas estas neurosis.

    Veamos los argumentos con que Loewenfeld apoya
    su critica de mi teoria.

    1) Hemos 'considerado esencial para la compren-
    siön de la neurosis de angustia, elhecho de que la an-
    gustia de las mismas no es susceptible de una deriva-
    ciön psiquica, no pudiendo ser adquirida la disposi-
    eiön a la angustia, que constituye el nödulo de la
    neurosis, por un sobresalto, ünico o repetido, psiqui-
    camente justificado. El sobresalto provocarfa una his-
    teria o una neurosis fraumätica, pero nunca una neu-
    rosis de angustia. Esfa negaciön no es sino la contra-
    partida de mi afirmaciön de contenido positivo, de que
    la angustia de mi neurosis correspondia a una tensiön
    sexual somätica desviada de lo psiquico, que de otro
    modo hubiera actuado como libido.

    * Contra esto, afirma Loewenfeld, que en un gran nü-
    mero de casos, «surgen estados de angustia inmedia-
    tamente o al poco tiempo de un shok psiquico (simple
    sobresalto o accidente unido a &l), dändose circuns-

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    PR OF. SS. FR E U D

    tancias que hacen muy improbable la colaboraciön de
    faltas sexuales de la especie indicada». Como ejem-
    plo convincente, cita brevemente una observaciön cli-
    nica (una sola). Trätase en ella, de una mujer de trein-
    ta afıos, casada hacfa cuatro y con taras hereditarias,
    que un afio antes de acudir a €l habia tenido un parto
    dificil. Pocas semanas despu&s de su alumbramiento,
    se asustö al ver a su marido presa de un repentino ata-
    que, y levantändose en camisa, anduvo por la habita-
    ciön largo rato. A partir de este dia, enfermö, presen-
    tändose primero estados nocturnos de angustia con
    taquicardiä, y mäs tarde, ataques de temblor convul-
    sivo, fobias, efc., hasta quedar constituido el cuadro
    clinico completo de una neurosis de angustia plena-
    mente desarrollada. «En este caso—concluye Loewen-
    feld—los estados de angustia tienen un indudable ori-
    gen psiquico, habiendo sido provocados por el sobre-
    salto experimentado».

    No dudo que mi distinguido contradictor disponga
    de muchos ejemplos anälogos. Yo mismo puedo ofre-
    cerle toda una serie de ellos. Quien no haya visto ta-
    les casos de explosiön de la neurosis de angustia des-
    pues de un shok psiquico, no puede siquiera permitir-
    se intervenir en una discusiön sobre tal neurosis. Pero
    he de advertir, que la etiologfa de tales casos, no ha
    de integrar siempre, necesariamente, un sobresalto o
    una espera angustiada; cualquier ofra emociön produ-
    ce el mismo efecto. Repasando räpidamente mis re-
    cuerdos de este orden, encuentro en seguida, los si-
    guientes ejemplos: LIn hombre de cuarenta y cinco
    afios que sufriö el primer ataque de angustia (con co-
    lapso cardiaco), alrecibir la noticia de la muerte de su
    anciano padre, desarrollando luego una plena y tipica
    neurosis de angustia con agorafobia; un joven que

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    ENSAYVOS. 1892-1899

    cay6 en la misma neurosis por la excitaciön que le
    producian las querellas domesticas entre su mujer y
    su madre, sufriendo en cada una de estas ocasiones,
    un nuevo ataque de agorafobia; un estudiante desapli-
    cado, que comenz6 a sufrir los primeros ataques de
    angustia en una €Epoca de trabajo intenso al que le
    obligaban la proximidad de un importante examen y
    la severidad con que su padre castigaba su anterior
    desaplicaciön; una mujer que no tenfa hijos y enfermö
    a causa de la preocupaciön que le ocasionaba la salud
    de una sobrinita. Y asi, muchos mäs. Elhecho mismo
    que Loewenfeld opone a mis feorias es indiscutible.
    No asi su interpretaciön. No creemos licito aplicar
    en esta ocasiön el sencillo principio de «post hoc
    ergo propter hoc», prescindiendo de toda colabora-
    ciön critica de la materia prima. Conocemos, por el
    contrario, muchos casos en los que la ültima causa
    provocadora no pudo mantenerse ante el anälisis cri-
    tico, como causa eficiente. Recuerdese, por ejemplo,
    la relaciön entre el trauma y la gota. EI papel desem-
    pefiado por el trauma en la provocaciön de un ataque
    de gota en el miembro al que ha afectado, no es dis-
    tinto del que podria desempeniar en la etiologia de la
    tabes y de la parälisis. Ahora bien; en este ejemplo de
    la gota, nadie se atreverä a sostener elabsurdo de que
    el trauma habia «causado», y no meramente provoca-
    do, el ataque. El hecho de encontrar factores etiolögi-
    cos de este orden—a los que podemos dar el califica-
    tivo de «vulgares»—en la etiologia de los mäs dife-
    rentes estados patolögicos, debe movernos a reflexiön.
    El sobresalto es tambien uno de estos factores vulga-
    res y del mismo modo que la neurosis de angustia,
    puede producir el coreo, la apoplejia, la «paralysis
    agitans» e infinidad de enfermedades mäs. No me

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    PR OF. SS. FRE U D

    seria licito seguir argumentando, que a causa de tal
    ubicuidad, no podfan satisfacernos las causas corrien-
    tes, debiendo haber ademäs, causas especificas, pues
    argumentar asi supondria anticipar el principio que
    queremos demostrar. Pero si tengo derecho a sentar
    la conclusiön de que si en la etiologia de todos los
    casos de neurosis de angustia, vo de su inmensa ma-
    yoria, descubrimos la misma causa especifica, no te-
    nemos por qu& preocuparnos de que la explosiön de
    la enfermedad tenga efecto despues de la acciön de
    un cualquier factor general como lo es la emociön.
    Asi sucediö en mis casos de neurosis de angustia.
    EI hombre, que al recibir la noticia de la muerte de su
    padre, enfermö fan inexplicablemente (y hago esta ob-
    servaciön porque la muerte del padre no fue inespera-
    da ni sucediö en eircunstancias extraordinarias); este
    hombre, repito, venfa practicando, desde hacia once
    afios, el coito interrumpido, cuidando de que su mujer
    obtuviese en €l satisfacciön; el joven, que no pudo so-
    portar las querellas dom&sticas entre su mujer ysu
    madre, practicaba tambien el coito reservado desde el
    primer dia de su matrimonio, para evitar la procrea-
    eiön; el estudiante, que con un exceso de trabajo con-
    trajo la neurosis de angustia, en lugar de la debilidad
    cerebral que era de esperar, mantenia, desde tres afios
    aträs, relaciones amorosas infimas con una muchacha
    a la que no debia embarazar; la mujer sin descenden-
    cia propia, que contrajo la neurosis de angustia con
    ocasiön de una enfermedad de su sobrina, estaba ca-
    sada con un impotente y no habia obtenido jamäs una
    plena satisfacciön sexual. Y asf sucesivamente. No
    todos estos casos son igualimente claros ni demues-
    tran con igual fuerza mi tesis. Pero si los agregamos
    a ofros muchos en los que la etiologia nos muestra

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    ENSAYyOS. 1892-1399

    tan sölo el factor especifico, se adaptarän plenamente
    a nuestra teoria y nos permitirän ampliar nuestra com-
    prensiön etiolögica mäs allä de los limites actuales.
    Si alguien quisiera demostrarme que en las consi-
    deraciones precedentes, he disminufdo indebidamente
    la importancia de los factores etiolögicos vulgares,
    tendria que oponerme observaciones en las cuales fal-
    tase por completo mi factor especifico, o sea casos de
    emergencia de la neurosis de angustia despu&s de un
    shok psiquico, en sujetos que observaran una vida se-
    xual totalmente normal. El lector juzgarä si el caso
    presentado por Loewenfeld llena esta condiciön. Mi
    distinguido critico no se ha dado cuenta, sin duda, de
    tal necesidad, pues de lo contrario, no hubiera dejado
    en la obscuridad la vida sexual de su paciente. Por mi
    parte, quiero prescindir del hecho de que el caso adu-
    eido se halla claramente complicado con una histeria,
    enfermedad de cuyo origen psiquico soy el ültimo en
    dudar, y concedo, naturalmente, sin discusiön, que al
    lado de esta histeria, se haya desarrollado una neuro-
    sis de angustia. Pero antes de utilizar un caso en fa-
    voroen contra de lateoria de la etiologia sexual de las
    neurosis, es preciso haber estudiado mäs detenida-
    mente de lo que Loewenfeld lo hace en esta ocasiön,
    la conducta sexual de la paciente. No es posible con-
    tentarse con la conclusiön de que habiendo sufrido la
    sefiora el shok al poco tiempo de un parto, no podia
    haber desempefiado papel alguno durante el ültimo
    afio, el coifo interrumpido, faltando, por lo tanto, toda
    influencia procedente de präcticas sexuales viciosas.
    Conozco casos de neurosis de angustia, a pesar de su-
    cesivos embarazos anuales, pues a partir del coito fe- -
    cundante, cesaba todo comercio carnal entre los espo-
    sos, resultando, asi, que la mujer, teniendo cada afio

    _ M—

  • S.

    PR OF. SS. FRE UD

    un hijo, sufrfa, no obstante, de privaciön sexual. Nin-
    gün medico desconoce la existencia de mujeres que
    conciben de maridos muy poco potentes, incapaces
    de proporcionarlas una plena satisfacciön sexual. Por
    üllimo, yes &ste un hecho con el que debian contar
    los defensores de la etiologfa hereditaria, existen mu-
    jeres afectas de una neurosis de angustia cong£nita,
    esto es, mujeres que traen consigo o desarrollan, sin
    perturbaciön exterior visible, una vida sexual anäloga
    a la que se adquiere con la präctica del coito interrum-
    pido u otras faltas sexuales. En un cierto nimero de
    estas mujeres, descubrimos que padecieron durante
    su juvenfud una enfermedad histerica, a partir de la
    cual quedö perturbada su vida sexual y desviada de lo
    psiquico la tensiön sexual. Las mujeres de esta clase
    de sexualidad son incapaces de satisfacciön, incluso
    en elcoito normal, y desarrollan la neurosis de an-
    gustia, bien espontäneamente, bien despues de la
    emergencia de otros factores eficaces. Que es, de
    todo esto, lo sucedido en el caso de Loewenfeld? No
    lo s&, pero repito que este caso s6lo probarä, en con-
    tra mia, si la sujeto que a un sobresalto ünico respon-
    di6 con una neurosis de angustia, gozaba antes de
    una vida sexual normal.

    Si al interrogar al enfermo nos limitamos a acepfar
    todo lo que nos vaya diciendo, contentändonos con lo
    que quiera comunicarnos, no nos serä posible utilizar
    la anamnesis para invesfigaciones etiolögicas. Si los
    especialistas de la sifilis hicieran depender de la confe-
    siön de los enfermos la referencia de las manifestacio-
    nes lueticas primarias al comercio sexual, habrian de
    achacar a un simple enfriamiento numerosos casos de
    chancros en individuos redicentemente virgenes. Tam-
    poco los ginecölogos tropezarian con dificultades para

    _ 1m—

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1896

    comprobar en sus clientes solteras el milagro de la
    partenogenesis. Nada puede obligarnos a los neurölo-
    gos, a partir en las anamnesis de las grandes neuro-
    sis, de anälogos prejuicios etiolögicos.

    2) Alega, en segundo Iugar, Loewenfeld, haber
    visto emerger y desaparecer muchos estados de an-
    gustia en casos en los que no existfa seguramente
    modificaciön alguna de la vida sexual, interviniendo,
    en cambio, otros factores.

    Tambien nosotros hemos tenido mültiples ocasiones
    de comprobar este mismo hecho, pero sin que haya
    logrado inducirnos a error, y tambien hemos hecho
    desaparecer, por medio del tratamiento psiquico o de
    una acciöp terap£utica general, etc., los estados de
    angustia. Pero, naturalmente, no hemos deducido de
    ello que la falta de tratamiento fuese la causa de los
    accesos de angustia. No estä tampoco en mi änimo
    atribuir a Loewenfeld una tal conclusiön. Con la obser-
    vaciön precedente, pretendo sölo indicar que la cues-
    tiön es lo bastante complicada para quitar todo valor
    a la objeciön de Loewenfeld. No me ha sido dificil en-
    lazar el hecho de que aquf se trata con mi afirmaciön
    de la etiologfa especifica de la neurosis de angustia.
    Se me concederä, fäcilmente, que existen factores etio-
    lögicamente eficaces, que para producir su efecto, tie-
    nen que actuar con una determinada intensidad (o can-
    tidad) y durante un cierto espacio de tiempo, siendo,
    por lo tanto, tactores que actüan por acumulaciön. El
    efecto del alcohol es un ejemplo de una tal causaciön
    por acumulaciön. En consecuencia, habrä de existir un
    periodo de tiempo en el que la etiologia especifica se
    halla absorbida en su trabajo, sin que su efecto se
    haga comün, manifiesto. Durante este tiempo, el suje-
    to no estä ain enfermo, pero si propenso a una deter-

    m —

  • S.

    PROF. SS. FR EU D

    minada enfermedad, en nuestro caso, la neurosis de
    angustia, y al sobrevenir un cualquier factor corriente,
    harä emerger la neurosis del mismo modo que la hu-
    biera hecho surgir una intensificaciön de la acciön del
    factor especifico. Esto mismo puede expresarse tam-
    bien en la forma siguiente: No basta la existencia del
    factor especifico etiolögico; es necesario que exista en
    una cierta cuantfa, y para alcanzar este nivel puede ser
    sustitufda una cantidad de factor especifico por una
    cantidad de factor vulgar. Si este ültimo desaparece
    luego, el nivel vuelve a descender, y los fenömenos
    patolögicos desaparecerän tambien. Toda la terapia de
    las neurosis reposa en la posibilidad de hacer descen-
    der por bajo del limite el nivel de la carga que gravita
    sobre el sistema nervioso, por medio de diversas in-
    fluencias ejercidas sobre la mezcla etiolögica. Pero de
    estas circunstancias no puede deducirse conclusiön
    alguna sobre la existencia o la falta de una etiologia
    especifica.

    Creemos que estas reflexiones son inatacables y
    evidentes. Sin embargo, para aquellos a quienes no
    basten, expondremos un nuevo argumento. Segün la
    opiniön de Loewenfeld y de otros muchos, la etiologfa
    de los estados de angustia ha de buscarse en la heren-
    cia. Ahora bien; la herencia escapa a toda modifica-
    -ciön. Pero si la neurosis de angustia puede ser curada
    por medio de un tratamiento, el mismo Loewenfeld
    habrä de concluir que la herencia no puede contener la
    ‚etiologia.

    Por lo demäs, me hubiera podido evitar el trabajo
    de rebatir las dos indicadas objeciones de Loewenfeld,
    ‚s6lo con que mi estimado contradictor se hubiera to-
    mado la molestia de dedicar alguna mayor atenciön a
    mi estudio. Ambas estän previstas y confestadas en &l.

    124 —

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    No tenia, pues, mäs q@& repetir mis argumentos, y
    asf lo he hecho, analizando de nuevo, aqui, los mis-
    mos casos clinicos. Tambien las förmulas etiolögicas
    que antes hice valer, se hallaban contenidas en nues-
    tro primer escrito. Las consignaremos de nuevo: Exis-
    te, para la neurosis de angustia, un factor etiolögico
    especifico, cuya acciön puede ser reemplazada, cuan-
    fitativamente, por influencias nocivas vulgares, pero
    nunca sustitufda cualitativamente. Este factor especi-
    fico determina, sobre todo, la forma de la neurosis,
    mientras que la emergencia o la falta de la enferme-
    dad neurötica dependen de la carga total que pesa so-
    bre el sistema nervioso (en proporciön con su capaci-
    dad para soportarla). Por lo regular, las neurosis se
    muestran sobredeterminadas, acfuando en
    sus etiologias varios factores.

    5) Menos trabajo aln ha de costarme rebatir las
    restantes observaciones de Loewenfeld, en parte por-
    que afacan menos directamente a mi teorfa, y en parte
    por limitarse a hacer resaltar dificultades que yo mis-
    mo reconozco. Dice Loewenfeld: «La teorfa freudiana
    es insuficiente en absoluto, para explicar al detalle la
    emergencia y la desapariciön de los ataques de angus-
    tia. Si los estados de angustia, esto es, los fenöme-
    nos de la neurosis de angustia, fueron simplemente
    motivados por la acumulaciön subcortical de la excita-
    ciön sexual somätica y el aprovechamiento anormal
    de la misma, los enfermos de ataques de angustia fen-
    drian que sufrir de tiempo en tiempo, en tanto su vida
    sexual no cambiase, uno de tales ataques, del mismo
    modo que los epil&pticos sus ataques de «grand mal»
    y de «petit mal». Pero la experiencia cotidiana testimo-
    nia en contrario. Los ataques de angustia surgen, en
    su gran mayoria, sölo en determinadas circunstancias,

    —_ 225 — 15

  • S.

    PROF. 5. FRE UD

    y el paciente que logra evitarlas o paralizar su influjo,
    permanece al abrigo de todo ataque, lo mismo si prac-
    tica el coito interrumpido que si goza de una vida se-
    xual normal».

    Sobre esto habria mucho que decir. Ante todo, es
    de advertir, que Loewenfeld impone a mi teoria una
    deducciön que la misma no tiene por que aceptar. Que
    la acumulaciön de la excitaciön sexual somätica haya
    de motivar procesos de curso anälogo a los depen-
    dientes de la acumulaciön del estimulo provocador de
    las convulsiones epilepticas, es una hipötesis para la
    cual no hemos dado ocasiön alguna, no siendo tam-
    poco la ünica posible. Para destruir la conclusiön de
    Loewenfeld nos bastarä admitir que el sistema nervio-
    so puede dominar una cierta medida de excitaciön se-
    xual somätica, aunque &sta se halle desviada de su
    fin, y que las perturbaciones no surgen sino cuando
    la cuantfa de tal excitaciön experimenta un sübito in-
    cremento. Pero no hemos querido desarrollar nuestra
    teoria en esta direcciön, porque no esperäbamos ha-
    llar en ella, sölidos puntos de apoyo. Me limitare,
    pues, a indicar, que no debemos representarnos la
    producciön de tensiön sexual como independiente de
    su gasto y que en la vida sexual normal, se conforma
    esta producciön de un modo muy distinto, segün sea
    estimulada por el objeto sexual o suceda en estado de
    reposo psiquico, etc.

    A la otra afirmaciön de Loewenfeld, de que los es-
    tados de angustia s6lo emergen en determinadas cir-
    cunstancias, evitando las cuales, no se presentan nun-
    ca, cualquiera que sea la vida sexual del sujeto, hemos
    de oponer, que nuestro contradictor no debe de haber
    tenido en cuenta, seguramente, al hablar asi, mäs que
    la angustia de las fobias, como lo prueban los ejem-

    1 —

  • S.

    ENSAY’Y’ OS. 1892-1899

    plos que aduce. De los ataques de angustia espontä-
    neos, constitufdos por vertigos, taquicardia, disnea,
    temblores, sudores, etc., no dice absolutamente nada.
    Y sin embargo, no nos parece nuestra feoria incapaz
    de explicar la emergencia y la falta de tales ataques.
    En toda una serie de estos casos de neurosis de an-
    gustia, se da realmente la apariencia de una periodi-
    cidad de los ataques de angustia, anäloga a la obser-
    vada en la epilepsia, con la diferencia de que el meca-
    nismo de tal periodicidad se muestra aquf mucho mäs
    transparente. LIna detenida investigaciön nos descubre
    con gran regularidad, un proceso sexual excitante
    (esto es, capaz de producir tensiön sexual), al cual se
    enlaza, despues de un determinado intervalo, a veces
    constante, el ataque de angustia. Tales procesos son
    en las mujeres abstinentes, la excitaciön menstrual,
    las poluciones nocturnas, fambien de retorno periödi-
    co, y sobre todo, elcomercio sexual nocivo por suim-
    perfecciön, que transmite a sus consecuencias, o sea a
    los ataques de angustia, su propia periodicidad. Cuan-
    do se presentan ataques de angustia que interrumpen
    la acostumbrada periodicidad, se consigue, casi siem-
    pre, referirlos a causas ocasionales, de apariciön mäs
    rara e irregular, tales como una experiencia sexual
    aislada, una lectura, una representaciön, etc. El inter-
    valo antes indicado, oscila entre algunas horas y dos
    dias, siendo el mismo con el que en oiras personas se
    presenta, a consecuencia de iguales causas, la cono-
    cida jaqueca sexual, relacionada, seguramente, con el
    complejo de sintomas de la neurosis de angustia.

    A lado de &stos, hay otros muchos casos en los que
    el estado de angustia es provocado por la acumula-
    ciön de un factor vulgar o por una cualquier excita-
    ciön. Asi, pues, en la etiologia del estado de angus-

    27 —

  • S.

    PROF. SS. FR EU D

    tia aislado, pueden tener los factores vulgares la mis-
    ma intervenciön cuantitativa que en la causaciön de la
    neurosis total. El hecho de que la angustia de las fo-
    bias obedezca a otras condiciones, no tiene nada de
    extrafio. Las fobias poseen una contextura mäs com-
    plicada que los ataques de angustia meramente somä-
    ticos. La angustia.se encuentra enlazada en ellas al
    contenido de una representaciön o una percepciön de-
    terminadas, y la emergencia de este contenido psiqui-
    co es la condiciön principal para la de la angustia. La
    angustia es desarrollada entonces anälogamente a
    como lo es la tensiön sexual por el despertar de re-
    presentaciones libidinosas. Pero, de todos modos, la
    conexiön de este proceso con la teorfa de la neurosis
    de angustia, no ha quedado an aclarada.

    No veo por que habria de procurar ocultar las lagu-
    nas ni los puntos debiles de mi teoria. Para mi, elras-
    go principal del problema de las fobias estä en el he-
    cho de que tales perturbaciones no surgen jamäs dada
    una vida sexual normal del sujeto, o sea Cuando no
    aparece cumplida la condiciön consistente en la exis-
    tencia de una pertiurbaciön de la vida sexual en el sen-
    tido de un extrafiamiento entre io somätico y lo psi-
    quico. Por muy densa que sea aüin la obscuridad en
    que permanece el mecanismo de las fobias, s6lo po-
    drä rebafirse nuestra teorfa sobre ellas, demostrando
    su apariciön en sujetos de vida sexual normal o la
    falta de una perturbaciön especificamente determinada
    de la misma.

    4) Nuestro disfinguido critico hace atn otra obser-
    vaciön que no queremos dejar sin respuesta.

    En nuestro estudio sobre la neurosis de angustia,
    decimos äsf:

    «En algunos casos de neurosis de angustia, nos re-

    18 —

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    sulta imposible descubrir un proceso etiolögico, sien-
    do, precisamente, esios casos, en los que se nos hace
    mäs fäcil comprobar la existencia de una grave tara
    hereditaria.

    Pero cuando poseemos algıin fundamento para creer
    que se trata de una neurosis adquirida, hallamos siem-
    pre, despues de un cuidadoso examen, como factores
    etiolögicos, una serie de perturbaciones e influencias
    nocivas provenientes de la vida sexual». Loewenfeld
    reproduce este paraje y lo glosa en la forma siguienfe:
    «Asi, pues, Freud considera «adquirida» la neurosis,
    siempre que le es dado hallar causas ocasionales de
    la misma».

    Si es &ste el sentido que se deduce de mis palabras,
    habr& de confesar que no he acertado a expresar con
    ellas mi verdadero pensamiento. Ya habrä visto el lec-
    tor, que mi valoraciön de las causas ocasionales es
    bastante mäs severa que la de Loewenfeld. Si hubiese
    de aclarar el pasaje antes copiado, lo haria ampliän-
    dolo en la siguiente forma: «Pero cuando poseemos
    algün fundamento para creer que se trata de una neu-
    rosis adquirida...», puesto que nonosresul-
    taposible comprobar la existencia de
    una tara hereditaria... En concreto: Mi
    verdadero pensamiento es este: Creo que se frata de
    una neurosis adquirida cuando no hallo en el caso
    huella ninguna de herencia. Obrando asf, me conduz-
    co como todos, quizä con la pequeha diferencia de
    que algunos ven tambien una etiologia hereditaria en
    aquellos casos en los que nada la hace suponer, pres-
    ceindiendo, asi, en absoluto, de la categoria de las neu-
    rosis adquiridas. Ahora bien; esta diferencia no puede
    serme sino favorable. De todos modos, confieso haber
    dado fäcil ocasiön al error de interpretaciön de Loe-

    19 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    wenfeld al hablar de «casos de neurosis de angustia»
    en los que «nos resulta imposible descubrir un proceso
    etiolögico». No extrafiare fampoco oir que mi investi-
    gaciön de las causas especificas de las neurosis es
    totalmente superflua, toda vez que la verdadera etiolo-
    gia de la neurosis de angustia, como de las demäs
    neurosis, no es otra que la herencia, no pudiendo co-
    existir en ningün caso, dos causas primeras. Y no ha-
    biendo yo negado el papel etiolögico de la herencia,
    todas las demäs etiologias no serian sino causas oca-
    sionales, de un igual valor, muy secundario.

    No comparto ciertamente esta opiniön sobre la sig-
    nificaciön de la herencia, y siendo &ste el tema al que
    menos espacio concedi en mi breve comunicaciön so-
    bre la neurosis de angustia, intentare ahora compensar
    tal omisiön, para que no se me acuse de no haber aten-
    dido en mi estudio a todos los problemas que la cues-
    1iön tratada planteaba.

    Para formarnos una idea lo mäs precisa posible de
    las circunstancias etiolögicas, realmente muy compli-
    cadas, de las neurosis, creo conveniente fijar los si-
    guientes conceptos etiolögicos:

    a) Condiciön; b) causa especffica; c) causa con-
    currente; y como törmino de valor inferior a los ante-
    riores; d) motivaciön inmediata o causa provocadora.

    Para hacer frente a todas las posibilidades, supon-
    dremos que se trata de factores etiolögicos suscepti-
    bles de transformaciön cuantitativa, o sea de aumento
    y disminueiön.

    Aceptando la representaciön de una ecuaciön etiolö-
    gica de varios ferminos, que habrä de cumplirse para
    que el efecto se produzca, la motivaciön o causa pro-
    vocadora serä aquella que se incorpora en ültimo lu-
    gar a la ecuaciön, precediendo, asi, inmediatamente, a

    2350 —

  • S.

    ENSAYyOoS. 1892-1899

    la emergencia del efecto. Este factor temporal es lo
    que constituye exclusivamente la esencia de la moti-
    vaciön. Cualquiera de las demäs causas, puede, asf,
    desempefiar en su caso, este papel.

    Llamamos condiciones a aquellos factores,
    faltando los cuales, no surgiria nunca el efecto, pero
    que son incapaces de producirlo por si solos, cual-
    quiera que sea su magnitud. Es necesario que se agre-
    gue a ellos la causa especifica.

    Esta causa especifica es aquella que no de-
    jamos jamäs de hallar en los casos de emergencia del
    efecto, baständole, para producirle, alcanzar una cier-
    ta intensidad o cantidad, siempre que las condiciones
    se encuentren culmplidas.

    Causasconcurrentes son aquellos facto-
    res, que no siendo indispensables, ni pudiendo produ-
    eir por si solos el efecto, cualquiera que sea su inten-
    sidad, colaboran con las condicjones y la causa espe-
    <ifica, en el cumplimiento de la ecuaciön etiolögica.

    La peculiaridad de las causas concurrentes o auxi-
    liares no presenta obscuridad alguna. 3Pero cömo dis-
    tinguir entre si las condiciones y las causas especificas,
    indispensables ambas, pero insuficiente cada una para
    producir por si sola el efecto?

    Las siguientes circunstancias parecen permitirnos
    ‚su diferenciaciön. Entre las «causas necesarias», en-
    contramos varias, que retornan en las ecuaciones etio-
    lögicas de muchos otros efectos, revelando, asf, no
    hallarse especialmente enlazadas a la producciön de
    uno determinado. En cambio, una de fales causas, se
    ‚opone, desde este punto de vista, a todas las demäs,
    por el hecho de no aparecer casi en ninguna otra för-
    mula etiolögica, pudiendo, asi, aspirar a la categorfa
    de causa especifica del efecto correspondiente. Ade-

    3 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    mäs, las condiciones y las causas especificas se dife-
    rencian con especial precisiön en aquellos casos en
    los que las condiciones tienen el caräcter de estados
    duraderos, correspondiendo, en cambio, la causa es-
    pecifica, a un factor de acciön reciente.

    Intentaremos dar un ejemplo de este esquema etiolö-
    gico completo:

    Efecto: Phtisis pulmonum.

    Condiciön: Disposiciön. Hereditaria casi siem-
    pre, por constituciön orgänica.

    Causa especifica: El bacilo de Koch.

    Causas auxiliares: Todo lo que trae consi-
    go una depotenciaciön. Tanto una emociön como una
    infecciön o un enfriamiento.

    El esquema de la etiologia de la neurosis de angus-
    tia es, anälogamente:

    Condiciön: Herencia.

    Causa especifica: Un factor sexual que ac-
    tüa en el sentido de desviar de lo psiquico la tensiön
    sexual.

    Causas auxiliares: Todas las influencias
    nocivas vulgares: La emociön, el sobresalto o el ago-
    tamiento por enfermedad o por exceso de trabajo.

    Examinando detalladamente esta förmula etiolögica
    de la neurosis de angustia, podemos agregar ain a
    ella las siguientes observaciones. No es posible deci-
    dir ain con seguridad, si para la emergencia de la
    neurosis es precisa una especial constituciön personal
    (que no necesitaria hallarse confirmada hereditaria-
    mente), o si cualquier hombre normal puede contraer
    tal enfermedad a causa de un incremento eventual del
    factor especifico. Sin embargo, me inclino mucho a
    suponer esto ültimo.—La disposiciön hereditaria es la
    condiciön mäs importante de la neurosis de angustia,

    2 —

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    pero no es indispensable, pues falta en toda una serie
    de casos limites.—El factor especifico sexual se nos
    evidencia en la inmensa mayoria de los casos. En
    otros (cong£nitos) no se distingue de la herencia, sino
    que queda cumplido con ella misma, o sea que los en-
    fermos llevan en si como un estigma aquella particu-
    laridad de la vida ssexual (la insuficiencia psiquica para
    dominar la tensiön sexual somätica), que en las de-
    mäs ocasiones conduce a la adquisiciön de la neuro-
    sis. Por ültimo, en otra serie de casos limites, la causa
    especifica se halla contenida en una concurrente. Ast,
    sucede, por ejemplo, cuando la indicada insuficiencia
    psiquica, es debida al agotamiento, etc. Todos estos
    casos forman series continuas y no categorias aisla-
    das, siendo en todos ellos, uno mismo, el destino de
    la tensiön sexual, y pudiendose aplicar a su gran ma-
    yoria la distinciön entre condiciön, causa especifica y
    causa auxiliar, conforme a la estructura de la ecuaciön
    etiolögica antes indicada.

    Mi experiencia clinica no integra an caso alguno
    de neurosis de angustia en el que la disposiciön here-
    ditaria y el factor especifico sexual siguieran una con-
    ducta opuesta. Por el conirario, estos dos factores
    etiolögicos, se apoyan y complementan mutuamente.
    El factor sexual no actiia casi siempre sino sobre per-
    sonas con faras hereditarias. Por su parte, la herencia
    no puede, por si sola, producir una neurosis de an-
    gustia, sino que espera la apariciön de una magnitud
    suficiente de la influencia sexual especifica nociva. De
    este modo, el descubrimiento de la tara hereditaria no
    evita la investigaciön de un factor especifico, cuyo
    descubrimiento es, ademäs, lo interesante desde el pun-
    to de vista terap&utico. 4De que puede, en efecto, ser-
    virnos terap&uticamente, el descubrimiento de la he-

    155 —

  • S.

    PR OF. SS. FRE UD

    rencia, como etiologia? La herencia viene pesando
    sobre el enfermo desde su nacimiento y le acompafia-
    rä hasta su muerie. Por si sola no puede explicarnos
    la emergencia episödica de una neurosis ni fampoco
    su desapariciön bajo los efectos de un tratamiento. No
    es mäs que una condiciön de la neurosis, muy
    importante desde luego, pero exageradamente valora-
    da en perjuicio de la terapia y de la comprensiön 1eö-
    riea. Recuerdense, para llegar por medio del contraste
    de los hechos a un mayor convencimiento, aquellos
    casos de enfermedades nerviosas familiares (corea
    crönico, enfermedad de Thomsen, etc.), en los cuales
    reune en si, la herencia, fodas las condiciones etiolö-
    gicas.

    Para concluir, repetir& aquellas frases sinteticas en
    las que he integrado las relaciones mutuas de los di-
    versos factores etiolögicos:

    1) La genesis de una enfermedad neuröfica depen-
    de de un factor cuantitativo, de la carga total del sis-
    tema nervioso en proporciön a su capacidad de resis-
    tencia. Todo lo susceptible de mantener a este factor
    por debajo de un determinado nivel o reducirlo a &l,
    tiene eficacia terap£ufica, evitando el cumplimiento de
    la ecuaciön etiolögica.

    Sobre la base de ciertas hipötesis referentes a la
    funciön nerviosa resultaria fäcil explicar mäs detalla-
    damente lo que hemos de entender por «carga total»
    y «capacidad de resistencia» del sistema nervioso.

    2) La extensiön de la neurosis depende, en primer
    lugar, de la medida de la tara hereditaria. La herencia
    actia como un multiplicador interpolado en un circui-
    to el&ctrico, que hace aumentar en un cierto nümero
    de veces la desviaciön de la aguja.

    5) La forma de la neurosis depende exclusivamen-

    24 —

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    te del factor etiolögico especifico procedente de la vida
    sexual. .

    Espero, que en conjunto, y no obstante las muchas
    dificultades an no solucionadas que la cuestiön plan-
    tea, ha de ser mi estudio de la neurosis de angustia
    mucho mäs fructifero, para la comprensiön de las
    neurosis, que la tentativa de Loewenfeld de solucionar
    el mismo problema con el descubrimiento de «una
    reuniön de sintomas neurasfenicose
    histericosenformadeataque».