Generalidades sobre el ataque histérico 1909-001/1929.es
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    Generalidades sobre el ataque histérico
    1909.

    A

    Al someter a la psicoanélisis a una histérica cuya en-
    fermedad se exterioriza en ataques, llegamos fåcilmente a
    la convicciôn de que tales ataques no son sino fantasias tra-
    ducidas en actos motores, proyectadas sobre la motilidad
    y mimicamente representadas. Estas fantasias son, desde
    luego, inconscientes, pero fuera de esto, de naturaleza
    idéntica a aquellas que podemos aprehender inmediata-
    mente en los ensuefios diurnos o desentrafiar, por medio
    de la interpretacion analitica, en los suefios propiamente
    dichos. Un sueño sustituye muchas veces a un ataque o,
    más frecuentemente aún, lo explica, presentando una dis-
    tinta manifestación de la misma fantasía representada en
    el ataque. Pudiera, así, esperarse, que la observación del
    ataque revelara la fantasía en él representada; pero es
    muy raro que así suceda. Por lo general, la representa-
    ción mímica de la fantasía ha sufrido, bajo la influencia de
    la censura, deformaciones análogas a la alucinatoria del
    sueño, ocultándose, así, tanto a la conciencia del sujeto,
    como a la comprensión del observador. El ataque histéri-
    co requiere, por lo tanto, una elaboración interpretadora,
    como la que emprendemos con los sueños. Pero tanto los
    fines a que tiende esta deformación, como los poderes

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    que la imponen y la técnica que desarrolla, son los mis-
    mos que hemos conocido en la interpretaciôn onirica.

    1.) El ataque se hace incomprensible por representar
    simultáneamente, con un mismo material, varias fanta-
    sías, o sea por condensación. Los elementos co-
    munes de las distintas fantasías forman, como en el
    sueño, el nódulo de la representación. Las fantasías así
    encubiertas son, frecuentemente, de muy distinto género,
    por ejemplo: un deseo reciente y la reviviscencia de una
    impresión infantil; las mismas inervaciones sirven enton-
    ces a ambas intenciones, con frecuencia en forma habilf-
    sima. Aquellos histéricos que hacen un amplio uso de la
    condensación llegan a tener suficiente con una única forma
    de ataque. Otros, en cambio, expresan una multiplicidad
    de fantasías patógenas por una multiplicación correlativa
    de las formas del ataque.

    2.) El ataque se hace ininteligible por encargarse el
    enfermo de desarrollar las actividades de las dos personas
    emergentes en la fantasía, o sea por identificación
    múltiple. Recuérdese, por ejemplo, el caso citado en
    nuestro anterior ensayo sobre las fantasías histéricas y su
    relación con la bisexualidad, caso en el cual, la enferma
    trataba de desnudarse con una mano (como hombre) y su-
    jetaba sus vestidos con la otra (como mujer).

    3) La inversión antagónica de las
    inervaciones, proceso análogo a la transformación
    de un elemento en su contrario, habitual en la elaboración
    de los sueños, produce también máxima deformación.
    Así, el sujeto representará en sus ataques, el acto de
    abrazar, extendiendo sus brazos convulsivamente hacia
    otras, hasta anudar sus manos sobre la columna verte-
    bral. El conocido «arco de círculo» del gran ataque histé-
    rico, no es, probablemente, sino una tal negación, por
    inervación antagónica, de una posición apropiada al co-
    mercio sexual.

    ane

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    4.) Por ültimo, también coadyuva a desorientar al ob-
    servador la inversiôn del orden temporal
    de la fantasia representada, proceso comprobable tam-
    bién en algunos sueños, que comienzan con el final de la
    acciôn, para terminar por su principio. Ejemplo: Una his-
    térica fantasea la siguiente escena de seducciôn: Estå
    sentada en un parque, leyendo, y su falda, un poco le-
    vantada, deja ver el pie, pequeño y bien formado. Un ca-
    ballero se acerca a ella, entablan conversaciôn y se tras-
    ladan a otro lugar donde se entregan a tiernos transportes.
    Al representar la sujeto en el ataque esta fantasia, co-
    mienza por una fase de convulsiones correspondiente al
    coito, y a continuaciôn se levanta, se traslada a otro
    cuarto, se sienta, se pone a leer y responde luego a un
    interlocutor imaginario.

    Las dos deformaciones últimamente descritas nos de-
    jan entrever la intensidad de las resistencias que aún se
    oponen a lo reprimido en su emergencia en el ataque his-

    térico. 2

    B

    La emergencia de los ataques histéricos sigue normas
    facilmente comprensibles. Dado que el complejo reprimido
    estä formado por una carga de libido y un contenido ideo-
    lógico (fantasía), el ataque puede ser provocado como
    sigue: 1.) Asociativamente; cuando el conteni-
    do del complejo (suficientemente cargado) es aludido por
    un suceso de la vida consciente; 2.) orgánicamen-
    te; cuando, por causas internas somáticas y por algún
    influjo psíquico externo, sobrepasa la carga de libido un
    determinado nivel; 3.°) en servicio de la tendencia
    primaria, como expresión del erefugio en la enfer-
    medad», cuando la realidad se hace penosa o temible, o

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    sea como consuelo; y 4.°) enservicio de las te n-
    dencias secundarias con las que se ha aliado la
    enfermedad, en cuanto la producciôn del ataque facilita el
    logro de un fin conveniente al enfermo. En este último-
    caso, en ciertos individuos, el ataque da la impresion de
    una simulación consciente, puede prefijarse el momento
    de su apariciôn e incluso aplazarse su emergencia.

    い «

    La investigaciôn de la infancia de los histéricos mues-
    tra que el ataque histérico estå destinado a constituir la
    substitución de una satisfacción autoerôtica, habi-
    tual en dicha época de su vida y abandonada después. En
    muchos casos, esta satisfacciôn (masturbaciôn manual o
    por presiôn de los muslos, movimientos de la lengua, et-
    cétera), retorna en el ataque mismo, sin que el sujeto ten-
    ga conciencia de ello. La emergencia del ataque por incre-
    mento de la libido y en servicio de la tendencia primaria,
    como consuelo, repite también, exactamente, las condi-
    ciones en las cuales era intencionadamente buscada en su
    tiempo, por el sujeto, la citada satisfacción autoerótica, La
    anamnesia del enfermo descubre los estadios siguien-
    tes: a) Satisfacción autoerótica no acompañada de repre-
    sentación alguna; b) satisfacción autoerótica unida a una
    fantasía que se desenlaza con el acto satisfaciente; c) re-
    nuncia a la acción, manteniendo la fantasía; d) represión
    de esta fantasía, la cual se impone luego, intacta o modi-
    ficada y adaptada a nuevas impresiones de la vida, en el
    ataque histérico, provocando, eventualmente, el retorno
    del acto satisfaciente antes ligado a ella y al que parecía
    haber renunciado ya el sujeto. Un ciclo típico de actividad
    sexual infantil—represión—fracaso de la represión y re-
    torno de lo reprimido.

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    b BERGES . HABE APO 。

    La incontinencia de orina en el momento del ataque,
    no es inconciliable con el diagnöstico de una histeria,
    pues no hace sino repetir la forma infantil de la poluciôn.
    No es tampoco raro encontrar, en casos indudables de
    histeria, la mordedura de la lengua. Este acto, tan compa-
    tible con la histeria como con los juegos erôticos, surge,
    sobre todo, en los ataques, cuando el médico ha llamado
    la atenciôn del enfermo sobre las dificultades del diagnös-
    tico diferencial. Por ültimo, aquellos ataques en los que el
    enfermo atenta contra su propia integridad personal (mås
    frecuentes en sujetos masculinos), son los que reproducen
    un accidente de la vida infantil del sujeto (p. e. el resulta-
    do de una pelea).

    La pérdida de conciencia, la «ausencia» del ataque his-
    térico, proviene de aquella pérdida de conciencia, fugaz,
    pero innegable, concomitante al grado máximo de toda sa-
    tisfacción sexual intensa (incluso de la autoerótica). En las
    ausencias histéricas concomitantes al orgasmo en algu-
    nas mujeres jóvenes, es donde más claramente puede com-
    probarse este proceso. Los llamados estados hipnoides,
    o sea las ausencias durante la ensoñación, tan frecuentes
    entre los histéricos, descubren igual origen, pero su me-
    canismo es relativamente más sencillo. En un principio,
    queda concentrada toda la atención del sujeto sobre el
    curso del proceso satisfaciente, y al culminar la satisfac-
    ción, toda esta carga de atención se resuelve de repente,
    produciéndose un momentáneo vacío en la conciencia.
    Esta laguna fisiológica de la conciencia es ampliada en-
    tonces en favor de la represión, hasta que puede acoger
    todo lo que la instancia represora rechaza de sí.

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    El mecanismo reflejo del coito, pronto a desarrollarse
    en todo sujeto, masculino o femenino, es el que muestra,

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    ENG«yos-lF»S-1ge(

    en el ataque histérico, a la libido reprimida, el camino con-
    ducente а la descarga motora. Ya los antiguos decían que
    el coito era una «pequeña epilepsia». Nosotros podemos
    modificar este aserto, diciendo que el ataque convulsivo
    histérico es un equivalente del coito. La analogía con el
    ataque epiléptico nos es de menos auxilio, puesto que la
    génesis del mismo nos es aún más desconocida que la del
    ataque histérico.

    En definitiva, el ataque histérico, como la histeria en
    general, restablece en la mujer, una parte de actividad se-
    xual que ya hubo de existir en ella durante los años infan-
    tiles, dejando vislumbrar, por entonces, un carácter estric-
    tamente masculino. Puede observarse, con frecuencia, que
    precisamente aquellas muchachas que hasta los años in-
    mediatos a la pubertad mostraron naturaleza e inclinacio-
    nes algo masculinas, comienzan a enfermar de histeria
    a partir de la pubertad. En toda una serie de casos, la
    neurosis histérica no corresponde sino a una intensidad
    excesiva de aquel típico impulso represivo que, suprimien-
    do la sexualidad masculina, hace surgir la mujer (1).

    (1) Cf. los «Tres ensayos sobre una teoría sexual», tomo Il de
    esta edición castellana.

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