Sobre la justificación de separar, de la neurastenia, un cierto complejo de síntomas, a título de »neurosis de angustia« 1895-001/1927.es
  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    Sobre la justificacißn de separar, de la
    neurastenia, un cierto complejo de sinto-
    mas, a titulo de «neurosis de angustia».

    Mientras se continie dando a la palabra «neuraste-
    nia» todos los significados en los que Beard hubo de
    emplearla serä dificil decir nada generalmente välido
    sobre la enfermedad a la que califica. A mi juicio, ha
    de ser muy ventajoso, para la neuropatologia, intentar
    separar de la neurastenia propiamente dicha, todas
    aquellas perturbaciones neuröficas cuyos sintomas se
    hallan mäs firmemente enlazados entre sf que con los
    sintomas neurastenicos ifpicos, y aquellas otras que en
    su etiologia y en su mecanismo, difieren esencialmen-
    te de la neurosis neurast£nica tipica.

    Esta labor clasificadora nos proporcionarä pronto
    una imagen relativamente uniforme de la neurastenia,
    y habrä de permitirnos distinguir de la neurastenia au-
    tenfica, con mayor precisiön que hasfa ahora, diver-
    sas seudoneurastenias, tales como el cuadro clinico
    de la neurosis refleja nasal, orgänicamente provoca-
    da, las perturbaciones nerviosas de las caquexias y de
    la arterioesclerosis y los estadios iniciales de la parä-
    lisis progresiva y de algunas psicosis. Ademäs, se
    harä posible separar—siguiendo la propuesta de Moe-
    bius—algunos estados nerviosos de los degenerados
    hereditarios y se encontraran razones para adscribir
    mäs bien a la melancolfa, algunas neurosis de natura-
    leza intermitente o periödica, a las que hoy se da el
    nombre de neurastenia. Pero el paso decisivo consis-
    te en separar de la neurastenia, un cierto complejo de

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    PROF. SS. FR EU D

    sintomas, que a continuaciön describiremos y que Ile-
    na muy cumplidamente las condiciones antes detalla-
    das. Los sintomas de este complejo, se muestran, cli-
    nicamente, mucho mäs pröximos unos a ofros, que a
    los neurastenicos (esto es, aparecen, con frecuencia,
    juntos y se representan unos a otros en el curso de la
    enfermedad) y tanto la etiologia como el mecanismo
    de la neurosis a la que corresponden son fundamen-
    talmente distintos de los propios de la neurastenia au-
    tentica, tal y como &sta queda despu6s de efectuar la
    indicada separaciön.

    Damos a este complejo de sintomas el nombre de
    «neurosis de angustia», por la circunstancia de que
    todos sus componentes pueden ser agrupados en tor-
    no de uno, principal, que es la angustia. En un princi-
    pio, crefmos original esta nuestra interpretaciön de los
    sintomas de la neurosis de angustia, pero un dia cay6
    en nuestras manos una interesante conferencia de Hec-
    ker en la que hallamos desarrollada clara y cumplida-
    mente, igual teoria (1). Sin embargo, Hecker no sepa-
    ra de la neurosis, como yo me propongo hacerlo, los
    sintomas en los que reconoce equivalentes o rudimen-
    tos del ataque de angustia, sin duda por no haberse
    dado cuenta de la diferencia etiolögica existente. El
    conocimiento de esta diferencia nos deja en libertad
    para dar a los sintomas de la neurosis de angustia un
    calificativo distinio del de neurast&nicos, haciendose-
    nos, asi, mäs fäcil, establecer afirmaciones generales.

    (1) E. Hecker: «Ueber larvierte und abortive Angstzustaende
    bei Neurasthenies. Zentralblatt fuer Nervenheilkunde, Dezem-
    ber 1895.—En su estudio, «Der neurasihenische Angstaftekt bei
    Zwangvorstellungen und der primordiale Gruebelzwang», Wien
    1895, considera Kaan la angustia como uno de los sfntomas
    principales de la neurastenia.

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  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    I

    Sintomatologfa clinica de la neurosis
    de angustia

    La perturbaciön a la que damos el nombre de «neu-
    rosis de angustia» surge completa o s6lo rudimenta-
    riamente desarrollada, aislada o en combinaciön con
    otras neurosis. Los casos en cierfo modo completos,
    y al mismo tiempo, aislados, son, claro estä, los que
    mäs especialmente, dan la impresiön de que la neuro-
    sis de angustia posee plena independencia clinica. En
    ofros casos, se nos plantea la labor de separar de un
    complejo de sintomas correspondientes a una «neuro-
    sis mixta», aquellos que no pertenecen a la neuraste-
    nia, la histeria, efc., sino a la neurosis de angustia.

    El cuadro clinico de la neurosis de angustia com-
    prende los siguientes sintomas:

    1) La excitabilidad general. Es este
    un sintoma nervioso muy frecuente, propio como fal,
    de muchos estados nerviosos. Lo incluimos agui, por-
    que surge siempre en la neurosis de angustia y es,
    teöricamente, muy importante. Una elevada excitabili-
    dad indica siempre acumulaciön de excitaciön o inca-
    pacidad de resistirla, esto es, acumulaciön absoluta o
    relativa de excitaciön. Dentro de esta elevada excita-
    bilidad, me parece digna de especial menciön su ma-
    nifestaciön en una hiperestesia auditiva,
    una hipersensibilidad con respecto a los ruidos, sinto-
    ma explicable seguramente por la intima relaciön in-
    nata entre las impresiones auditivas y el sobresalto.

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    FR OTı. SO. TFT AR LE U D

    La hiperestesia auditiva aparece muchas veces como
    causa de insomnio, del cual mäs de una forma
    pertenece a la neurosis de angustia.

    2) La espera angustiosa. Nonosespo-
    sible explicar el estado a que asi nos referimos, mäs
    que por el nombre mismo a El asignado y la exposi-
    ciön de algunos ejemplos. Asi, el de una mujer que
    cada vez que oye toser a su marido, propenso a los
    catarros, piensa en la posibilidad de que contraiga una
    pulmonia mortal y ve, en su imaginaciön, pasar el en-
    tierro. Cuando, al volver a casa, ve dos o tres per-
    sonas ante su puerta, no puede por menos de pensar
    que alguno de sus hijos se ha caido desde un balcön
    y si oye doblar las campanas, se figura en el acto, que
    es por algüin ser querido, siendo asf que ninguno de
    estos casos entraha nada que pueda infensificar una
    mera posibilidad.

    La espera angustiosa se da tambien, mitigada, en
    lo normal, comprendiendo todo aquello que designa-
    mos con los nombres de «ansiedad, tendencia a la vi-
    siön pesimista de las cosas, etc.>, pero sobrepasa
    siempre que ello es posible, el nivel natural, y muchas
    veces es reconocida- por los mismos enfermos como
    una especie de obsesiön. Para una de las formas de la
    espera angustiosa, esto es, para la que se refiere a la
    propia salud, puede reservarse el viejo t£rmino me&di-
    co de hipocondria. La hipocondria no sigue
    siempre una trayectoria paralela a la de la espera an-
    gustiosa general, pues demanda, como condiciön pre-
    via, la existencia de parestesias y sensaciones fisicas
    penosas, y de este modo, resulta ser la forma que los
    neurasfenicos prefieren en cuanto sucumben a la neu-
    rosis de angustia, cosa muy frecuente.

    Otra manifestaciön de la espera angustiosa es la

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    ENSAYyOS. 1892-1899

    tendencia, tan frecuente en personas de sensibilidad
    moral, al miedo a la propia conciencia, a los escrupu-
    losos exagerados, tendencia que puede tambien ir des-
    de lo normal hasta lo patolögico.

    La espera angustiosa es el sintoma nodular de la
    neurosis. En el se nos hace patente la exactitud de
    toda una parte de nuestra teoria sobre tal perturba-
    ciön. Puede, quizä, concluirse que nos hallamos ante
    un «quantum» de angustia libremente flotante, que du-
    rante la espera, domina la elecciön de las representa-
    ciones y se halla dispuesto en todo momento, a enla-
    zarse a cualquier idea apropiada.

    No es &sta la iinica forma en que puede manifestar-
    se la espera angustiosa, latente casi siempre para la
    conciencia, pero constantemente en acecho. Puede, en
    efecto, irrumpir de repente en la conciencia sin ser
    despertado por el curso de la imaginaciön y provocar
    asi un ataque de angustia. Un tal ataque puede con-
    sisfir tan sölo en la sensaciön de angustia, no asocia-
    da a ninguna representaciön, o unida a la de la muer-
    te o la locura, o tambien, en dicha misma sensaciön
    acompafiada de una parestesia cualquiera (anäloga al
    aura hisferica) o enlazada a la perfurbaciön de una o
    mäs funciones fisicas, tales como la respiraciön, la
    eirculaciön, la inervaciön vasomotora o la actividad
    glandular. De esta combinaciön hace el pacienle re-
    saltar tan pronto unos factores como otros, quejändo-
    se de «palpitaciones», «disnea», «sudores», «buli-
    "mia», etc. y en sus lamentos, deja con frecuencia sin
    mencionar la sensaciön de angustia o alude ligera-
    mente a ella calificändola de «malestar», etc.

    4) Para el diagnöstico, presenta gran importancia
    el hecho de que la proporciön de los indicados ele-
    mentos en el ataque de angustia, es infinitamente va-

    — 1577 —

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    PR OF. SS. FR E U D

    riable, pudiendo ademäs, cada uno de los sintomas
    concomitantes, constituir, por si solo, el ataque, lo
    mismo que la angustia. Hay, en consecuencia, ata-
    ques de angustia rudimentarios,y
    equivalentes del ataque de angustia,
    todos ellos, probablemente, de igual significaciön, que
    muestran una gran riqueza de formas, hasta ahora,
    poco estudiadas. El detenido estudio de estos estados
    larvados de angustia (Hecker) y su diferenciaciön de
    otros afaques, constituye una labor que reclama ur-
    gentemente la atenciön de los neurölogos.

    He aqui una relaciön de las formas del ataque de
    angustia que hasta ahora me son conocidas:

    a) Con perturbaciones de la actividad cardiaca,
    palpitaciones, arritmias breves, taquicardia duradera y
    hasta graves estados de debilidad del corazön, difici-
    les de diferenciar de una afecciön orgänica.

    b) Con perturbaciones de la respiraciön, tormas
    diversas de disnea nerviosa, afaques anälogos a los
    de asma, etc. He de advertir que estos ataques no apa-
    recen siempre acompafiados de angustia perceptible.

    c) Ataques de sudor, a veces nocturno.

    d) Ataques de temblores y convulsiones, fäciles de
    confundir con los histericos.

    e) Ataques de bulimia, acompafiados, a veces, de
    vertigos.

    f) Diarreas emergentes en forma de afaques.

    g) Ataques de vertigo locomotor.

    h) Ataques de las llamadas congestiones, esto es,
    de aquello a lo que se ha dado el nombre de neuraste-
    nia vasomotora. i

    i) Ataques de parestesias (raras veces sin angus-
    tia o un malestar anälogo).

    5) El«pavor nocturnus» de los adultos, acompafia-

    158 —

  • S.

    ENSAYVOS. 1892-1899

    do generalmente de angustia, disnea, sudores, eic., no
    es, muchas veces, sino una forma del ataque de angus-
    tia. Esta perturbaciön condiciona una segunda forma
    del insomnio, dentro del cuadro de la neurosis de an-
    gustia. Se me ha hecho, ademäs, indudable, que tam-
    bien el «pavor nocturno» de los nifios muestra una for-
    ma perteneciente a la neurosis de angustia. El matiz
    histerico y elenlace de la angustia con la reproduceiön
    de un suceso o un suefio adecuados, dan al «pavor
    nocturnus» de los nifios la apariencia de un caso es-
    pecial. Pero este pavor surge tambien aislado, sin
    suefio ni alucinaciön ningunos.

    6) Enelgrupo de sintomas de la neurosis de an-
    gustia, ocupa un lugar sobresaliente el «vertigo», que
    en su forma mäs leve, es un simple «mareo» y en la
    mäs grave, la del «ataque de vertigo», con o sin angus-
    tia, constituye uno de los mäs temibles sintomas de la
    neurosis.

    El vertigo de la neurosis de angustia no es un ver-
    tigo giratorio, ni permife tampoco hacer resaltar,
    como el vertigo de Menitre, varios planos y direccio-
    nes. Pertenece a la forma locomotora o coordinato-
    ria, como el producido por la parälisis de los müscu-
    los del 0jo y consiste en un malestar especifico, acom-
    pafiado de la sensaci6n de que el suelo oscila, se hun-
    den en &l las piernas y resulta imposible continuar en
    pie. Las piernas del sujeto tiemblan y se doblan, pe-
    sändole como si fuesen de plomo. Sin embargo, este
    vertigo no provoca la caida del enfermo. En cambio,
    hemos de afirmar que un tal ataque de vertigo puede
    quedar representado por un afaque de profundo des-
    vanecimienfo. Otros estados de desvanecimiento de
    la neurosis de angustia parecen depender de un colap-
    so cardiaco.

    — 159 —

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    PROF, SS. FR E UD

    EI ataque de vertigo se presenta muchas veces
    acompafiado de angustia de la peor clase y combina-
    do con perturbaciones respiratorias y del corazön. En
    la neurosis de angustia aparece tambien, segün mis
    observaciones, el vertigo de las alturas, pero no se si
    estarä justificado suponer igualmente en estos casos,
    la existencia adjunta de un «vertigo a stomacho laeso».

    7) Sobre la base de la espera angustiosa, por un
    lado, y por otro, de la tendencia a los ataques de an-
    gustia y de vertigo, se desarrollan dos grupos de fo-
    bias tipicas, referente uno a las amenazas fisiolögicas
    generales, y otro, a la locomociön. Al primer grupo,
    pertenecen el miedo a las serpientes, alastormentas, a
    la obscuridad, a los insectos, etc., la exagerada escru-
    pulosidad tipica y varias formas de la «folie de doute.»
    En estas perturbaciones, la angustia disponible es
    simplemente utilizada para intensificar repugnancias
    instintivas comunes a todos los hombres. Mas por lo
    general, la fobia de caräcter anälogo al obsesivo, no
    emerge hasta el momento en que aparece una reminis-
    cencia de un suceso en que el miedo pudo exteriori-
    zarse, por ejemplo, despues de haber sido sorprendi-
    do el enfermo"’por una tormenta en campo raso. No es
    acertado querer explicar estos casos como mera per-
    duraciön de una impresiön violenta. Lo que da impor-
    tancia a estos sucesos y hace perdurar su recuerdo es
    tan sölo la angustia que en ellos surgiö y puede vol-
    ver a emerger en cualquier momento. O dicho de otro
    modo, tales impresiones sölo conservan su fuerza en
    personas enfermas de «espera angustiosa.»

    El otro grupo contiene la agorafobia con sus
    especies secundarias, caracterizadas todas por su re-
    ferencia a la locomiociön. Con frecuencia, hallamos
    aqui, como base de la fobia, un anterior ataque de

    — 140 —

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    vertigo, pero no creo deba darse a tales ataques la
    significaciön de una premisa indispensable. Hallamos,
    en efecto, muchas veces, que despues de un primer
    ataque de vertigo sin angustia, y no obstante quedar
    yala locomoci6n constantemente afecta de la sensa-
    ciön de vertigo, no experimenta tal funciön restricciön
    alguna, fallando, en cambio, por completo, en determi-
    nadas condiciones, tales como la falta de un acompa-
    fiante o el paso por calles estrechas, etc., cuando el
    ataque de vertigo fu& acompafado de angustia.

    La relaciön de estas fobias con las de la neurosis
    obsesiva, cuyo mecanismo hemos descrito en nuestro
    estudio titulado, «Las neuropsicosis de defensa», es
    la siguiente: Coinciden ambas perturbaciones en el
    hecho de hacerse obsesiva una representaciön por su
    enlace con un afecto disponible, pudiendo asi adscri-
    birse a ambas clases de fobias, el mecanismo de la
    transposiciön del afecto. Pero en las fobias de la neu-
    rosis de angustia, es este afecto siempre el mismo,la
    la angustia; y no procede de una representaciön repri-
    mida, demosträndose tan irreducible por medio del
    anälisis psicolögico, como rebeide a toda accion psi-
    coteräpica. Asi, pues, el mecanismo de la sustituciön
    no es aplicable a las fobias de la neurosis de angustia.

    Ambas clases de fobias (o representaciones obsesi-
    vas) se presentan con frecuencia juntas, aunque las
    fobias atipicas, fundadas en representaciones obsesi-
    vas, no tienen que arraigar necesariamente en elterre-
    no de la neurosis de angustia. Con frecuencia, trope-
    zamos con otro mecanismo, aparentemente mäs com-
    plicado, cuando en una fobia originariamente sencilla
    de la neurosis de angustia, es sustitufdo el contenido
    de la fobia por oira representaciön, esto es, cuando la
    sustituciön viene a agregarse, a posteriori, a la fobia.

    —_ 14 —

  • S.

    PROF, SS. FR LE U D

    Para tal sustituciön se emplean con mäxima frecuen-
    cia, aquellas «medidas preventivas» que primitivamen-
    te se ensayaron para combatir la fobia. Ast, la obse-
    siön especulativa, surge de la aspiraciön a darse el
    sujeto, a si mismo, una prueba de que no estä loco,
    como la fobia hipocondriaca le afirma. Las vacilacio-
    nes y dudas, o mäs bien, repeticiones, de la «folie de
    doute», nacen de la duda justificada en la seguridad
    del propio pensamiento, dado que el sujeto tiene con-
    ciencia de la tenacisima perturbaciön de sus procesos
    mentales, por la representaciön obsesiva. Puede, por
    lo tanto, afirmarse, que tambien muchos sindromes,
    tanto de la neurosis obsesiva como de la «folie de
    doufe» y otras perturbaciones anälogas, deben ser
    adscritos, clinicamente, ya que no conceptualmente, a
    la neurosis de angustia.

    8) La actividad digestivano experimenta en la neu-
    rosis de angustia, sino muy pocas perturbaciones,
    pero muy caracteristicas. No son nada raras, sensa-
    ciones de näusea y malestar, y el sintoma de la buli-
    mia puede constifuir, por si sö6lo o con otros (conges-
    tiones), un ataque de angustia rudimentario. En cali-
    dad de perturbaciön crönica, anäloga ala espera an-
    gustiosa, hallamos la tendencia a la diarrea, que ha
    dado ocasiön a los mäs originales errores de diagnös-
    tico. Si no me equivoco, es esta diarrea la que Moe-
    bius (1) ha sefialado a la atenciön medica en un re-
    ciente estudio. Sospecho ademäs que la diarrea refle-
    ja de Peyer, dependiente, segün este autor, de enfer-
    medades de la pröstata (2) no es sino tal diarrea dela

    (1) Moebius. Neuropathologische Beitraege, 1894, Q. Helft.
    (2) Peyer: Die nervoesen Affektionen des Darmes. Wiener
    Klinik, Enero 18%,

    — 142 —

  • S.

    ENSAYOS. 18982-718993

    neurosis de angustia. La relaciön refleja es una mera
    apariencia, mentida por el. hecho de intervenir en la
    genesis de tales afecciones prosfäticas, los mismos
    factores que en la etiologia de la neurosis de angustia.

    La neurosis de angustia ejerce sobre el estömago y
    el intestino una influencia contraria a la de la neuras-
    tenia. Los casos mixtos muestran con frecuencia la
    conocida «alternativa de diarrea y estrefiimiento». La
    poliuria de la neurosis obsesiva es anäloga a la diarrea.

    9) Las parestesias que pueden acompanar al ata-
    que de vertigo o angustia, resultan interesantes, por
    asociarse entre si, como las sensaciones del aura his-
    terica, formando una serie. Pero al contrario de las
    hisfericas, estas sensaciones asociadas nos parecen
    atipicas y variables. Otra analogia con la histeria es
    producida por el hecho de tener tambien lugar, en la
    neurosis de angustia, una especie de conversiön
    en sensaciones ffsicas. Asi, un gran nümero de reu-
    mäticos leves, de lo que padece realmente es de neu-
    rosis de angustia. Allado de este incremento de la
    sensibilidad al dolor, hemos observado en muchos ca-
    sos de neurosis de angustia, una tendencia a las aluci-
    naciones, que no puede ser considerada como histerica.

    10) Varios de los sintomas citados, que acompafian
    o representan al ataque de angustia, se presenfan tam-
    bien en forma crönica, siendo entonces mäs diffeil
    descubrirlos, toda vez que la sensaciön de angustia
    concomitanfe es menos precisa que en el ataque de
    angustia. Asi sucede especialmente con la diarrea, el
    vertigo y las parestesias. Como el ataque de vertigo
    por el desvanecimiento, puede el vertigo crönico que-
    dar representado por una sensaciön duradera de can-
    sancio, depresiön, etc.

    — 1415 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    1

    Apariciön y etiologia de la neurosis
    de angustia.

    En algunos casos de neurosis de angustia, nos re-
    ‚sulta imposible descubrir un proceso etiolögico, siendo,
    precisamente, en estos casos, en los que se nos hace
    mäs fäcil comprobar la existencia de una grave tara
    hereditaria.

    Pero cuando poseemos algün fundamento para creer
    que se trata de una neurosis adquirida, hallamos siem-
    pre, despues de un cuidadoso examen, como factores
    etiolögicos, una serie de perturbaciones e influencias
    nocivas provenientes de la vida sexual. Tales factores
    parecen, al principio, de naturaleza diferente, pero de-
    jan pronto transparentar el caräcter comün que expli-
    ca su identico efecto sobre el sistema nervioso, y se
    muestran, bien aislados, bien unidos a otras perturba-
    ciones «banales» a las que ha de adscribirse un efecto
    corroborativo. Esta etiologia sexual de la neurosis de
    angustia es tan predominante, que creo poder permi-
    tirme, a los fines de este breve estudio, dejar a un lado
    los casos de etiologfa distinta o dudosa.

    Para la mäs precisa exposiciön de las condiciones
    etiolögicas bajo las cuales surge la neurosis de an-
    gustia, serä conveniente separar los casos segün el
    ‚sexo del sujefo. Asi, pues, diremos que la neurosis se
    presenta en las mujeres—abstracciön hecha de su dis-
    posiciön—en los casos siguientes:

    a) Como angustia virginal o angustia de los ado-

    — 144 —

  • S.

    ENSAYVOS. 1892-1899

    lescentes. Un gran nümero de observaciones perso-
    nales me ha demostrado, que el primer contacto con
    el problema sexual, en forma de una sübita revelaciön
    de lo hasta entonces encubierto, bien por la visiön de
    un acto sexual, bien por una lecftura o en una conver-
    saciön, puede provocar en las adolescentes, la emer-
    gencia de una neurosis de angustia, combinada, casi
    tipicamente, con una histeria.

    b) Como angustia de las recien casadas. Aquellas
    recien casadas que en las primeras cohabitaciones
    han permanecido anestesicas, contraen con frecuen-
    cia, una neurosis de angustia, que desaparece luego,
    cuando la anestesia es sustituida por la sensibilidad
    normal. Dado que la mayoria de las recien casadas
    inicialmente anestesicas no contraen, sin embargo, tal
    neurosis, hemos de considerar necesaria, para su apa-
    riciön, la concurrencia de otras condiciones, que mäs
    adelante indicaremos.

    ce) Como angustia de las mujeres cuyos maridos
    se hallan aquejados de «ejaculatio praecox» o de gra-
    ve disminuciön de la potencia; y

    d) De aquellas otras cuyos maridos practican el
    «coitus interrupfus» o «reservatus». Estos casos for-
    man uno solo, pues el anälisis de numerosos ejemplos
    nos ha impuesto la convicciön de que el factor decisi-
    vo es, exclusivamente, que la mujer llegue onoa al-
    canzar en el coito, la satisfacciön sexual. El caso ne-
    gativo enfrafia la condiciön de la emergencia de la
    neurosis de angustia. En cambio, aquellas mujeres
    cuyos maridos padecen de «ejaculatio praecox», pero
    pueden repetir inmediatamente el coito, con mejores
    resultados, permanecen protegidas contra la neurosis.
    El «congressus reservatus> por medio del preservati-
    vo, no perjudica a la mujer cuando el marido es muy

    — 145 — ’

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    potente y ella räpidamente excitable, pero en caso
    contrario, es esta forma del comereio preventivo, tan
    nociva como las demäs. EI «coitus interruptus» es
    casi siempre perjudicial, para quienes lo practican,
    con la circunstancia de que, para la mujer, sölo lo es
    cuando el marido lo realiza sin consideraciön hacia
    ella, esto es, interrumpiendo el coito en cuanto siente
    pröxima la eyaculaciön, sin cuidarse del curso de la
    excitaciön en la mujer. Cuando, por el contrario, es-
    pera el hombre hasta la satisfaceiön de la mujer, el
    coito tendrä, para &sta, el valor normal, pero en cam-
    bio, serä el hombre el que contraerä la neurosis de an-
    gustia. Estas afirmaciones me han sido impuestas por
    los resultados de mültiples observaciones y anälisis.
    e) Como angustia de las viudas y de las mujeres
    voluntariamente abstinentes, combinada muchas veces,
    de un modo tipico, con representaciones obsesivas.
    f) Como angustia en el periodo climaferico, duran-
    te la ültima gran elevaciön de la necesidad sexual.
    Los casos c), d) y e) contienen las condiciones en
    las cuales la neurosis de angustia ataca mäs frecuen-
    temente y con mayor independencia de la propensiön
    hereditaria, a los sujetos femeninos. Con respecto a
    estos casos—adquiridos y curables—de neurosis de
    angustia, intenfaremos demostrar que la präctica se-
    xual nociva descubierta, constituye realmente el factor
    etiolögico de laneurosis. Pero antes, expondremos las
    condiciones sexuales de la neurosis de angustia en los
    hombres, estableciendo los grupos siguientes, que tie-
    nen todos en los anteriores, femeninos, sus analogias:
    a) Angustia de los abstinentes voluntarios, combi-
    mada muchas veces con sintomas de defensa (re-
    presentaciones obsesivas, histeria). Los motivos en
    que se funda la abstinencia voluntaria hacen que esta

    — 146 —

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    categoria incluya gran cantidad de sujetos hereditaria-
    mente predispuestos, originales, etc.

    b) Angustia de los hombres que sufren de excita-
    ciön frustrada (durante el noviazgo) y de aquellas per-
    sonas (que por miedo a las consecuencias del comer-
    cio sexual) se contentan con tocar o contemplar a la
    mujer. Este grupo de condiciones, que puede ser frans-
    ferido sin modificaciön alguna al otro sexo, propor-
    ciona los casos mäs puros de neurosis.

    c) Angustia de los hombres que practican el «coi-
    tus inferrupfus». Como ya hemos dicho, el «coitus in-
    terruptus» perjudica a la mujer cuando es practicado
    sin cuidado alguno por su safisfacciön, y en cambio,
    al hombre, cuando &ste, para conseguir la satisfacciön
    de la mujer, dirige voluntariamente el coito, aplazando
    la eyaculaciön. De esie modo, se hace comiprensible
    que en los matrimonios que practican el «coitus inte-
    rrupftus», sölo enferme, por lo general, uno de los cön-
    yuges. Por lo demäs, el coito interrumpido no produ-
    ce, sino muy pocas veces, enelhombre, una neurosis
    de angustia pura, siendo, por lo general, su consecuen-
    cia, una neurosis mixfa de neurosis de angustia y neu-
    rastenia.

    d) Angustia de los hombres en la edad critica.
    Hay hombres que pasan, como las mujeres, por un
    periodo climaterico, y contraen en la &poca de decli-
    naciön de su potencia y elevaciön de la libido, una
    neurosis de angustia.

    Por ültimo, afiadiremos dos casos välidos para am-
    bos sexos:

    a) Los neurastenicos que han contraido su enfer-
    medad a consecuencia de la masturbaciön, caen en la
    neurosis de angustia en cuanto abandonan tal forma
    de satisfacciön sexual, pues el vicio solitario hace a

    — 1417 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    estos sujetos especialmente incapaces de soportar la
    abstinencia.

    Como dato muy importante para la comprensiön de
    la neurosis de angustia, haremos constar, que sölo en
    hombres an potentes y en mujeres no anestesicas ad-
    quiere esta perturbaciön un desarrollo considerable.
    En los neurastenicos cuya potencia ha quedado gra-
    vemente dafiada por la masturbaciön, la neurosis de
    angustia emergente en caso de abstinencia, no adquie-
    re sino muy escaso desarrollo, limitändose casi siem-
    pre a la hipocondria y a un ligero vertigo crönico.
    A las mujeres ha de suponerselas siempre «potentes»,
    pero es tambien indudable, que una mujer verdadera-
    mente impotente, esto es, realmente anestesica, serä
    siempre menos accesible a la neurosis de angustia y
    resistirä singularmente bien los efectos nocivos indi-
    cados.

    Por ahora no queremos entrar en la cuestiön de
    hasta qu& punto seria exacto suponer entre algunos
    factores etiolögicos y algunos sintomas del complejo
    de la neurosis de angustia, relaciones constantes.

    b) La ültima de las condiciones etiolögicas que
    nos proponemos mencionar, no parece al principio
    ser de nafuraleza sexual. Lo neurosis de angustia sur-
    ge tambien, en efecto, en los dos sexos, como conse-
    euencia de un «surmenage» o un esfuerzo agotador,
    por ejemplo, despues de largas vigilias nocturnas, de
    una continuada asistencia a un enfermo o incluso de
    una grave dolencia del propio sujeto.

    La objeciön principal contra mi teoria de una etio-
    logfa sexual de la neurosis de angustia serä, quizä, la
    de que tales anormalidades de la vida sexual son tan
    frecuentes, que siempre las encontramos a mano, por
    Ppoco que nos molestemos en buscarlas. Asi, pues, su

    — 148 —

  • S.

    ENSAYVOS. 1892-1899

    apariciön en los casos de neurosis de angustia anfes
    descritos, no probaria su cualidad de factores etiolö-
    gicos de la neurosis. Ademäs, el nimero de personas
    que practican el coito interrumpido, etc., es incompa-
    rablemente mayor que el de las que padecen neurosis
    de angustia, habiendo, por lo tanto, una inmensa ma-
    yoria, que resiste sin la menor perturbaciön, las indica-
    das präcticas nocivas.

    “ Aesta objeciön hemos de responder, en primer lu-
    gar, que dada la extraordinaria frecuencia reconocida
    de las neurosis, y especialmente de la neurosis de an-
    gustia, no era de esperar el descubrimiento de un fac-
    tor etiolögico que sölo raras veces se diese; en se-
    gundo, que el hecho de descubrirse en una investiga-
    ciön etiolögica, e] factor etiolögico con mayor frecuen-
    cia que su efecto, constituye precisamente el cumpli-
    miento de un postulado de patologia, ya que para que
    dicho efecto se produzca, pueden ser precisas oiras
    condiciones (propensiön, agregaciön de la etiologia
    especifica, apoyo de oiras influencias inocuas de por
    si), y por ültimo, que la detallada clasificaciön antes
    expuesta, de los casos apropiados a la emergencia de
    la neurosis de angustia, demuestra inequivocamente la
    significaciön del factor sexual. Pero de momento, nos
    limitaremos al factor etiolögico constituido por el
    <coifus inferruptus» y a la exposiciön de algunas ex-
    periencias probatorias.

    1) Mientras la neurosis de angustia de una mujer
    joven no se halla ain plenamente constitufda, sino que
    surge en ramificaciones que desaparecen luego espon-
    täneamente, puede demostrarse que cada uno de tales
    impulsos de la neurosis, depende de un coito en el
    que la satistacciön fue& incompleta. Dos dias despues
    del mismo, o al dia siguiente en personas menos re-

    — 19 —

  • S.

    PR OF. SS. FR E U D

    sistentes, aparece regularmente el ataque de angustia
    o de vertigo, al que se unen otros sintomas neuröfi-
    cos, desapareciendo luego todo junto, cuando el co-
    mercio matrimonial es poco frecuente. Un viaje casual
    del marido, o una estancia de la mujer en alguna es-
    taciön de altura, unida a la interrupciön del comercio
    matrimonial, mejoran generalmente a la enferma. Lo
    mismo sucede con el tratamiento ginecolögico, al que
    casi siempre se recurre al principio, en estos casos, en
    cuanto trae consigo la interrupciön del trato carnal.
    Pero tanto la cura de altura como el tratamiento local,
    resultan, singularmente ineficaces, en cuanto los espo-
    sos vuelven a cohabitar. En cambio, si el medico, co-
    nocedor de esta etiologia, hace sustifuir a los cönyu-
    ges el «coitus interruptus» por el normal, obtendrä
    siempre, en los casos de neurosis alin no constituida,
    la prueba terap&utica de nuestras afirmaciones, pues
    la angustia cesarä para no volver a presentarse sin un
    nuevo motivo anälogo.

    2) Enla anamnesis de muchos casos de neurosis
    de angustia, comprobamos, tanto en los hombres
    como en las mujeres, una singular oscilaciön de la in-
    tensidad de los fenömenos y de las alternativas de
    todo el estado patolögico. Un afio es casi bueno y elsi-
    guiente, horrible; unas veces la mejoria pareciö obede-
    cer a una cura determinada, pero esta misma cura fra-
    casa luego, por completo, en otro ataque, etc. Si in-
    vestigamos entonces el nümero de hijos del matrimonio
    y su orden de sucesiön, y confrontamos esta |crönica
    conyugal con el extrafio curso de la neurosis, hallare-
    mos, que los periodos de mejoria o bienestar coinciden
    con los embarazos de la mujer, durante los cua-
    les no habfa, nafuralmente, motivo para practicar el
    comercio preventivo, confirmändose igualmente, que

    — 150 —

  • S.

    ENSAYOS. 1898-1899

    el marido obtuvo mejorfa en todas aquellas curas,
    cualquiera que haya sido su clase, cuyo termino coin-
    eidi6 con un principio de embarazo en su mujer.

    3) De la anamnesis de los enfermos, resulta mu-
    chas veces, que los sintomas de la neurosis de angus-
    tia han venido a sustituirse, en una &poca determina-
    da, a los de otra neurosis, por ejemplo, a los de la
    neurastenia. En estos casos, se demuestra siempre,
    que poco fiempo antes de tal mudanza del cuadro cli-
    nico, ha tenido efecto un cambio correlativo de la
    präctica sexual nociva.

    Estas experiencias, multiplicables a voluntad, impo-
    nen al medico, para toda una cierta cafegoria de ca-
    sos, la etiologia sexual, existiendo ofros casos, que
    por lo menos, se nos hacen comprensibles por medio
    de la clave que supone tal etiologia, sin la cual no nos
    seria posible tampoco clasificarlos. Tales casos, muy
    numerosos, son aquellos en los cuales hallamos, des-
    de luego, todo lo que en la otra cafegoria hemos des-
    cubierto, o sea, por un lado, los fenömenos de la neu-
    rosis de angustia, y por otro, el factor especifico re-
    presentado por el «coifus inferruptus», pero en los que,
    ademäs, viene a interpolarse algo nuevo, un largo in-
    tervalo entre la efiologia sospechada y su efecto, y
    quizä tambien factores etiolögicos de naturaleza no
    sexual. Veamos un ejemplo: Un sujeto sufre, alrecibir
    la noticia de la muerte de su padre, un ataque al cora-
    zön, y a partir de este momento, enferma de neurosis
    de angustia. El caso resulta, asf, incomprensible, pues
    el sujeto no habia mostrado hasta entonces ningün in-
    dicio de disposiciön nerviosa, y la muerte de su padre,
    muy anciano ya, ocurri6 en eircunstancias totalmente
    normales, no pudiendo contarse el fallecimiento nor-
    mal y esperado de un padre anciano entre los sucesos

    —11—

  • S.

    PROF. 5. FRE UD

    que suelen hacer enfermar a personas sanas. Pero en
    cambio, sabemos que el sujeto practica hace ya once
    afios, el coito interrumpido, cuidando de que su mujer
    obtenga en € plena satisfacciön, y esta circunstancia
    arroja ya viva luz sobre la etiologfa del caso, pues el
    sujeto presenta exactamente los mismos fenömenos
    comprobados en otras personas despu&s de una corta
    präctica del indicado manejo sexual y sin la interven-
    ciön de otro trauma. Anälogamente hemos de juzgar
    el caso de una mujer que enferma de neurosis de an-
    gustia al perder un hijo y el de un estudiante al que la
    neurosis de angustia estorba la preparaciön de unas
    oposiciones. En ninguno de estos dos casos encuen-
    tro explicado el efecto por las causas etiolögicas indi-
    cadas. Se puede estudiar sin llegar al agotamiento, y
    la reacciön de una madre sana a la perdida de un hijo
    no suele ser sino la tristeza normal. Pero ante todo,
    yo esperaria que el trabajo agotador hubiera produci-
    do al estudiante una debilidad cerebral, y que al morir
    su hijo, hubiera la madre adquirido una histeria. La
    eircunstancia de enfermar ambos de neurosis de an-
    gustia, me hace dar valor etiolögico a los hechos de
    llevar la madre ocho afios practicando con su marido
    el «coitus interruptus», y mantener el estudiante, desde
    hacia tres afios, unas fntimas relaciones amorosas
    con una joven «honrada», a la que no debe dejar em-
    barazada.

    Todo esto nos lleva a afirmar, que la nocividad es-
    pecifica sexual del coito interrumpido, cuando no llega
    a provocar por si sola la neurosis de angustia, pre-
    dispone, por lo menos, a su adquisiciön. La neurosis
    de angustia, surge, entonces, en cuanto al efecto la-
    tente del factor especifico, viene a agregarse el de
    otro factor inocuo. Este ültimo puede representar cuan-

    12 —

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    titativamente al factor especifico, pero no sustituirlo
    eualitativamente. Elfactor especifico permanece siendo
    siempre el que determina la forma de la neurosis. Es-
    pero demostrar tambien este principio en lo que se re-
    fiere'a la etiologia de otras neurosis.

    Estas ültimas reflexiones contienen ademäs la hipö-
    iesis, nada inverosimil en si, de que las präcticas se-
    xuales nocivas, como el coito interrumpido, liegan a
    adquirir significaciön etiolögica por la acumulaciön de
    otros factores. Segin la disposiciön de cada individuo
    ylas demäs taras de su sistema nervioso, tardarä
    mäs o menos tiempo en hacerse visible el efecto de
    tal acumulaciön. Los individuos que resisten sin apa-
    rente perjuicio el coito interrumpido, quedan, en reali-
    dad predispuestos, por su präctica, a las perturbacio-
    nes de la neurosis obsesiva, que en una ocasiön cual-
    quiera, espontäneamente, o despu&s de un trauma sin
    importancia, pueden emerger con toda intensidad, del
    mismo modo que el alcohölico crönico acaba adqui-
    riendo, por acumulaciön, una cirrosis u otra enferme-
    dad o cayendo en el delirio bajo la influencia de un es-
    tado febril.

    m

    Primerasaportacionesaunateorfade
    la neurosis de angustia

    Las consideraciones que siguen no aspiran a otro
    valor que al de una primera tentativa, cuyo enjuicia-
    miento no deberä influir en la admisiön de los hechos
    descritos en los apartados anteriores. Por otra parte,

    — 155 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    la admisiön de la «teoria de la neurosis de angustia»,
    que vamos a intentar desarrollar, se hace ain mäs di-
    ficil, por el hecho de no constituir sino un fragmento
    de una mäs amplia exposiciön de las neurosis.

    Lo que hasta aqui llevamos dicho sobre la neurosis
    de angustia, abarca ya algunos extremos que nos
    permiten penetrar un fanto en el mecanismo de esta
    neurosis. Asi, en primer t&rmino, la sospecha de que
    puede tratarse de una acumulaciön de excitaciön, y ade-
    mäs, el hecho importantisimo, de que la angustia
    en la que se basan los fenömenos de la neurosis, no
    es susceptible de una descarga psi-
    quica. Una tal descarga seria, por ejemplo, posi-
    ble, si la base de la neurosis de angustia fuera un so-
    bresalto—ünico o repetido—justificado, que constitu-
    yera, desde su ocurrencia, la fuente de la disposiciön a
    la angustia. Pero no es &ste el caso. A causa de un
    sobresalto ünico, puede adquirirse una histeria o una
    neurosis fraumäfica, nunca una neurosis de angustia.
    Al principio, viendo resaltar en primer törmino, entre
    las causas de la neurosis de angustia, el «coitus inte-
    rrupfus», creimos que la fuente de la angustia conti-
    nua podia hallarse en el miedo repefidamente experi-
    mentado en cada acto carnal, de que la fecnica pre-
    ventiva fracasase y se originara un embarazo. Pero
    mäs tarde, descubrimos que este estado de änimo del
    hombre o de la mujer durante el coito interrumpido,
    carece de toda relaciön con la genesis de la neurosis
    de angustia, y que las mujeres a las que no asusta la
    posibilidad del embarazo se hallan tan expuestas a la
    neurosis como aquellas otras a las que tal posibilidad
    espanta. El factor decisivo es, ünica y exclusivamen-
    te, la falta de satisfacciön que uno de los cönyugues ha
    de experimentar en la präctica del coito interrumpido.

    — 154 —

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    Nuestro descubrimiento del mecanismo de la neuro-
    sis de angustia, encuentra otro apoyo en la observa-
    ciön, alın no mencionada, de que en series enteras de
    casos, se inicia la neurosis de angustia con una pa-
    tente disminuciön de la libido sexual, del placer
    psiquico, haciendo que al comunicar a los enfer-
    mos, que su dolencia proviene de una «satisfacciön
    incompleta», nos respondan todos negando la posibi-
    lidad de un tal origen, toda vez que precisamente en
    los ültimos fiempos, viven sin experimentar la menor
    necesidad sexual. Todos estos indicios, o sea elhecho
    de tratarse de una acumulaciön de excitaciön; el de
    que la angustia, que probablemente corresponde a di-
    cha excitaciön acumulada, sea de origen somätico,
    siendo, por lo tanto, acumulada excitaciön somätica;
    el de que esta excitaciön somätica sea de naturaleza
    sexual, existiendo, paralelamente, una disminuciön de
    la participaciön psiquica en los procesos sexuales;
    t6dos estos indicios, repetimos, favorecen la sospecha
    deque el mecanismo de la neurosis de
    angustiahadeser buscado en la des-
    viaciöndelaexcitaciön sexualsomä-
    tica, de lo psiquico,yenunconsiguien-
    teaproveehamientoanormalde dicha
    excitaciön.

    Podemos aclarar algo mäs esta representaciön del
    mecanismo de la neurosis de angustia exponiendo las
    siguientes consideraciones sobre el proceso sexual,
    referentes, en primer lugar, al hombre. El organismo
    masculino, llegado ya a la madurez sexual, produce
    —probablemente de un modo continuo—excitaciön se-
    xual somäfica, que periödicamente, llega a constituir
    un estimulo psiquico. Para fijar mejor nuestras ideas,
    intercalaremos aquf, que esta excitaciön sexual somä-

    155 —

  • S.

    PROF. SS. FR EUD

    tica, se manifiesta bajo la forma de una presiön sobre
    las paredes, provistas de nervios, de las vesiculas se-
    minales, de manera que al crecer de continuo la exci-
    taciön visceral, llegarä un momento en el que vencerä
    las resistencias opuestas a su llegada a la corteza ce-
    rebral y se exteriorizarä como estimulo psiquico. En
    este momento, queda cargado de energia el grupo de
    representaciones sexuales dado en la psique, y nace
    el estado psiquico de tensiön libidinosa, estado que
    trae consigo el impulso a hacer cesar dicha tensiön.
    Pero una tal descarga psiquica no es posible sino por
    un solo medio, al que daremos el nombre de acto
    especificoo adecuado. Este acto adecuado
    consiste, para el instinto sexual masculino, en un com-
    plicado acto reflejo espinal, que fiene por consecuen-
    cia la descarga de los nervios antes indicados, y en
    todos los preparativos psiquicos necesarios para la
    producciön de tal reflejo. Nada, que no sea el acto
    adecuado, puede lograr aquf eficacia, pues la excita-
    ciön sexual somäfica, se transforma continuamente,
    una vez alcanzado cierto nivel, en excitaciön psiquica.
    Tiene que sobrevenir necesariamente, aquello que Ii-
    berta a las fibras nerviosas de la presiön que sobre
    ellas gravita, suprimiendo con ello toda la excitaciön
    somätica de momento existente, y permitiendo a la
    conducciön subcortical restablecer su resistencia.

    No queremos seguir representando de este modo
    casos complicados del proceso sexual. Nos limitare-
    mas a afirmar, que el esquema precedente puede apli-
    carse tambien, en lo esencial, a la mujer, no obstante
    el problema que plantean las confusas y artificiales
    oscilaciones del instinto sexual femenino. Tambien en
    la mujer, hemos de admitir una excifaciön sexual so-
    mätica y un estado en el que esta excifaciön se con-

    — 156 —

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    vierte en estimulo psiquico, en libido, y provoca elim-
    pulso hacia el acto especifico, al cual se enlaza la sen-
    saciön de voluptuosidad. Lo que no podemos indicar
    en la mujer, es el proceso correspondiente a la disten-
    siön de las vesiculas seminales.

    Dentro de los limites de esta descripciön del proce-
    so sexual podemos integrar la etiologia, tanto de la
    neurastenia aufentica, comg de la neurosis de angus-
    tia. La neurastenia surge siempre que la descarga ade-
    cuada (el acto adecuado) es sustitufda por otra menos
    adecuada, esto es, siempre que el coifo normal en
    condiciones favorables, queda sustituido por la mas-
    turbaciön o la poluciön espontänea. A la neurosis de
    angustia llevan todos aquellos tactores que impiden la
    elaboraciön psiquica de la excitaciön sexual somätica.
    Los fenömenos de la neurosis de angustia surgen por
    el hecho de que la excitaciön sexual somätica desvia-
    da de la psique, se gasta subcorticalmente en reaccio-
    nes nada adecuadas.

    Intentaremos comprobar ahora si las condiciones
    etiolögicas antes expuestas de la neurosis de angus-
    tia, dejan reconocer el caräcter comin que hubimos
    de atribuirlas. Para el hombre, hemos fijado, como pri-
    mer factor etiolögico, la abstinencia. Consiste esta en
    la renuncia al acto especifico, que en todo ofro caso,
    sigue a la libido. Una tal renuncia tendrä dos conse-
    cuencias: la acumulaciön de excitaciön somätica y la
    desviaciön de la misma por caminos distintos, por los
    cuales espera hallar una descarga antes que por el que
    pasa por la psique. Resultarä, asi, que la libido dismi-
    nuirä, y se exteriorizarä la excitaciön subcorticalmen-
    te, en forma de angustia. Cuando la libido no dismi-
    nuye, o es gastada la excitaciön somätica en polucio-
    nes espontäneas o cesa de producirse al ser rechaza-

    — 157 —

  • S.

    PROF. 5... FR E U D

    da, puede surgir todo menos una neurosis de angus-
    tia. La abstinencia es igualmente el factor eficiente en
    el segundo grupo etiolögico, o sea en el de la excita-
    eiön frustrada. EI tercer caso, el del coito interrumpi-
    do realizado cuidando de que la mujer llegue a la sa-
    tisfacciön, actlia perturbando la disposiciön psiquica
    al curso sexual, por introducir, junto a la labor de do-
    minar el afecto sexual, una distinta labor psiquica,
    produciendo, asi, una desviaciön de la psique. Tam-
    bien esta desviaciön psiquica hace desaparecer paula-
    tinamente la libido, siguiendo entonces el proceso, a
    partir de este punto, el mismo curso que en el caso de
    la abstinencia. La angustia que surge en la edad cri-
    tica del hombre, precisa distinta explicaciön. En este
    caso, no hay disminuciön de la libido, pero en cam-
    bio, tiene lugar, como durante el periodo climaterico
    de la mujer, un incremento de la producciön de exci-
    taciön somätica, tan considerable, que la psique re-
    sulta relativamente insuficiente para dominarla.

    La subordinaciön de las condiciones etiolögicas en
    la mujer, al punto de vista indicado, no opone tampo-
    co grandes dificultades. El caso de la angustia virgi-
    nal es especialmente claro. En &l, no se hallan an su-
    ficientemente desarrollados los grupos de representa-
    ciones a los que ha de enlazarse la excitaciön sexual
    somaäfica. En las recien casadas anestesicas, la angus-
    tia no surge sino cuando las primeras cohabitaciones
    despiertan una magnitud suficiente de excitaciön so-
    maätica. Allf donde faltan los signos locales de una tal
    excitabilidad, falta tambien la angustia. Elcaso de la
    «ejaculafio praecox» y el «coitus interruptus» se ex-
    plica anälogamente a como en el hombre, por el hecho
    de ir desapareciendo paulatinamente la libido corres-
    pondiente al acto psiquicamente insatisfactorio, mien-

    — 158 —

  • S.

    ENSAYyOS. 1892-1899

    tras que la excitaciön correlativa es gastada subcorti-
    calmente. En la mujer es mäs räpida y mäs dificil de su-
    primir que en el hombre, la emergencia de un extrafia-
    miento entre lo somätico y lo psiquico durante el curso
    de la excitaciön sexual. El caso de la viudez o la abs-
    tinencia voluntaria y el de la edad critica, se resuelven
    en la mujer lo mismo que en el hombre, si bien en el
    de la abstinencia viene a agregarse la represiön inten-
    cionada del circulo de representaciones sexuales, re-
    presiön a la que con frecuencia se ve obligada la
    mujer absfinente que lucha contra la fentaciön. Anä-
    logamente, en la &poca de la menopausia, ha de in-
    tervenir tambien la repugnancia que la mujer ya en-
    vejecida siente contra el exagerado incremento de su
    libido.

    Tambien las dos condiciones etiolögicas expuestas
    en ültimo lugar, parecen subordinarse sin dificultad a
    nuestro nuevo punto de vista.

    La tendencia a la angustia de los masturbadores a
    quienes su vicio ha llevado a la neurastenia, se expli-
    ca por la facilidad con que estos sujetos pasan al esta-
    do de «abstinencia», despues de hallarse habituados
    durante mucho tiempo a proporcionar a toda excitaciön
    somätica, por pequefia que fuese su magnifud, una
    descarga, si bien defectuosa. Por ültimo, el caso final,
    osea la genesis de la neurosis de angustia a conse-
    cuencia de una grave enfermedad, de un esfuerzo ago-
    tador, de una larga asistencia a un enfermo, etc., re-
    sulta explicable por el hecho de que la desviaciön de
    la psique la hace insuficiente para dominar la excita-
    ciön somätica, labor que se le plantea de continuo.
    Sabemos ya, cuän exfraordinariamente puede dismi-
    nuir la libido en estas condiciones, siendo estos ca-
    sos un acabado ejemplo de neurosis que si bien no

    — 159 —

  • S.

    FR OF. SS. FR E U D

    presentan una etiologia sexual, muestran, en cambio,
    un mecanismo de este orden.

    La teoria aqui expuesta presenta, en cierto modo, los
    ‚sintomas de la neurosis de angustia como subrogados
    de la acciön especifica omitida sobre la excitaciön se-
    xual. En su apoyo, recordaremos ahora, que tambien
    enel coito normal, se gasta, secundariamente, la exci-
    taci6n, en diversos fenömenos fisicos, tales como pal-
    pitaciones, aceleraciön del ritmo respiratorio, sudores,
    ‚congestiön, etc. En el correspondiente ataque de angus-
    tia, de nuestra neurosis, nos hallamos ante tales mis-
    mos fenömenos, separados del coito e intensificados.

    Podria preguntärsenos aün, por que la falta de ca-
    pacidad psiquica para dominar la excitaciön sexual
    conduce al sistema nervioso al singular estado afecti-
    vo constituido por la angustia. A esta pregunta con-
    testaremos que la psique esinvadida por el afecto de
    angustia cuando se siente incapaz de suprimir, por
    medio de una reacciön adecuada, un peligro proce-
    dente del exterior, y cae en la neurosis de angıstia,
    ‚cuando se siente incapaz de hacer cesar la excitaciön
    (sexual) endögenamente nacida. Se conduce, pues,
    como si proyectase dicha excitaciön a: exterior. El
    afecto y la neurosis a El correspondiente, se hallan en
    una intima relaciön, siendo el primero la reacciön a
    una excitaciön exögena, y la segunda, lareacciön ala
    excitaciön endögena anäloga. El afecto es un estado
    räpidamente pasajero y la neurosis un estado crönico,
    pues la excitaciön exögena actia como un impulso
    ünico y la endögena como una fuerza constante. EI
    sistema nervioso reacciona en la neurosis, contra una
    fuente de excitaciön interior, del mismo modo que en
    ei afecto correspondiente, contra una excitaciön anä-
    loga exterior.

    — 160 —

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1899

    V
    Relaciones con otras neurosis.

    Expondremos aün algunas observaciones sobre las
    relaciones de la neurosis de angustia con las otras
    neurosis.

    Los casos mäs puros de neurosis de angustia son
    tambien, casi siempre, los mäs marcados. Estos ca-
    sos se dan en sujetos jövenes y pofentes, cuya enfer-
    medad data de fecha pröxima, y presentan una efiolo-
    gia unitaria.

    De todos modos, es mäs frecuenteJa apariciön con-
    junta y simultänea de sintomas de neurosis de angustia
    y otros de neurastenia, histeria, melancolia o neurosis
    obsesiva. Si ante esta mezcla clinica nos retrajesemos
    de reconocer a la neurosis obsesiva el caräcter de una
    unidad independiente, tendriamos tambien que renun-
    ciar, obrando consecuentemente, a la separaciön, fan
    trabajosamente lograda, de la histeria y la neurastenia.

    Con respecto al anälisis de las «neurosis mixtas»,
    podemos sentar el siguiente importante principio: En
    todo caso de neurosis mixta, puede descubrirse la exis-
    tencia de una mezcla de varias etiologfas especificas.

    Esta multiplicidad de factores etiolögicos, condiciön
    de la neurosis mixfa, puede establecerse de un modo
    casual, por ejemplo, cuando una nueva acciön nociva
    viene a sumar sus efectos a los de ofra ya existente.
    Tal serä el caso de una mujer histerica, que al cierto
    tiempo de su matrimonio, comienza a practicar el coito
    interrumpido, y afiade entonces, a su histeria, una neu-
    rosis de angustia. O el de un masturbador, a quien su

    — 1641 1

  • S.

    PR OF. 9. FR E U D

    vicio ha llevado a la neurastenia y al que las excitacio-
    nes frustradas de un noviazgo ulterior hacen contraer,
    como nueva enfermedad, una neurosis de angustia.

    En otros casos, la multiplicidad de factores etiolö-
    gicos no obedece a la casualidad, siendo uno de tales
    factores el que ha hecho entrar en acciön al otro. Ast,
    una mujer con la que su marido realiza el coito inte-
    rrumpido sin preocuparse de su satisfacciön y que se
    ve obligada a masturbarse despu6s del coito insatis-
    factorio, para acallar la penosa excitaciön residual.
    Esta sujeto, a mäs de los sintomas de la neurosis de
    angustia, fruto de la präctica del coito interrumpido,
    mostrarä otros, neurastenicos, producio de la mastur-
    baciön. O tambien, la excitaciön residual del coito in-
    terrumpido, provocarä en la sujeto, ideas voluptuosas
    contra las cuales querrä defenderse, y contraerä, asf,
    a mäs de la neurosis de angustia, representaciones
    obsesivas. O por ültimo, la präctica del coito interrum-
    pido, la harä perder el amor a su marido y experimen-
    tar una nueva inclinaciön, que mantendrä cuidadosa-
    mente secreta, mostrando entonces una mezcla de neu-
    rosis de angustia e histeria.

    En una tercera categoria de neurosis mixtas, es aln
    mäs infima la conexiön de los sintomas, siendo una
    misma condiciön etiolögica la que inicia regular y si-
    multäneamente las dos neurosis. Asi, la sübita revela-
    ciön sexual, causa de la angustia virginal, engendra
    siempre, tambien, histeria, y la inmensa mayorfa de
    los casos de abstinencia voluntaria se enlazan desde
    un principio, con representaciones obsesivas. Igual-
    mente, el coito interrumpido, sin satisfacciön para el
    hombre, no puede engendrar nunca, a nuestro pare-
    cer, una neurosis de angustia pura, sino siempre una
    mezcla de neurosis de angustia y neurastenia.

    — 12 —

  • S.

    ENSAYOS. 1892-1896

    De estas reflexiones, resulta que es necesario dife-
    renciar tambien, de las condiciones etiolögicas de la
    apariciön de las neurosis, sus factores etiolögicos es-
    pecificos. Las primeras, por ejemplo, el coito inte-
    rrumpido, la masturbaciön y la abstinencia, presentan
    an mültiples facetas y cada una de ellas puede pro-
    ducir distintas neurosis. S6lo los factores etiolögicos
    de ellas abstraidos, tales como la descarga inadecua-
    da, la insuficiencia psiquica y la defensa con substitu-
    ciön, poseen una relaciön especifica e inequivoca con la
    etiologia de cada una de las diversas grandes neurosis.

    Por lo que respecta a su esencie, muesira la neuro-
    sis de angustia interesantisimas coincidencias y dispa-
    ridades con las otras grandes neurosis, especialmente
    con la neurastenia y la histeria. Con la neurastenia,
    comparfe un principalisimo caräcter, el de radicar la
    fuente de la exeitaciön, o sea el motivo de la perturba-
    ciön, en el terreno somätico y no en el psiquico, como
    sucede en la histeria y en la neurosis obsesiva. Por lo
    demäs, se advierte mäs bien una especie de oposiciön
    entre los sfntomas de la neurastenia y los de la neuro-
    sis de angustia, oposiciön que puede expresarse, sin-
    teticamente, con la antitesis «acumulaciön—disminu-
    ciön de la excitaciön». Esta antitesis no impide que
    las dos neurosis se mezclen entre si, pero se muestra
    en el hecho de que en ambas, los casos extremos son
    tambien los mäs puros.

    Con la histeria, muestra la neurosis de angustia una
    serie de coincidencias sintomatolögicas, an poco es-
    tudiada. La apariciön de los fenömenos, bien como
    sintomas duraderos, bien en ataques, las parestesias
    agrupadas a modo de aura, las hiperestesias y puntos
    sensibles que se muestran en ciertos subrogados del
    ataque de angustia, en la disnea y en elataque cardia-

    165 —

  • S.

    PROF. SS. FRE UD

    co, la intensificaciön de los dolores quizä orgänica-
    mente justificados (por medio de la conversiön); estos
    y otros caracteres comunes, hacen incluso suponer
    que mucho de lo que atribufmos a la histeria debiera
    serlo a la neurosis de angustia. Pasando al mecanis-
    mo de ambas neurosis, en cuanto hasta ahora nos ha
    sido posible descubrirlo, hallamos ciertos caracteres
    que nos permiten considerar la neurosis de angustia
    como la contrapartida somätica de la histeria. Tanto
    en una como en otra, se trata de una acumulaciön de
    la excitaciön, paridad en la que se basa quizä la ana-
    logfa antes descrita, de los sintomas. En ambas, se
    da tambien una insuficiencia psiquica, a consecuencia
    de la cual, surgen procesos somäticos anormales.
    Por ültimo, tambien en las dos, surge, en lugar de
    una elaboraciön psiquica, una desviaciön de la excita-
    ciön, hacia lo somätfico,. con la inica diferencia de que
    la excitaciön en cuya desviaciön se manifiesta la neu-
    rosis, es, en la neurosis de angustia, puramente so-
    mätica (la excitaciön sexual somätica) y en la histeria,
    psiquica (provocada por un conflicto). No podemos,
    pues, exirafiar, que la histeria y laneurosis de angus-
    tia se combinen regularmente entre si, como sucede
    en la «angustia virginal» o en la «histeria sexual», ni
    que la histeria tome de la neurosis de angustia toda
    una serie de sintomas. Estas intimas relaciones de la
    neurosis de angustia con la histeria proporcionan un
    nuevo argumento para la necesidad de separar la neu-
    rosis de angustia de la neurastenia, pues rechazando
    esta separaciön no podemos tampoco mantener la di-
    ferenciaciön, que fan imprescindible nos es, entre la
    neurastenia y la histeria.

    — 164 —