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Sobre los tipos de adquisiciôn de la
neurosis1912.
En el presente estudio, nos proponemos exponer, ba-
sándonos en la observación empírica, las modificaciones
que deciden la emergencia de una enfermedad neurótica
en los sujetos a ella predispuestos. Tråtase, por lo tanto,
en realidad, de las causas ocasionales de la enfermedad,
más que de sus formas. La presente exposición conjun-
ta de las causas patológicas ocasionales se diferenciará
de otras análogas, en el hecho de referir todas las mo-
dificaciones enumeradas, a la libido del individuo. La
psicoanálisis hubo de revelarnos ya, en los destinos de
la libido, el factor decisivo de la salud y la enfermedad
nerviosas. Tampoco tenemos por qué dedicar en este es-
tudio, lugar ninguno al concepto de la disposición, pues
la investigación psicoanalítica nos ha hecho posible se-
ћајаг la génesis de la disposición neurótica en la evolu-
ción de la libido y referir los factores que en ella actúan,
a variedades congénitas de la constitución sexual y a in-
flujos del mundo exterior experimentados en la temprana
infancia.a) La ocasión más próxima y más fácilmente com-
probable y comprensible de la emergencia de una enfer-
medad neurótica, hemos de verla en aquel factor exterior
al que puede darse, en general, el nombre de inter-ー AB
S.
PC N WU
dicciön. El individuo conservaba la salud mientras su
necesidad de amor era satisfecha por un objeto real del
mundo exterior, y contrae una neurosis en cuanto pierde
tal objeto y no encuentra una substituciön del mismo. La
felicidad coincide aqui con la salud, y la desgracia con la
neurosis. La curacién depende, más que del médico, del
destino, que puede ofrecer al sujeto una substituciôn de la
satisfacción perdida.Por lo tanto, la posibilidad de enfermar comienza para
este tipo, en el que hemos de incluir a la mayoría de los
hombres, con la abstinencia, circunstancia que nos da la
medida de la importancia de las restricciones culturales de
la satisfacción en la causación de la neurosis. La interdic-
ción ejerce una influencia patógena, provocando el estan-
camiento de la libido y sometiendo al individuo a una
prueba, consistente en ver cuánto tiempo podrá resistir
un tal incremento de la tensión psíquica y qué caminos
elegirá para descargarse de ella. Ante la interdicción
real de la satisfacción, no existen sino dos posibilidades
de mantenerse sano: transformar la tensión psíquica en
una acción orientada hacia el mundo exterior, que acabe
por lograr de él una satisfacción real de la libido, o re-
nunciar a la satisfacción libidinosa, sublimar la libido es-
tancada y utilizarla para alcanzar fines distintos de los
eróticos y ajenos, por lo tanto, a la prohibición. El hecho
de que la desdicha no coincida realmente con la neuro-
sis, y el de que la ininterdicción no sea el único factor
que decida sobre la salud y la enfermedad del individuo
a ella sujeto, nos indican que ambas posibilidades tie-
nen efecto real en los destinos de los hombres. El efecto
inmediato de la interdicción es el de despertar la acti-
vidad de los factores dispositivos, ineficaces hasta en-
tonces.Cuando tales factores se hallan intensamente desarro-
llados, surge el peligro de que la libido quede intro-ー 999 —
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vertida (1). Se aparta de la realidad, a la cual des-
poja la interdicciôn de todo su valor y se orienta hacia
la vida de Ja fantasia, en la que crea nuevos deseos y
reanima las huellas de deseos anteriores olvidados. A
consecuencia de la intima relacién de la actividad imagi-
nativa con el material infantil reprimido e inconsciente,
existente en todo individuo, y merced al régimen de ex-
cepciön del que goza la vida imaginativa con respecto
a la «prueba de la realidad», la libido puede retroceder
aún más atrás, encontrar, regresivamente, caminos in-
fantiles y tender a los fines a ellos correspondientes.
Cuando estas tendencias, incompatibles con el estado
actual de la individualidad, adquieren suficiente inten-
sidad, surge el conflicto entre ellas y la otra parte de la
personalidad que ha permanecido en contacto con la
realidad. Este conflicto se resuelve en una producción de
síntomas, desenlazándose abí con la emergencia de una
enfermedad manifiesta. El hecho de haber tenido todo
este proceso su punto de partida en la interdicción real,
se refleja una vez más en la circunstancia de que los
síntomas con los cuales se alcanzan de nuevo el te-
rreno de la realidad, no son sino satisfacciones substi-
tutivas.b) El segundo tipo de la causa ocasional de la enfer-
medad no es, en modo alguno, tan evidente como el pri-
mero y sólo pudo ser descubierto por medio de penetran-
tes estudios analíticos, enlazados a la teoría de los com-
plejos, de la escuela de Zurich. El individuo no enferma
aquí a consecuencia de una modificación del mundo exte-
rior, que substituye la prohibición a la satisfacción, sino a
consecuencia de un esfuerzo interior para lograr la satis-
facción accesible en la realidad. Enferma a consecuencia
de una tentativa de adaptarse a la realidad y cumplir las
⑩ Según un término introducido рог С. G. Jung.— 295 —
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exigencias reales, labor a la cual se oponen, en él, inven-
cibles obstáculos internos.Es conveniente diferenciar con toda precisión estos dos
tipos, con mayor precisión, desde luego, de la que la ob-
servación nos ofrece. En el primer tipo, hallamos, ante
todo, una modificación del mundo exterior, y en el segun-
do, una modificación interna. Segün el tipo primero, se
enferma a consecuencia de un suceso; segün el segundo,
a consecuencia de un proceso evolutivo. En el primer
caso, se plantea el problema de renunciar a la satisfacción
y el individuo enferma a causa de su incapacidad de resis-
tencia; en el segundo caso, el problema planteado es el de
cambiar una satisfaccién por otra y el sujeto fracasa en
esta labor, a causa de su propia falta de flexibilidad. En el
segundo caso, el conflicto aparece planteado entre la ten-
dencia del sujeto a continuar siendo idéntico a sí mismo y
la de transformarse conforme a nuevas intenciones y nue-
vas exigencias de la realidad; en el caso primero, no sur-
ge hasta que la libido ha elegido otras posibilidades de
satisfacción, que resultan incompatibles. El papel del con-
flicto y de la fijación anterior de la libido son, en el segun-
do tipo, mucho menos evidentes que en el primero, en el
cual, tales fijaciones inutilizables sólo pueden surgir a
consecuencia de la interdicción exterior.Un joven que ha venido satisfaciendo su libido por
medio de fantasias cuyo desenlace era la masturbación, y
que quiere ahora permutar este régimen cercano al auto-
erotismo, por la elección real de objeto; una muchacha
que ha ofrendado todo su cariño al padre o al hermano y
que al ser pretendida por un hombre ha de dejar hacerse
conscientes sus deseos libidinosos, hasta entonces inces-
tuosos e inconscientes; una mujer que quisiera renunciar
а sus tendencias polígamas y a sus fantasías de prostitu-
ción para constituirse en fiel compañera de su marido y
madre intachable de su hijo; todos estos sujetos enfermanP i
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E«s«yos.igoH--Jgt
a causa de tan loables aspiraciones cuando las fijaciones
anteriores de su libido son suficientemente fuertes para
oponerse a un desplazamiento, actuando de nuevo, aqui,
con caråcter decisivo, la disposicién constitucional y las
experiencias infantiles. Sufren, por decirlo así, el destino
de aquel arbolito de la conocida fábula de Grimm, que
quiso tener otras hojas. Desde el punto de vista higiénico,
que naturalmente, no es el único al que aquí hemos de
atender, habríamos de limitarnos a desearles que continua-
ran siendo tan faltos de desarrollo, tan inferiores y tan
inútiles como lo eran antes de su enfermedad. La modifi-
cación a la que tienden los enfermos, pero que no logran
en absoluto o sólo muy incompletamente, supone, regular-
mente, un progreso en el sentido de la vida real. No su-
cede así, desde el punto de vista ético. Vemos, en efecto,
que los hombres enferman con igual frecuencia cuando
se apartan de un ideal que cuando se esfuerzan en alcan-
zarlo.Fuera de estas diferencias, los dos tipos de adquisición
de la enfermedad arriba descritos, coinciden en lo esencial
y pueden ser fácilmente fundidos en uno solo. La adquisi-
ción de la enfermedad a causa de la interdicción, queda
también integrada en el punto de vista de la incapacidad de
adaptación a la realidad, en aquellos casos en los que la
realidad niega la satisfacción de la libido. La adquisición
de la enfermedad bajo las circunstancias del segundo tipo
nos conduce directamente a un caso especial de la inter-
dicción. La realidad no niega, en él, toda satisfacción, pero
sí aquella que el individuo declara ser la única posible para
él, y la interdicción no parte directamente del mundo ex-
terior sino, primariamente, de ciertas tendencias del Yo,
aunque siga siendo, de todos modos, el factor común y
principal. A consecuencia del conílicto que surge inmedia-
tamente en el segundo tipo, las dos clases de satisfacción,
tanto la habitual como aquella otra ala cual aspira el indi-ry UM
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BO Pio ba N a
viduo, quedan igualmente coartadas, constituyéndose,
como en el primer tipo, un estancamiento de la libido, con
todas sus consecuencias. Los procesos psiquicos condu-
centes a la producciôn de sintomas, resultan mas clara-
mente visibles en el segundo tipo, puesto que las fijacio-
nes patôgenas existian ya de antemano y no han tenido
que constituirse.En la mayoría de los casos, existía ya una cierta intro-
versión de la libido, y el hecho de que la evolución no haya
recorrido aún todo su camino, ahorra una parte de la re-
gresión a lo infantil.c) El tipo siguiente, que describiremos con el nombre
de adquisición de la enfermedad por coerción de la
evolución, se nos muestra como una exageración
del segundo tipo, ס sea de la adquisición a causa de las
exigencias de la realidad. Su diferenciación
no responde a una necesidad teórica, pero sí a poderosos
motivos prácticos, pues se trata de personas que enferman
en cuanto traspasan la edad de la irresponsabilidad infan-
til, no habiendo alcanzado, por lo tanto, nunca, una fase de
salud, esto es, de una completa capacidad funcional y de
goce. La parte esencial del proceso de la disposición se
transparenta claramente en estos casos. La libido no ha
abandonado nunca las fijaciones infantiles; las exigencias
de la realidad no quedan planteadas de una vez al indivi-
duo total o parcialmente llegado a la maduración, sino que
van emergiendo paralelamente al curso de su vida, varian-
do, naturalmente, de continuo, con la edad del sujeto. El
conflicto cede su puesto a la insuficiencia; pero nues-
tra experiencia general nos fuerza a suponer también en
estos casos una tendencia a dominar las fijaciones infanti-
les, pues en caso contrario, el desenlace del proceso no
sería nunca la neurosis, sino tan sólo un infantilismo esta-
cionario.d) Del mismo modo que el tercer tipo hubo de pre-
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E«s«yos.ig»es-ZDS·
sentarnos casi aislada la disposiciön, el cuarto nos señala
en primer término, otro factor cuya accion puede compro-
barse en todos los casos, no siendo, por lo tanto, difícil
contundirlo con otros. Vemos, en efecto, enfermar a indi-
viduos que venían gozando de plena salud, que no han
visto alterada su vida por suceso ninguno nuevo y cuyas
relaciones con el mundo exterior no han experimentado
modificación alguna, de manera que la adquisición de la
enfermedad parece presentar, en ellos, un carácter espon-
táneo. Pero al examinar con mayor detención tales casos,
acabamos por descubrir la existencia de una modificación
a la que hemos de atribuir máxima importancia en la ad-
quisición de la enfermedad. A consecuencia de haber al-
canzado el sujeto un cierto período de su vida y en cone-
xión con determinados procesos biológicos regulares, la
cantidad de libido integrada en su economía psíquica
ha experimentado un incremento, suficiente por sí solo,
para trastornar el equilibrio de la salud y establecer las
condiciones de la neurosis. Como es sabido, este incre-
mento de la libido, generalmente repentino, se enlaza, con
regularidad, a la pubertad, a la menopausia y a determina-
das edades de la mujer, pudiendo darse también, en algu-
nos sujetos, otras periodicidades desconocidas. El factor
primario es aquí el estancamiento de la libido, el cual se
hace patógeno a consecuencia de la interdicción relati-
va impuesta por el mundo exterior, que habría permitido
la satisfacción de aspiraciones libidinosas menos intensas.
La libido, insatisfecha y estancada, puede forzar entonces
los caminos de la regresión y provocar los mismos con-
flictos que la interdicción externa absoluta. Se nos advier-
te así la imposibilidad de prescindir del factor cuantitativo
en la investigación de las causas ocasionales de la neuro-
sis. Todos los demás factores, la interdicción, la fijación y
la coerción del desarrollo, permanecen ineficaces mientras
no actúan sobre la libido, provocando su estancamiento yy - 297 —
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PROF-8.FIE»D
elevando, en una cierta medida, su nivel. Esta magnitud
de libido que nos parece imprescindible para provocar una
acción patôgena no es, desde luego, mensurable y solo
nos es posible postularla una vez surgido el resultado pa-
tolôgico. Sôlo en un sentido podemos determinarla mas
precisamente. Podemos suponer que no se trata de una
cantidad absoluta, sino de la proporciôn entre el montante
eficiente de libido y aquella cantidad de libido que el Yo
individual puede dominar, esto es, mantener en tensión.
sublimar o utilizar directamente. De este modo, un incre-
mento relativo de la cantidad de libido podrá provocar
los mismos efectos que un incremento absoluto. Una de-
bilitación del Yo consecutiva a una enfermedad orgánica
o motivada por una tensión de todas sus energías podrá,
pues, provocar la emergencia de neurosis que, de otro
modo, hubieran permanecido latentes a pesar de la dispo-
sición.La importancia que hemos de reconocer a la cantidad
de libido en la causación de la enfermedad, coincide a ma-
ravilla con dos de los principios analíticos de la teoría de
las neurosis. En primer lugar, con el de que las neurosis
nacen del conflicto entre el Yo y la libido, y en segundo,
con el que afirma que entre las condiciones de la salud y
las de la neurosis, no existe diferencia cualitativa alguna,
resultando que los sanos han de luchar también por alcan-
zar el dominio sobre su libido, si bien lo consiguen más
perfectamente.Sólo nos quedan ya por decir algunas palabras sobre la
relación de los tipos descritos, con nuestra experiencia clí-
nica. Considerando la serie de enfermos cuyo análisis me
ocupa actualmente, he de concluir que ninguno de ellos
corresponde a uno de tales tipos de adquisición, en for-
ma pura. En todos ellos, puede comprobarse, más tien, la
acción conjunta de la interdicción, la incapacidad de adap-
tación a las exigencias de la realidad y la coerción de laー 298 ~~.
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E»s«yo.5.tvos-192(
evolución. Por último, y como ya indicamos antes, по
puede prescindirse, en ningún caso, de los efectos de la
cuantía de libido. He comprobado también que en muchos
de mis pacientes, la enfermedad había surgido en distintas
fases, separadas por intervalos de salud, y que cada una
de estas fases podía referirse a un tipo distinto de adquisi-
ción. Así, pues, la diferenciación de los cuatro tipos des-
critos no tiene gran valor teórico. Trátase tan sólo de los
distintos caminos conducentes a la constitución de una cier-
ta constelación patógena en la economía anímica, o sea de
un estancamiento de la libido contra el cual no posee el Yo
medios suficientes para defenderse sin sufrir algún daño.
Pero la situación misma sólo se hace patógena a conse-
cuencia de un factor cuantitativo; no constituye en modo
alguno, una novedad para la vida anímica, ni ha sido crea-
da por la emergencia de una «causa patológica».En cambio, sí reconoceremos a nuestra diferenciación
un cierto valor práctico. Los tipos descritos aparecen al-
gunas veces en forma pura. El tercero y el cuarto no hu-
bieran atraído nunca nuestra atención si no hubieran cons-
tituido, para algunos indivíduos, la única causa ocasional
de su enfermedad. El primer tipo nos revela el poderoso
influjo del mundo exterior, y el segundo la influencia no
menos importante de la idiosincrasia del individuo, que se
opone a tal influjo. La patología no podía resolver el pro-
blema de las causas ocasionales de las neurosis mientras
hubo de limitarse simplemente a investigar si tales afeccio-
nes eran de naturaleza endógena o exógena. A
todas las observaciones que señalan la importancia de la
abstinencia (en su más amplio sentido) como causa ocasio-
nal, había de oponerles la objeción de que muchas perso-
nas soportaban, sin enfermar, los mismos destinos. Pero
si quería considerar como factor esencial de la salud o la
enfermedad, la idiosincrasia del individuo, tropezaba con
el hecho de que muchos individuos dotados de una idiosin-ー 999 ー
S.
IEDP.Z.F-5»o
crasia desfavorable podfan mantenerse perfectamente sa-
nos mientras les era permitido conservarla. La psicoanálisis
nos ha conducido a prescindir de las estériles antítesis es-
tablecidas entre los factores externos y los internos, entre
el destino del individuo y su constitución, y nos ha ense-
fiado,a ver la causa de la adquisición de las neurosis en
una determinada situación psíquica, susceptible de ser es-
tablecida por diversos caminos.
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