Una relación entre un símbolo e un síntoma 1916-003/1929.es
  • S.

    Una relacion entre un simbolo y un sintoma

    1916.

    Nuestra experiencia en la interpretación de los sueños
    nos ha demostrado que el sombrero es uno de los mas
    frecuentes simbolos de los genitales, sobre todo de los
    masculinos. Pero no puede afirmarse que este simbolo
    pertenezca a los más comprensibles. En las fantasías y en
    síntomas muy diversos, aparece también la cabeza como
    símbolo del genital masculino, o si se quiere, como repre-
    sentación del mismo. Algunos analíticos habrán observado
    que la decapitación inspira a sus pacientes aquejados de
    obsesiones un horror y una indignación mucho más inten-
    sos que los demás suplicios y habrá tenido ocasión de ex-
    plicarles que consideran la decapitación como un suce-
    dáneo de la castración. También hemos analizado muchos
    sueños de sujetos jóvenes, o soñados por los pacientes
    en su juventud y referidos luego, por ellos, en el trata-
    miento, que desarrollaban el tema de la castración y entre
    cuyos elementos figuraba una bola, que había de ser in-
    terpretada como representación de la cabeza del padre.
    Recientemente, he podido resolver un ceremonial enlaza-
    do al acto de acostarse y constituido por las siguientes
    prescripciones: El cuadrante debía quedar colocado for-
    mando un rombo sobre las demás almohadas, y la cabeza
    del sujeto había de reposar exactamente sobre su diago-
    nal más larga. El rombo tenía la conocida significación que
    nos es familiar por la epigrafía popular y la cabeza había
    de representar un miembro masculino.

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  • S.

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    Pudiera ser muy bien, que la significación simbólica del
    sombrero se derivase de la de la cabeza, en cuanto el
    sombrero puede ser considerado como una prolongación,
    desmontable, de la misma. A este respecto, recuerdo un
    síntoma con el que se atormentan obstinadamente los
    neuróticos obsesivos. Alir por la calle, espían de continuo
    si las personas conocidas que a su paso encuentran ini-
    cian el saludo, descubriéndose las primeras, o parecen
    esperar, por el contrario, su iniciativa. De este modo,
    acaban por renunciar a muchas de sus relaciones, al des-
    cubrir que ciertas personas no les saludan o no responden
    debidamente a su saludo. Esta conducta no experimenta
    modificación alguna al hacer presente al sujeto, para el
    cual es ya además cosa sabida, que el quitarse el sombre-
    ro ante alguien constituye un reconocimiento de su supe-
    rioridad, que, por ejemplo, los grandes de España gozan
    del privilegio de permanecer cubiertos ante el rey y que
    Su susceptibilidad con respecto al saludo tiene, por lo
    tanto, el sentido de no suponerse inferior a lo que la otra
    persona piensa ser. La resistencia de su susceptibilidad a
    una tal explicación justifica la sospecha de que nos halla-
    mos ante el efecto de un motivo poco conocido por la
    conciencia. La fuente de esta intensificación podría fácil-
    mente ser hallada en la relación con el complejo de cas-
    tración.

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