S.
La sexualidad en la etiologia
de las neurosis1906.
A mi juicio, el mejor camino para llegar a la compren-
sión de mi teoría sobre la significación de la sexualidad en
la etiología de las neurosis, es seguir paso a paso su des-
arrollo. No he de negar, en efecto, que dicha teoría ha
pasado por una amplia evolución, modificándose en su
trayectoria. En esta confesión podrán ver mis colegas
una garantía de que mis afirmaciones son la resultante de
una continuada serie de experiencias y no el fruto de una
especulación, el cual puede, por el contrario, surgir de
una sola vez en forma ya definitiva e invariable.Mi teoría se refería en un principio, tan sólo a aque-
llos cuadros patológicos concretados generalmente bajo
el nombre de «neurastenia», entre los cuales atrajeron
predominantemente mi atención dos tipos determinados
que en ocasiones, aparecían también en forma pura y cuya
descripción llevé a cabo diferenciándolos con los nombres
de «neurastenia propiamente dicha» y
«neurosis de angustia». Se aceptaba en general,
que en la causación de tales formas patológicas podían
intervenir factores sexuales, pero no había llegado a com-
probarse su actuación regular, ni se pensaba siquiera en
concederles algún predominio sobre las demás influencias
etiológicas. Por lo que a mí respecta, me sorprendió desde
un principio, la frecuente existencia de graves perturba-Ne
S.
po GN D ms 巻 ・ ん 。 FD BED
.ciones en la vida sexual de los nerviosos. Conforme fui
avanzando en la labor de buscar tales perturbaciones,
guiado por la idea de que los hombres ocultan siempre la
verdad en lo que a la sexualidad se refiere, y según fui
adquiriendo una mayor destreza en la prosecución de esta
labor investigadora no obstante la negativa inicial de los
pacientes, fué haciéndose mas constante el descubrimien-
to de tales factores sexuales etiolôgicos, hasta convencer-
me casi de su generalidad. Dada la extrema coercion que
en este orden de cosas, ejercen sobre el individuo las
normas sociales, la frecuencia de semejantes irregularida-
des sexuales era de antemano sospechable, y sólo faltaba
por precisar qué medida había de alcanzar la anormalidad
sexual para poder ser considerada como causa de enfer-
medad. Había, pues, de conceder al descubrimiento regu-
Jar de dichas desviaciones sexuales, menos valor que a
otra circunstancia que me pareció mucho más unívoca.
Resultó, en efecto, que la forma de la enfermedad—neu-
rastenia o neurosis de angustia—aparecía en relación
constante con el orden de la anormalidad sexual descu-
bierta. Los casos típicos de neurastenia tenían en gene-
ral, como precedente, la masturbación habitual o conti-
nuadas poluciones espontáneas, y en los de neurosis de
angustia se revelaban factores tales como el coito inte-
rrumpido, la «excitación frustrada» y otros semejantes, en
todos los cuales podía apreciarse, como carácter común,
una descarga insuficiente de la libido generada. Sólo des-
pués de este descubrimiento, nada difícil y constantemen-
te comprobable, me decidí a demandar, para las influen-
cias sexuales, un lugar preferente en la etiología de las
neurosis. A ello se añadió luego, que en las frecuentísi-
mas formas mixtas de neurastenia y neurosis de angustia,
comprobamos también una combinación de las etiologías
supuestas para dichas formas patológicas, pareciendo ade-
más, que una tal dualidad de las formas neuróticas armo-8
S.
ENIAY08«1906-7924
nizaba muy bien con el caräcter polar de la sexualidad
(masculino y femenino).En esta misma época en que comencé a atribuir a la
sexualidad una intervenciôn en la génesis de las neurosis
simples (1), sostenia, con respecto a las psiconeurosis
(histeria y neurosis obsesiva), una teoria puramente psi-
colôgica que no concedia al factor sexual, importancia
mayor que a las demas fuentes emotivas. En union del
Dr. J. Breuer, y continuando ciertas observaciones por él
realizadas diez afios atrås, en una enferma de histeria,
habia estudiado, por medio de la evocacién de los recuer-
dos del paciente, durante la hipnosis, el mecanismo de la
génesis de los sintomas histéricos, deduciendo conclusio-
nes que permitian tender un puente entre la histeria trau-
mática de Charcot y la histeria común, no traumática (2).
Llegamos así, a la teoría de que los síntomas histéricos son
efectos perdurables de traumas psíquicos cuya carga de
afecto quedó excluída, por determinadas circunstancias,
de una elaboración consciente, habiendo tenido que abrir-
se paso, en consecuencia, por un camino “anormal condu-
cente a la inervación somática. Los términos «afecto coar-
tado», «conversión» y «derivación reactiva» sintetizan lo
más característico de esta teoría.Las relaciones de las psiconeurosis con las neurosis
simples, tan estrechas que el diagnóstico diferencial no es
siempre fácil para el médico poco experimentado, hacían
prever que lo descubierto en uno de tales sectores se die-
ra también en el otro. Pero además, la investigación del
mecanismo psíquico de los síntomas histéricos nos condu-
jo a idénticos resultados. En efecto, al investigar por me-
dio del método catártico, obra de Breuer y mía, los trau-(1) Cf. en el tomo XI de esta edición española, el trabajo titula-
do «La neurastenia y la neurosis de angustia».(2) Cf. enel tomo X de esta edición española, el estudio titulado
«La histeria».SE FM
S.
PEOP.ö-FXE»D
mas psiquicos de los que se derivaban los sintomas histé-
ricos, llegamos, en ültimo término, a sucesos de orden
sexual vividos por el enfermo en edad infantil, y esto aun
en aquellos casos en los que la explosion de la enferme-
dad aparecia provocada por una emociôn banal de caråc-
ter no sexual. Sin tener en cuenta tales traumas sexuales
infantiles, resultaba imposible explicar los sintomas, llegar
a la inteligencia de su determinaciôn y prevenir su retor-
no. De este modo quedó ya indudablemente fijada la sin-
gular importancia de los sucesos sexuales en la etiología
de las psiconeurosis, hecho que continúa constituyendo
una de las bases fundamentales de nuestra teoría.Esta teoría podrá parecer extraña si nos limitamos a for-
mularla diciendo que la causa de la neurosis histérica pro-
longada a través de toda una vida, reposa en las experien-
cias sexuales, insignificantes casi siempre en sí, vividas
por el sujeto en su temprana infancia. Pero si atendemos
a su evolución histórica y concretamos su contenido esen-
cial en el principio de que la histeria es la expresión de
una conducta especial de la función sexual del individuo,
determinada y regulada por las primeras influencias y ex-
periencias sexuales infantiles, nuestras afirmaciones per-
derán todo carácter paradójico y pasarán a constituir un
poderoso motivo para orientar la atención científica hacia
los efectos ulteriores de las impresiones infantiles, tan im-
portantes como desatendidos hasta ahora.Reservando para más adelante la cuestión de si las ex-
periencias sexuales infantiles pueden ser consideradas
como causa etiológica de la histeria (y de la neurosis obse-
siva), volveremos a la descripción de nuestra teoría, tal y
como hubimos de presentarla en algunos breves trabajos
provisionales, publicados en los años de 1895 y 1896 (1).(1) Cf. en esta edición española, los trabajos titulados «Nuevas
observaciones sobre las neuropsicosis de defensa», tomo XI, pági-
na 236, y «La etiología de la histeria», tomo XII, pág. 201.AAN ве
S.
ENFÄY05.1906-1924
La acentuaciön de los factores etiolögicos supuestos, per-
mitia, por entonces, oponer las neurosis comunes, como
enfermedades con etiologia actual, a las psiconeurosis,
cuya etiologia habia de ser buscada predominantemente
en las experiencias sexuales de la temprana infancia. La
teoria culminaba en el principio siguiente: Dada una vida
sexual normal, es imposible una neurosis.Aunque las afirmaciones que preceden continiian pa-
reciéndome, en el fondo, exactas, no extrafiarå que en
diez años de ininterrumpida labor se haya hecho más pre-
ciso y profundo mi conocimiento de la cuestiôn, siéndome
hoy posible corregir los defectos de que al principio ado-
16016 mi teoria. El material por entonces reunido, escaso
aûn, integraba, casualmente, un número desproporciona-
do de casos en cuya historia infantil desempefiaba el pa-
pel principal la iniciaciôn sexual del sujeto, por individuos
adultos o por otros nifios de mas edad, circunstancia que
me sugirió una idea exagerada de la frecuencia de tales
sucesos, tanto más, cuanto que por aquella época, no ha-
bía llegado aún a poder distinguir, con seguridad, los fal-
sos recuerdos infantiles de los histéricos, de las huellas
dejadas en su memoria por sucesos realmente acaeci-
dos. De entonces acá, he aprendido a ver en algu-
nas de aquellas fantasías mnémicas de iniciación sexual,
tentativas de defensa contra el recuerdo de la propia
actividad sexual (masturbación infantil), habiendo debi-
do abandonar, en consecuencia, la acentuación del ele-
mento «traumåtico» en las experiencias infantiles, para
retener tan sólo el hecho de que la actividad sexual infan-
til (espontánea o provocada) marca decisivamente la di-
rección de la vida sexual ulterior del adulto. Esta aclara-
ción, que vino a rectificar el más importante de mis erro-
res iniciales, debía modificar también mi concepción del
mecanismo de los síntomas histéricos, los cuales no se me
aparecieron ya como derivaciones directas de los recuer-EST >
S.
PROF.F.PPEUD
dos reprimidos de experiencias sexuales infantiles, pues
entre ellos y las impresiones infantiles vinieron ahora a in-
terpolarse las fantasias mnémicas de los enfermos (recuer-
dos imaginarios fantaseados por lo general en los afios de
la pubertad), fantasias éstas que, por un lado, aparecian
construidas sobre la base y con los materiales de los re-
cuerdos infantiles, y se convertian, por otro, en sintomas.
Esta introducciôn de las fantasias histéricas nos descubri6
ya la contextura de la neurosis y su relacién con la vida
del enfermo, revelåndosenos, al mismo tiempo, una sor-
prendente analogia entre tales fantasias y aquellas que se
hacen conscientes en los delirios de los paranoicos.
Después de esta rectificaciôn, los «traumas sexuales
infantiles» quedaron, en cierto modo, substituidos por el
«infantilismo de la sexualidad». No se hizo esperar una se-
gunda modificaciôn de la teoria primitiva. Con la supues-
ta frecuencia de la iniciaciôn sexual en época infantil, cay6
también por tierra la importancia predominante de la in-
fluenciación accidental de la sexualidad, a la cual
me inclinaba yo a atribuir el papel principal en la causa-
ción de la enfermedad, aunque sin negar la intervención
de factores constitucionales y hereditarios. Había llegado
incluso a concebir esperanzas de resolver el problema de
la elección de neurosis, descubriendo una relación cons-
tante entre los detalles de las experiencias sexuales infan-
tiles del enfermo y la forma de su psiconeurosis ulterior,
y opinaba—si bien con ciertas reservas—que una conduc-
ta pasiva en tales sucesos, generaba la disposición a la
histeria, y en cambio, una conducta activa, la disposi-
ción a la neurosis obsesiva. Posteriormente, hube de re-
nunciar por completo a esta hipótesis, si bien existen cier-
tos hechos que imponen mantener hasta cierto punto la
sospechada relación entre la pasividad y la histeria y la
actividad y la neurosis obsesiva. Con la renuncia a la in-
fluenciación accidental de la sexualidad recobraban la su-dde 25
S.
ENsÄy0s.7906-1524
premacia los factores constitucionales y hereditarios, pero,
a diferencia de la opinión por entonces dominante, la
«constitución sexual» se substituía, para mi, a la disposi-
ción neuropática general. En mi obra «Tres ensayos so-
bre una teoría sexual» (1905) (1), llevé a cabo una tentati-
va de describir la diversidad de esta constitución sexual,
el carácter compuesto del instinto sexual en general y su
origen en diversas fuentes del organismo.Siempre como consecuencia de la rectificación introdu-
cida en mi concepción de los «traumas sexuales infanti-
les», fué desarrollándose ahora mi teoría en una dirección
iniciada ya en mis publicaciones de los años 1894 a 1896.
Por esta época, y antes de situar la sexualidad en el lugar
que le correspondía en la etiología, habíamos indicado ya,
como condición de la eficacia patógena de una experien-
cia, el que ésta pareciese intolerable al Yo y despertase
una tendencia a la defensa (2). A esta defensa atribuía yo
la disociación de psiquica—o como entonces se decía: la
disociación de la conciencia—emergente en la histeria. Si
la defensa triunfaba, la experiencia intolerable quedaba
expulsada, con todas sus secuelas afectivas, de la con-
ciencia y del recuerdo del Yo. Pero en determinadas cir-
cunstancias, lo expulsado desarrollaba, ya como algo in-
consciente, una intensa eficacia y retornaba a la concien-
cia por medio de los síntomas y de los afectos a ellos
concomitantes, correspondiendo así la enfermedad a un
fracaso de la defensa. Esta concepción tenía el mereci-
miento de penetrar en el funcionamiento de las fuerzas
psíquicas y aproximar así los procesos anímicos de la his-
teria a los normales, en lugar de transferir la caracteristi-
ca de la neurosis a una perturbación enigmática no anali-
zable.(1) Cf. el tomo II de esta edición española.
(2) Cf. el trabajo titulado «Las neuropsicosis de defensa»,
tomo XI, pág. 115, de esta edición española.aa
S.
PROF.I,F»EUD
Cuando la investigación de sujetos que habían perma-
necido normales nos llevó luego al resultado inesperado
de que la historia sexual infantil de tales personas no pre-
cisaba diferenciarse esencialmente de la de los neuróticos
ni siquiera en lo relativo a la temprana iniciación sexual,
las influencias accidentales fueron cediendo aún más el
puesto a la de la «represión» (término que comen-
cé entonces a substituir al de «defensa»). Así, pues, lo im-
portante no eran ya las excitaciones sexuales que el indi-
viduo hubiera experimentado en su infancia, sino sobre
todo, su reacción a tales impresiones y el haber respondi-
do o no a ellas, con la represión. En muchos casos de
actividad sexual infantil espontánea, pudo demostrarse
que tal actividad quedaba interrumpida en el curso del
desarrollo, por una represión. Resultó, así, que el neuróti-
co adulto traía consigo desde su infancia, una cierta medi-
da de «represión sexual» que se exteriorizaba luego bajo
la presión de las exigencias de la vida real. Las psicoaná-
lisis de sujetos histéricos mostraron que su enfermedad
era el resultado de un conflicto entre la libido y la represión
sexual y que sus síntomas constituían una transacción
entre ambas corrientes anímicas.Para continuar explicando esta parte de mi teoría, ha-
bría de desarrollar previamente una exposición detalla-
da de mis ideas sobre la represión. Pero me limitaré a
remitir al lector a mis «Tres ensayos sobre una teoría se-
xual» (1905) (1), en los que he intentado arrojar alguna luz
sobre los procesos somáticos en que ha de buscarse la
esencia de la sexualidad. Indiqué en ellos, que la disposi-
ción sexual constitucional del niño es mucho más com-
puesta de lo que podía sospecharse, debiendo ser consi-
derada como «polimórficamente perversa», y que de esta
disposición, nace, por medio de la represión de determi-(1) Cf. el tomo I! de esta edición española.
SAAS.
ENSÄP06.1906-1924
nados componentes, la conducta llamada normal de la
funciôn sexual. Apoyåndome en los caracteres infantiles
de la sexualidad, me fué posible establecer una sencilla
conexiôn entre la salud, la perversiôn y la neurosis. La
normalidad resultaba de la represiôn de ciertos instintos
parciales y determinados componentes de las disposicio-
nes infantiles y de la subordinación de los demás a la pri-
macía de las zonas genitales, en servicio de la reproduc-
ción. Las perversiones correspondían a perturbaciones de
esta síntesis por un desarrollo exagerado y como obsesi-
vo, de alguno de aquellos instintos parciales, y la neurosis
se reducía a una represión excesiva de las tendencias libi-
dinosas. La posibilidad de señalar siempre en la neurosis,
la existencia de casi todos los instintos perversos de la
disposición infantil, como fuerzas productoras de síntomas,
me llevó a definir la neurosis como el «negativo» de la
perversión.Creo conveniente hacer resaltar que mis opiniones so-
bre la etiología de las psiconeurosis han sostenido siempre,
a través de todas sus modificaciones, dos puntos de vista:
la importancia de la sexualidad y la del infanti-
lismo. En cambio, las influencias accidentales han sido
substituidas por factores constitucionales y la «defensa»,
puramente psicológica, por la «represión sexual», orgáni-
ca. Se nos preguntará quizá dónde es posible hallar una
prueba concluyente de la importancia que atribuímos a los
factores sexuales en la etiología de las psiconeurosis, per-
turbaciones que vemos surgir consecutivamente a las
emociones más banales e incluso a estímulos somáticos,
ya que, por nuestra parte, hemos tenido que renunciar a
referir a una etiología específica constituída por determi-
nadas experiencias infantiles. En respuesta a una tal inte-
rrogación, señalaremos la investigación psicoanalítica
como fuente de nuestra discutida convicción. Empleando
este insustituible método de investigación, descubrimosSa
S.
PPOF.F.PPEUD
que los sintomas representan la activi-
dad sexual de los enfermos, total o s⑥lo en
parte, emanada de instintos parciales, normales o perver-
sos, de la sexualidad. No es sólo que una gran parte de la
sintomatología histérica se halle constituida por manifesta-
ciones de la excitación sexual, ni que una serie de zonas
erógenas se eleve en la neurosis y por intensificación de
sus cualidades infantiles, a la categoría de genitales; es
también, que incluso los síntomas más complicados se nos
revelan como representaciones disfrazadas de fantasías
cuyo contenido es una situación sexual. Sabiendo inter-
pretar el lenguaje de la histeria se ve claramente que el
nódulo de la neurosis no es sino la sexualidad reprimida
de los enfermos, entendiendo, desde luego, la función se-
xual en toda su verdadera amplitud, circunscrita por la dis-
posición infantil. En aquellos casos en los que ha de acep-
tarse la intervención de una emoción banal en la causa-
ción de la enfermedad, demuestra el análisis, que el efecto
patógeno ha sido obra del componente sexual, siempre
existente, del suceso traumático.Inadvertidamente, hemos pasado del problema de la
causación de las psiconeurosis, al de su esencia. Si se
quiere tener en cuenta los descubrimientos psicoanaliti-
cos, ha de afirmarse que la esencia de estas enfermeda-
des reposa en perturbaciones de los procesos sexuales,
de aquellos procesos orgánicos que determinan la pro-
ducción y el empleo de la libido sexual. En último térmi-
no, no podemos por menos de representarnos estos pro-
cesos como de orden químico, viendo así, en las neurosis
actuales, los efectos somáticos, y en las psiconeurosis,
además, los psíquicos, de los trastornos del metabolismo
sexual. La analogía de las neurosis con los fenómenos de
intoxicación y de abstinencia consecutivos al uso de cier-
tos alcaloides, y con la enfermedad de Basedow y la de
Addison, se impone clínicamente, y del mismo modo queS.
ENsÄK08.1906-1924
estas dos ültimas enfermedades no pueden ser ya descri-
tas como «enfermedades de los nervios», tambien las
«neurosis» propiamente dichas habrän de ser excluidas de
tal categoría, no obstante su nombre.A la etiología de las neurosis pertenece, además, todo
aquello que puede actuar dañosamente sobre los procesos
que se desarrollan al servicio de la función sexual. Así,
pues, en primer término, aquellas desviaciones que afec-
tan a la propia función sexual, en cuanto pueden signifi-
car un daño de la constitución sexual, variable según el
grado de cultura y educación. En segundo, aquellas otras
distintas desviaciones y aquellos traumas, que dañando en
general el organismo, perturban secundariamente los pro-
cesos sexuales que en él se desarrollan. Pero no debe ol-
vidarse que el problema etiológico de las neurosis es, por
lo menos, tan complicado como el de cualquier otra en-
fermedad. Casi nunca resulta suficiente una única influen-
cia patógena. Por lo general, se hace precisa una multipli.
cidad de factores etiológicos que se apoyan entre sí y no
deben, por lo tanto, ser opuestos unos a otros. De aquí
también que el estado patológico neurótico no aparezca
precisamente diferenciado de la salud. La enfermedad es
el resultado de una acumulación, y la medida de las condi-
ciones etiológicas puede ser completada desde cualquier
sector. Buscar la etiología de las neurosis exclusivamente
en la herencia o en la constitución, sería tan unilateral
como elevar tan sólo a la categoría etiológica las influen-
cias accidentales ejercidas sobre la sexualidad en el curso
vital del sujeto, aunque hayamos descubierto que la esen-
cia de estas enfermedades consiste tan sólo en una per-
turbación de los procesos sexuales que se desarrollan en
el organismo,— 17 — 2
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